martes, 30 de junio de 2009

Silencios que hablan



Por Celeste Lucca


“No sería exagerado decir que las mejores historias de Hemingway están llenas de silencios significativos, datos escamoteados por un astuto narrador que se las arregla para que las informaciones que calla sean sin embargo locuaces y azucen la imaginación del lector, de modo que éste tenga que llenar aquellos blancos de la historia con hipótesis y conjeturas de su propia cosecha”


Mario Vargas Llosa, “El dato escondido”


“Los asesinos” (“The killers” por su nombre original en inglés) es, narrativamente, un iceberg. Tal como lo quería Ernest Hemingway.

Cada palabra, cada descripción, cada personaje ha sido calculado al detalle para otorgar el mínimo de información necesaria que requiere la creación de un relato coherente, pero dejando guiños al lector a lo largo de la historia que lo inciten a volar imaginando las respuestas a los grandes interrogantes que el cuento genera.

Para el uso de las elipsis es imprescindible la concisión en cada descripción, pues sino en lugar de lograr un manejo magistral de este recurso literario la narración se presentaría como incompleta e ininteligible. Así, en “Los asesinos”, Hemingway recurre a la presentación de estereotipos mediante su delineación detallada para lograr que los lectores se formen una imagen mental de los lugares, personajes y situaciones narrados.

Como ejemplo de este uso de los estereotipos puede hablarse de la descripción que el autor hace de los dos hombres, Al y Max, que llegan al salón comedor Henry: “Llevaba galera redonda y sobretodo negro cruzado, un pañuelo de seda al cuello y guantes (…) Sus caras eran distintas, pero vestían como mellizos. Ambos llevaban sobretodos demasiado ajustados para sus cuerpos”.

Además de las características de vestimenta propias de la imagen arquetípica perteneciente a los gánsteres y miembros de las mafias estadounidenses de los años 30 (probablemente el escritor haya contribuido a generar esa imagen con sus relatos), Hemingway incorpora a la construcción del carácter de sus personajes comportamientos que hablan también de su personalidad y forma de vida.

Así, Al y Max no sólo visten de sobretodo negro y guantes sino que comen “con los guantes puestos” y tratan despectivamente al dueño del comedor al llamarlo “vivo” luego de que les responda a una serie de preguntas.

De la versión en inglés del cuento pueden extraerse algunos detalles importantes para determinar el lugar y la época en la que se desarrolla la historia pues hay determinadas palabras sin traducción literal al castellano que enriquecen las interpretaciones.

Así, por ejemplo, la utilización por parte de Al y Max de la palabra “nigger” para llamar a Sam, el cocinero del comedor, da la pauta de un período de la historia de Estados Unidos en la que aún no se consideraba a los afroamericanos como ciudadanos en pie de igualdad, por lo tanto esa denominación era bastante aceptada socialmente. En la misma línea, cuando Al le pide a George que llame a Sam y el hombre le pregunta para qué lo requiere, la respuesta es “nada, ¡usa tu cabeza, vivo! ¿Qué se va a hacer con un negro?”

Otros detalles dan una guía con respecto al trabajo de los recién llegados. Primero el hecho de que, al entrar al salón comedor, uno de ellos le pregunta al otro cuál es el nombre de la ciudad en la que se encuentran: “este es un pueblo divertido, ¿no es cierto? –dijo el otro- ¿cómo se llama?. –Summit”. Resulta difícil creer que no sepan dónde están, siendo que conocen perfectamente la rutina del sueco al que iban a matar; ambas cosas llevan a pensar que probablemente alguien les pasó esa información y les indicó cómo llegar a su destino sin explicarles nada más allá de lo necesario para realizar su tarea.

Su forma despectiva, soberbia y de impartir órdenes a los hombres del salón también se presenta como la caracterización de personas violentas desde lo verbal para manejarse impartiendo su autoridad posiblemente para generar miedo en los demás.

La descripción de los hombres se cierra cuando George ve que uno de ellos porta un rifle de punta recortada con el cual vigila a Sam y Nick, luego de atarlos en la cocina.

Finalmente, cuando Anderson no llega a cenar, Al pregunta qué hacer con “los dos vivos y el negro”, a lo que Max responde que los dejaran. Para Al eso es descuidado y no es como deben hacerse las cosas. Esta situación lleva a pensar que lo correcto habría sido asesinarlos también a ellos por la cantidad de información que ya habían captado, la cual podría poner en peligro el resto de su tarea. En la misma línea, cuando Nick le dice a George al final del cuento que se irá de la ciudad, también da la pauta de que es posible que vuelvan a buscarlos para no dejar cabos sueltos una vez que el crimen de Anderson sea consumado.

El gran interrogante principal que genera “Los asesinos” se refiere a por qué los dos hombres buscan a Ole Anderson para matarlo.

Ante la pregunta de George con respecto a qué les ha hecho el sueco para que ellos quieran matarlo, Max le responde “nunca tuvo oportunidad de hacernos nada. Nunca nos ha visto” a lo que Al agrega: “–Y nos va a ver sólo una vez”. La idea de la ejecución de un crimen tan atroz como lo es un asesinato responde necesariamente a la existencia de un móvil que justifique el delito. En relación a esto y como parte del mismo diálogo anterior, cuando el encargado del lugar le pide que le diga por qué lo van a matar, Max responde “lo hacemos para un amigo, para obedecer a un amigo, ¡vivo!”

En este caso, el hecho de que Max y Al busquen a alguien para matarlo como parte de un favor para un amigo podría hablar de la existencia de una estructura en la cual alguien da una orden que otros acatan. La denominación por parte de Al y Max de su “amigo” puede deberse a la familiaridad con la que el crimen organizado de esa época solía manejarse.

Luego de esa respuesta de Max, Al intenta hacerlo callar diciéndole “Callarte. Hablas demasiado” y repite esa frase dos veces más. El uso de la repetición de la advertencia lleva a pensar que en esa justificación dada por Max puede encontrarse la clave del futuro supuesto asesinato del sueco.

Con respecto al sueco Ole Anderson en sí hay varios detalles que también pueden llevar a una comprensión del texto. Así, el hecho de que sea de Chicago, una de las ciudades capital del crimen organizado de esa época sobre todo por la presencia de Al Capone y su mafia, puede leerse como intencional y otra partecita que lleva a completar la misma idea.

El hecho de que el sueco haya sido boxeador también puede llevar a algo ya que las peleas son uno de los deportes que, junto con las apuestas que ellas acarrean, han sido parte de los negocios de la mafia históricamente. Así, esto puede ayudar a pensar en una asociación entre Ole Anderson y la mafia de Chicago y a algún tipo de traición por parte del sueco que, luego de eso, debe escapar.

Este argumento se sustenta con la frase del sueco que, ante la pregunta de Nick de si puede salir del pueblo, él le responde “no, he terminado de dar vueltas de una parte a otra”, lo que lleva a pensar que ha estado huyendo de lo mismo por algún tiempo lo que lo ha llevado a hartarse de esa situación y a afrontar a sus sicarios.

Finalmente el último dato de interés se refiere al título del cuento. ¿Por qué decide Hemingway llamar a su obra “Los asesinos” si en la narración no hay ni siquiera una referencia a un asesinato?

Las respuestas pueden ser múltiples. Puede ser que Al y Max ya hayan cometido otros asesinatos con lo cual el título se debe a ellos; puede ser que los hombres no hayan matado a nadie pero que efectivamente asesinen al sueco en un futuro que excede al cuento; la última idea remite a la posibilidad de que Ole Anderson haya asesinado a alguien como parte (o no) de una pelea de box, con lo cual él sería un asesino, y que, frente a eso, Al y Max lo maten a él. Así los asesinos serían tres.

Esto puede inferirse también porque el sueco se rehúsa a ir a la policía en busca de ayuda.

Sea cual sea el final que cada lector crea dilucidar de las palabras de Hemingway, su relato es magistral en el uso de la elipsis o, como la llama Mario Vargas Llosa, “el dato escondido”:un silencio que es significativo y ejerce una influencia inequívoca sobre la parte explícita de la historia, ausencia que se hace sentir y activa la curiosidad, la expectativa y la fantasía del lector”.