miércoles, 14 de julio de 2010

La memoria



Por Ramiro Valenzuela
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010


Catriel abonó el boleto con cambio y atravesó Constitución hasta llegar al tren. Nadie lo fue a despedir, por lo que subió al peldaño sin mirar atrás. La vida de Buenos Aires se le había escapado de las manos y había alterado su sinapsis llevándolas a un punto de nulidad casi absoluta. Era un ente vestido de humano mirando como pasaban las villas cada vez más rápido por la ventana del tren.
La noche se avecinaba y comió una barra de cereal que llevaba en uno de los bolsillos de su chaqueta. Después tocó la guitarra y cantó a la luna como presa del deseo universal, hasta que un pasajero le pidió silencio. Catriel guardó la guitarra, se acomodó entre sus trastos y encendió un cigarrillo como acostumbraba para anunciar el sueño.
El sol comenzó a calentar el vagón y despertó al viajero que transpiraba bajo la campera que lo abrigaba.
Acomodó su bolso porque, según su criterio, al ver los paisajes llenos de arboles cargados de peras y manzanas, el destino era inminente. Estaba muy impaciente por llegar, el primer paso en las tierras andinas marcaría para él, un nuevo comienzo en su vida.
Cuando el tren anunció su llegada, Catriel ya estaba colgado del andamio a punto de saltar. Cuando bajó, sintió que el tiempo se detenía y que sus pulmones explotaban al respirar el oxígeno que abundaba.
Miró al cielo y observó un gran pájaro que se deslizaba por los aires y deseó ser como el. Preguntó que animal era y le contaron sobre el cóndor, mitos y leyendas que lo condujeron a continuar viaje hacia la cordillera en busca de una cercanía con tan bellas aves.
El destino y el tiempo lo condujeron hasta lugares remotos, que lo envolvían en fríos y alturas, pero también en imágenes, aromas y aires.
Cuando al fin llegó a una determinada montaña, se encontró con un viejo Lonco que vivía aislado hace ya muchos años. Este le dio leche de cabra y ñaco y se ofreció a enseñar el camino para convertirse en Cóndor.
Catriel, día a día aprendía más, y su conexión con la tierra estaba a cada momento más afianzada. Hasta que una mañana se encontró solo. El Lonco se había ido y era la señal de que el momento había llegado. Se paró en la cima más alta y se tiró al vació con los brazos abiertos y sin que se le escapase un grito, casi como un suicido planificado y esperado. En un pestañear, el hombre que caía en picada, planeaba por las corrientes de aire y se elevaba.
Catriel voló y de pronto sintió curiosidad y se dirigió a Buenos Aires, a ver sus viejos conocidos y saber de ellos. Cuando al fin llegó, se posó sobre la ventana de la casa de Carlos, su mejor amigo y al verlo abrió sus alas en señal de abrazo. Carlos, casi sin vacilar descargó tres disparos sobre el enorme animal que lo quería atacar desde la ventana de su casa


• El ñaco es una harina que se fabrica con trigo, cebada o maíz previamente tostado, utilizada como alimento en Chile, sur de Mendoza y la Patagonia.
• Un lonco (< mapudungun longko, "cabeza") es el jefe de una comunidad mapuche

El tiempo de un estudiante



Por Silvana Vera
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010

Si tenés que hacer tiempo para entrar a cursar otra materia y estás solo, recorre los pasillos de la facultad que siempre vas a encontrar a alguien conocido que te de charla. Así es acá, te pares donde te pares o te sientes donde te sientes, vas a tener algún estudiante, compañero o no, con quien quejarte, criticar o poner en común un tema en cuestión.
El estudiante de periodismo se caracteriza por eso, conoce y sabe todo pero a la vez no sabe nada, para opinar es el primero y para quejarse más todavía. El que no es de ninguna agrupación, se queja de ellas, aunque tenga o comparta su ideología.
Reclama que los grandes centros militantes de la facultad no se interesan por los estudiantes, como dicen, sino que solo se preocupan por permanecer donde están. Y los que militan, se quejan de que los alumnos no valoran ni sienten las cosas que ellos organizan, entre otras cosas. En fin, todos, del menos informado al más interesado, reclaman y denuncia su parecer.
Y cuando se juntan, no hay títere que quede con cabeza, se parecen a las señoras del barrio que se reúnen a desahogar las penas e indignaciones de sus vecinos. Se comentan sufridamente todas aquellas cosas que les molestan del otro. Pobre el estudiante de periodismo, padece tanta opresión y maltrato, que no le queda otra opción que hablar bajo con el de al lado, lo que piensa o le fastidia del otro.
Tal vez no se siente escuchado, tal vez no es escuchado, por eso no lo dice de frente, quizá le guste la hipocresía o la falsedad. Pobre del estudiante de periodismo, dirán.

Elecciones



Por Santiago Uriens

Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010


Cada año se elige el Centro de Estudiantes de la Facultad. Este hecho provoca que el edificio sea un mar de gente todo el tiempo, a toda hora. El ingreso al lugar es una odisea, llegar al aula donde se cursa es un periplo en el cual hay que esquivar personas, carteles, objetos- como televisores, parlantes y mesas-.
Desde la entrada y hasta que te sentás en el banco que te sentás en el banco y hasta escuchar la clase, tenés tipos hablándote sobre la propuesta de ésta o aquella agrupación que pretende dirigir el Centro.
A medida que uno camina, paso a paso, los individuos de los diversos grupos se multiplican inexplicablemente, surgen de abajo de la tierra, cual flor en primavera. No conozco a ningún compañero que en época de elecciones entre y salga de la facultad sin el bolsillo plagado de folletos, gacetillas, libritos o todo tipo de soporte gráfico en el cual se puedan plasmar las propuestas.
Un día tuve miedo de que un folleto de que tanto folleto provocara en mí un cambio, y que al salir me convirtiera en un papel.
Además de la persuasión vía papel, también los sonidos de los audios y videos hacen que tu cabeza, luego de estar algunas horas adentro, se sienta como un globo que de tanto aire fuera a estallar.
Durante las semanas en que los alumnos luchan políticamente, la facultad cambia de color. Las paredes ya no son blancas, algunos hasta terminan olvidándose de como eran. Los carteles, las cartulinas y afiches cubren por completo al edificio por dentro y por fuera (aunque un día creo haber visto un pedazo de pared en el cartel).
Es por eso que en las próximas elecciones votaré a la agrupación que menos intente llenarme de papeles, la que menos intente persuadirme hablándome tres horas de sus ideas. Si bien creo que el hecho de votar a quienes nos representarán es importante y se debe tomar en serio, pero creo que algunos son tan pesados que parecen ya no hacer política.

Muerte a la ideología resultadista



Por Santiago Támola
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010


En el ambiente futbolístico siempre se desarrollan una infinita cantidad de ideologías que hacen que diversos equipos mantengan una postura dentro del campo de juego. Este es el caso de Ángel Cappa, reconocido director técnico, que prioriza el buen juego antes que un resultado. Esto es antagónico a la escuela histórica del Club Estudiantes de La Plata, con varios episodios a nivel nacional e internacional que la caracterizan como impulsores del resultadismo y juego mezquino.
Luego de varios cruces, el director técnico ha plasmado su pensamiento hacia la prensa, tildando a la institución platense como un “mal” para el fútbol argentino. Ante tanta declaración hiriente por parte de Cappa, quien contestó con un grado de ironía y agrandamiento hacia la historia de Estudiantes, fue su emblema, Juan Sebastián Verón, querido por sus hinchas y odiado por casi todo el ambiente futbolero.
En su discurso, Verón manifestó que la historia la escriben los que ganan y que Cappa no podría hacerlo ya que “no ha ganado absolutamente nada”, generando un revuelo terrible en la persona del entrenador, que se sintió indignado.
El entorno del fútbol nacional creó un ambiente mucho más intenso del que se manejaba, por lo cual Ángel Cappa estalló con toda la furia prometiendo públicamente que las cosas no quedarían así. Ante estas declaraciones, Verón se lo tomó con humor, manifestando que el técnico “es mucho de hablar y poco de hacer”, y que en la historia del fútbol argentino había demostrado esto ante la carencia de títulos.
Fue por ésta causa que Ángel Cappa vio que la situación no daba para más, y comenzó a idear un plan inesperado para todo aquel que haya seguido esta absurda discusión de ideologías.
El director técnico contrató miembros de la barra brava de Huracán, con los que había mantenido una estrecha relación durante su último paso por la institución de Parque Patricios. Estos barras habían estado presos anteriormente por el asesinato de Juan Manuel Álvarez, simpatizante de Vélez Sarsfield, e increíblemente fueron excarcelados por falta de pruebas concretas.
Para sorpresa de muchos, un señor de la calidad de Cappa había llegado a tu tope máximo, por lo cual entregó dinero a los mencionados personajes con el objetivo de acabar con la vida del jugador de Estudiantes.
El fin de semana siguiente a la reunión entre el Magistrado y miembros de la barra brava del Globo, Estudiantes jugaba un partido correspondiente al Torneo Clausura, en el estadio Tomás A. Ducó, sede del Club Atlético Huracán.
El micro de los jugadores fue escoltado por la Policía Federal hasta cinco cuadras antes de la cancha, por lo que los contratados pusieron una trampa que hizo que el colectivo pinchara las gomas de sus ruedas. Los jugadores del plantel tuvieron que caminar esas cuadras restantes, por lo cual los barra bravas ejecutaron varios disparos al aire desde un lugar estratégico, donde nadie los podía ver, haciendo que todos huyeran corriendo.
Fue en ese momento que Verón pudo quedar solo, recibiendo varios tiros, lo que provoco el auxilio de sus compañeros que poco pudieron hacer. La máxima figura del club se encontraba tendido sin vida en un momento en donde el pánico se apoderó del plantel platense y donde no hubo respuestas ante un episodio tan trágico.
Se terminaba de la manera más increíble la vida y carrera de un jugador odiado por muchos y querido por pocos. Lo que nadie imaginaría es que una persona como Ángel Cappa pudiera ser autor intelectual de este acontecimiento, que hasta el día de hoy aún sigue siendo un misterio.

La felicidad de Emma Zunz



Por Olga Ekkert

Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010



Emma ya no tenía familia, sus seres queridos habían desaparecido o muerto. Estaba completamente sola, y en su vientre tenía a alguien que crecía con el pasar de los días.
La joven no sabía si quería tener ese hijo, ya que la criatura no iba a tener padre, y además, no la tuvo por amor, sino por venganza. A pesar de todo decidió darle vida. Ella sabía que con el tiempo no se iba a arrepentir.
Así pasaron los meses, la panza se agrandaba cada vez más, tenía los pies hinchados y no estaba de buen humor. Las contracciones eran cada vez más frecuentes, se le hacía imposible hacer esto sola. Decidió comunicarse con una de las compañeras que trabajaba con ella en la fábrica y le pidió ayuda.
Ambas, con mucho esfuerzo, siguieron adelante: Emma sin trabajo y su amiga con poca plata. Se alimentaban con pan y leche casi todos los días, era para lo único que les alcanzaba el dinero.
La ropa de la embarazada ya le quedaba muy chica, la panza crecía con los segundos y por el frío que hacía, necesitaba tenerla abrigada. Juntó toda su ropa y la cortó en trozos para poder coserlos y hacer una prenda mas grande. Todos los días se agarraba de su vientre con ambas manos y le cantaba canciones de cuna a su hijo. Sabía que la escuchaba.
Ya a pocos días de dar a luz, en Emma, en su ojos, se veía una luz que reflejaba su felicidad y su amor, por ese bebé que dentro de poco iba a estar a su lado.
Pasaron los años, madre e hijo ya estaban juntos. El parto se había realizado en la casa de la amiga de Emma, no llegaron a ir al hospital. De todas formas, era lo que ella quería.
Se anunciaba, en el afuera, que un grupo de hombres tomarían el poder. Era 1930, un 25 de marzo. Emma sostenía en brazos a su nene y apoyaba se cabeza sobre su pecho. Ya sabía lo que iba a suceder.
Se sentó en una silla, le cantó a su bebé las mismas canciones que le cantaba cuando él se encontraba en su vientre y cerró los ojos.
Estaba aguardando que irrumpieran en su casa, porque ella sabía que los golpistas la iban a asesinar por poseer ideales distintos a los de ellos. Pero no estaba triste, porque los objetivos que tenía en su vida, los había logrado. Continuó cantándole a su hijo.

Nucha, la abuela



Por Eric Lagorio
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010

Está ahí sentada, como despotricando el paso de la vida, como si esperase algún milagro que retome los hilos de la felicidad y el disfrute máximo de antiguos tiempos de adolescencia. La vida se le ha pasado de un saque, repentina y traicionera; el estirpe del tiempo se burla de sus antiquísimas arrugas y sus ojos se tumban en nubarrones de recuerdos. Continúa allí sentada, en la misma silla y observa, se detiene ante la silueta de los objetos que la rodean cotidianamente, como si se tratase de un placer estático, una falacia de sentido que socaba el instante de felicidad y retoma por las riendas de la servil melancolía.
Sus ojos se posan por doquier. Su cuerpo está inmóvil, ya no tiene con qué maniobrar. Está gastada, cansada y alicaída. Los días han pasado como un torbellino y consigo las migajas de un tumulto plenipotenciario erosionan hacia el sentir desconocido, la mixtura de sentimentalismos resquebrajados y anecdóticos que eclosionan en el transcurrir diario. Sus huesos maltrechos y la musculatura atrofiada de tanto baile desandado, desencadenan feroz despotricar que tiñe el silencio de palabrotas y gritos que rebotan en el vacio de las paredes. Nadie la oye, sin embargo ella vuelve a gritar, una y otra vez, cada vez más fuerte, como si aguardase por el abrigo de sus seres queridos, como si se tratase de una señal de auxilio que sobrevive ante la indiferencia de propios y ajenos.
Constantemente se sumerge en un sinfín de irregularidades hogareñas. Intenta lo sencillo y fracasa. Sus ojos se cargan de impotencia y siento que desea golpear las paredes o, quizás peor aún, tomar un revolver y gatillar horizontalmente hacia sus recuerdos en fiel señal de propia intolerancia. De sobre manera sabe que poco resta por vivir y parecería que así lo desea. El sufrimiento monopoliza sus sentidos más profundos y pervierte el placer de abrir los ojos y poder esbozar diálogo con cualquiera a su lado. Lo minúsculo se agiganta y lo enorme le es ingrato. Teme por los pesares que la vida en soledad le imprime, aunque jamás desearía morir. Aún tiene esperanzas, parece que existen motivaciones que la mantienen al tanto del quehacer científico y el cómo sobrevivir entre tanta malicia. Aguarda por el milagro, siempre sentada, sujeta al respaldo de la misma silla.
Ante todo es una mujer generosa. Como toda bonachona de la tercena edad, comparte ciertos vicios con sus colegas etarios que a veces se tornar repetitivos y sumamente redundantes, pero vale la pena escucharla. Lo vale, porque detrás de cada sonido y entre tanto esgrime una pausa, se nota que allí está el valor de la vida en familia, el hecho máximo y fundamental de acercar un oído al ser querido en razón de poder diagramar y sostener extensas charlas amistosas que hagan más ameno el camino por recorrer. Ella se presta y escupe conceptualizaciones propias de la experiencia humana que sorprenden y generan el suspenso necesario que sumerge los sentidos en una dimensión años luz del más allá, lejos de la modalidad mortal de los humanos, donde no se habla ni de finitud, ni de limitaciones. Es la voz de una mujer que pisa los 80, que puede hablar de Perón como también del hipismo; estuvo en todas y a la vez en ninguna.
De seguro ha de ser una mujer valiente y atrevida. A pesar de las dificultades, ella no suele bajar jamás los brazos, está dispuesta constantemente a dar la batalla que la maldita genética del Dios Supremo le ha concebido. En actitud de hipocresía, sostiene un Rosario y hacia él brinda las mayores oraciones que una dama de su talla podría brindar, entumecida actitud anestésica de quien confía y deja a la marchanta espiritual su destino. Es simple y sencilla, no anda con vueltas. Levanta la voz y allí el estallido. Duerme y de pronto se despierta.
Levanta su rostro y sigue postrada en la misma latitud, en el mismo ignoto rincón de la casa que nadie gusta transitar por temor a ser revestidos por la tristeza de una vieja que ya de vida resta tantito unos años. Contados, por supuesto, los días son pesados y carentes de articulación. Las voces se mezclan y el sentido es casi nulo, por no decir deleble y difuso. Las miradas posan distantes ante sus ojos que ya no saben cómo reaccionar, de qué modo romper con la distracción y llamar finalmente la atención de los mismos egoístas de siempre, sujetos desmemoriados que hacen del crepúsculo vital una constante casi permanente.
Sus nietos se acercan, intentan diferenciarse del resto. Les cuesta ser distintos, sumergirse dentro de un mundo comprensivista que poco hace a la normalidad del quehacer social y familiar. Charlan tenuemente, como si hubiese que resguardarse ciertas cosas, como si ellos también fuesen parte de una lógica de socialización normalizada, incluso formalizada dentro del seno mismo del árbol genealógico. Sin embargo, son sólo ellos los que descubren su sufrimiento y se acercan. Tienden una mano, todo parece haber cambiado, al menos por un momento. Ella se revitaliza por completo y sonríe. Una lágrima golpea sus pómulos dañados y la teoría del fénix parece cierta y posible. Su cuerpo, todavía inmóvil, da pequeños brincos imperceptibles en el lugar y su piel retoma el brillar lumínico de aquella anciana adolescente. Se retuercen sus huesos y la musculatura revive. Sus ojos se llenan de carcajadas y por fin lanza unas palabras. Su voz es finita y dibuja sendas manifestaciones de timidez. El contacto se diluye y todo vuelve a la normalidad. Ella sigue allí, sentada en su silla observando el pasar ajeno y postrada con sus tristes ojos en sintonía con “la nada”.
Su nombre es Nucha, mi abuela, nuestra abuela; el fiel reflejo de tantos otros que vacilan entre el griterío y el ignoto rincón, ignoradas como tantas otras almas silenciadas que ya no tienen voz ni voto, que ni siquiera, en vísperas del final, están habilitadas a compartir momentos en familia, como si morirse fuese ahora una decisión anticipada, como si las potencialidades de la experiencia fuesen sólo relativas al colchón de una silla y al mismo respaldo de siempre.

El peor día de mi profesión



Por Eliana Lacerenza
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010

Con mi jefe de redacción teníamos un vínculo de amistad muy fuerte fuera de lo laboral, por eso, cuando estábamos en un bar, en esa hora libre que nos daban, conversábamos sobre cosas personales y también de trabajo, entonces aproveché y le dije que por favor hiciera algo para que no me enviaran a cubrir la manifestación que estaba ocurriendo ese día.
Poco pudo hacer, porque justo en ese momento me habían llamado para informarme que sería yo quien iría a Plaza de Mayo. Los maldije. Ellos sabían muy bien el rechazo que yo le tenía al peronismo, sin embargo, no les importó y no pude quejarme porque si no tendría problemas.
Respiré hondo y salí. En el camino pensaba que tenía que ser cauteloso en la manera de preguntar a los trabajadores, en la forma de actuar, en las palabras que utilizaría. A pesar de mi negación a Perón, a su ideología, no percibirían mi enorme grado de oposición. Sería la mejor nota.
Al llegar, no podía creer la cantidad de gente que se había movilizado de diferentes puntos de la Ciudad de Buenos Aires para pedir por la liberación de Perón. Para mí fue desesperante estar participando, quiera o no, de una marcha a favor de alguien que detestaba, pero era mi trabajo y debía cumplirlo.
Sin grabar me puse a hablar con uno de los huelguistas llamado Pedro que tenía 32 años de edad y trabajaba en del frigorífico Swift, de la localidad de Berisso. Me contaba que estaban allí por el sólo hecho de que querían el regreso de “el más Grande” y para hacer cumplir los derechos del trabajador.
Además, me había dicho que él, sus compañeros, y los obreros de otras fábricas y talleres, no habían ingresado a trabajar ese día e iban recorriendo los establecimientos vecinos incitando a quienes se encontraban en sus labores para luego marchar en favor de Perón por las calles principales hacia el centro de la Capital Federal.
Pedro me había recalcado la reacción que había tenido la policía con ellos en el momento de cruzar los puentes que estaban sobre el Riachuelo, habían cortado los accesos que eran el único paso hacia la Capital para todos aquellos provenientes de la zona sur (entre ellos: Berisso, Lanús y Avellaneda).
Seguía contando que algunos de los manifestantes cruzaron nadando o en pequeñas balsas hasta que, horas más tarde, los puentes fueron liberados. La policía, que apoyaba a Parón, no había dificultado la marcha, inclusive algunos de los integrantes habían cruzado palabras con los huelguistas.
Por último, me contaba la emoción que había sentido cuando “su héroe” había salido por uno de los balcones de la Casa de Gobierno. Se notó en su manera de expresarse la adrenalina que corría por su cuerpo mientras me detallaba cada momento, hablaba con puro sentimiento, parecía que su corazón iba a salirse.
Después escuché el discurso de Perón el cual comenzó agradeciendo la participación de todos, recordó su labor en el gobierno, informó sobre su pedido de retiro, prometió continuar defendiendo los intereses de los trabajadores y por último, pidió a los concurrentes que se desconcentraran en paz.
Muy conmovedor resultó ser para las casi 300 mil personas, menos para mí. Me parecieron densas y falsas sus palabras, pero la gente le creía, se veía conforme y contenta. Todavía no pude entender que fue lo que los enamoró tanto de él.
Luego de haber interrogado a Pedro caminé por la plaza y encontré a otro reclamador, lo entrevisté, me dio su opinión, habló un largo rato. Así estuve toda la noche y recolecté mucha información para la nota. Creí que ya era suficiente y me fui.
Me resultó verdaderamente agotador e inolvidable ese 17 de octubre, por mi parte no voy a olvidarlo porque fue uno de los días más feos de mi profesión; por parte de los peronistas, el mejor día de sus vidas, lo declararon el Día de la Lealtad.

La Argentinidad en el Bicentenario



Por Chabely Grados Rojas
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010


“Como el tiro al corazón de Favaloro”…Así termina una canción de la Bersuit Vergarabat ¿Qué es la argentinidad? ¿Qué es ser argentino? No lo sé, no lo soy.
Pero supongo que ese tiro es por algo, supongo también que ser argentino es por algo ¿algo qué? Futbol, mate, tango, facturas son algunas cosas que los identifican, pero quizás no a todos. Menem, De la Rúa, dictadura, son otras de las tantas.
Quizá ser argentino es como aquel tiro, con causa, directo, culminante y apasionado. Que no se dejó caer a la primera, que insistió hasta el final, que deja una lección, gran lección. Es como si se cerrarán todas las puertas pero aún así siguen intentando y se cierran más puertas pero no importa, siguen insistiendo. Hasta que se ven derrotados, sin fuerzas, sin alguien que pueda dar un centavo por ellos, como la crisis del 2001.
Tiros, llantos, protestas, bombas, justicia, pueden ser algunos de los representa. Es como si se luchara con uno mismo, sabiendo que se puede perder pero también que depende de uno poder cambiar el final, que lamentablemente se olvida, se desecha, se mata, como Claudio “Pocho” Lepratti.
Es como estar sumergido en una contradictoria constante, buscando quizás IDENTIDAD, esa identidad originaria que fue saqueada, exterminada, escupida ¿Y la que vino después? Fue injertada, persuadida, mixturizada ¿Y la de hoy? Sigue en proceso, en proceso de reivindicar lo autóctono pero vivir como lo moderno.
Actuar, pensar, decir que no son el común de sus vecinos, pero de la misma manera actuamos, pensamos y decimos que no son el común de lo que quisieron hacer. Aceptarse primero como son: los del norte, los del sur, los del centro, los del puerto. Que el tiro de Favaloro, el asesinato de Lepratti, “las minas más lindas del mundo” y el dulce de leche sigan y valgan la pena.

La argentinidad en el bicentenario



Por Damián Barreto
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010



Nos encontramos ante la puerta de cumplir doscientos años de historia, donde hemos construido un país noble y con una característica singular, donde somos conocidos ante el mundo por la voluntad y la lucha.
Los argentinos somos distinguidos por la entrega que ofrecemos ante una determinada situación. Como puede ser bien reflejado en el tema deportivo, donde hay figuras que nos enorgullecen.
Asimismo, este año, se desarrollará el Mundial de fútbol con la particularidad de nuestro bicentenario, en el cual todo el país se encuentra ansioso por tener una alegría, salir campeones.
El país necesita sonreír no sólo en cuanto a lo futbolístico, sino como Nación. Una historia argentina que ha transcurrido por diferentes circunstancias que han podido ver la luz, porque somos capaces de lograrlo.
Pero quizás esta fiesta se pueda opacar por aquellas personas que luchan por vivir, ya que no cuentan con los elementos suficientes para sobrevivir. Un lado oscuro en la actualidad, donde es un problema a resolver sin sobresaltos y barreras.
Sin embargo, contamos con la capacidad de sentir nuestras raíces construidas en la memoria y el sentimiento. Es por eso, que aquellos ciudadanos que hoy no cuentan con las enormes posibilidades de crecer, pueden confiar, ya que contamos con una rica reseña de esfuerzo.

Un ejemplo de lucha



Por Nicolás Pillado

Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010

Ha sido una mujer digna de admiración. Quien ha luchado por su derechos en épocas oscuras de nuestra Argentina. Periodos en los que desaparecieron miles y miles de personas y que por ese temor mucha gente se calló la boca. En cambio esta gran mujer no, porque le tocaron a sus seres mas queridos y eso no la dejó tranquila.
Chicha Mariani, un día como cualquier otro se levantó a la mañana temprano y se enteró de la peor noticia de su vida, esa que la marcó para toda la vida. Tanto su hija como su yerno y su nietita habían sido atacados por una patota de milicos, habían bombardeado su casa. De ahí en adelante su reclamo por Justicia y su búsqueda por esta niña ha sido su bandera.
De esta manera, se juntó con otras abuelas que también se encontraban en la misma situación y organizaron la fundación Abuelas de Plaza de Mayo que se encargó de exigir la aparición con vida de sus nietos apropiados durante la dictadura. Estas mujeres con gran coraje marchaban a Plaza de Mayo reclamando al gobierno golpista por los desaparecidos.
Nunca hay que olvidarse lo que el pueblo argentino vivía por aquel entonces, realmente había que tener valor y coraje para marchar todos los jueves durante tantos años ante un estado represor.
La mujer que elegí fue además un ejemplo de la lucha por los derechos humanos. Un ejemplo de coraje, pasión y amor. Amor por lo que hizo, por no callarse cuando la mayoría lo hizo. Cuando leí su historia me emocioné. Me di cuenta que siempre hay que luchar por lo que uno quiere. Para exigir Justicia. Aunque a veces pensemos que no exista, no hay que dejar de buscarla. No olvido, no perdono. Ella tampoco.

Las letras y el periodismo



Por Ignacio González
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010

Cuando la vorágine del minuto a minuto
Calienta la sangre hasta el agotamiento
Es momento de buscar en las letras
El descanso necesario para poder escuchar el viento

Si el agitado ritmo del periodismo
Nubla la vista hasta el cinismo
Es omento de entrar en la literatura
Y buscar ese mundo de frescura

Al momento del agobio y el cansancio
De vivir historias inventadas
Recorré el mundo entero
Buscando historias encontradas

Si las letras te quitaron adrenalina
Y ves que pasa agua bajo el puente
No te quedes ahí parado, corre
Que tu vida es diferente

Una cosa no quita la otra
Pero las letras y el periodismo
No son opción remota
Sino dejar ser uno mismo

Dos realidades



Por Gabriel López Navarrete
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010

Les avisé cuando estaba arriba del micro. Ninguno lo podía creer. Siempre fuimos los cinco inseparables. Las tardes de verano en las plazas o en la casa de Lau. Estaba acostumbrado a que predominara lo gris y el ruido de los motores de los autos. El olor a ciudad, de los escapes de autos, las pizzerías de la zona, del aroma de los desinfectantes en los negocios.
El vivir acelerado, apurado, los micros llenos de gente que se empuja en la calle Gaona porque no hay espacio para caminar libres y tranquilos. Como acá.
De Caballito a Jujuy. Quién sabe al pueblo al que pertenece este monte. Fueron en total 33 horas de viaje. Estaba acostumbrado a esa ruta, pavimento ni muy ancho ni muy estrecho con campo a sus costados y tal vez una estación de servicio cada 90 kil{ometros.
Las siguientes 12 horas las pasé pegado a la ventanilla. El paisaje cambiaba, a los campos llanos y verdes se le iban sumando las sierras. Según el chofer, pasábamos por Córdoba, para ir luego hacia San Luis y Tucumán.
El resto del viaje dormí. En Ledesma todo era distinto. Encontré a un hombre de campo y le pedí que me lleve a la selva. Me adentré, esta era mas seca que la de Misiones que ya conocía. Los ríos eran poco caudalosos y muy angostos. Se oína pájaros, había muchos insectos. El olor a hojas, al aire puro, escaso debido a la altura, me hacía sentir distinto Ahí comenzó mi aventura.
Todos los días recorría un poco de esa selva, tomaba el río como camino y una especie de tótem que fabriqué con piedras y barro. Buscaban comida, exploraba todo lo que podía, em sentía uno mas. A la par comencé a escribir estas líneas.
Voy llegando a los ocho días. Es difícil el no estar en comunicación mas que con alguna llama que se acerca al río a tomar agua. Extraño Caballito, pero no me siento incómodo.

Muerte al Tirano

Por Andrea Achilli
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010



Mientras la noche pasaba
Un federal reposaba
En la puerta de donde dormía
Rosas que descansaba
Tranquilo sin imaginarse
El destino que le esperaba
Al alba lo llevaría
La muerte más dura y fría
Todos los unitarios
Iríamos tras él
Rojo punzó la sangre
A chorros cayéndole
No se preocupe Don Manuel
O nosotros o usted.

El Pacto



Por Pilar Banfi Martini
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010


En el cuarto gris y frío de una comisaría, Emma, sentada, miraba el suelo y repetía en su cabeza las excusas que daría a los policías cuando la interrogaran. Largas horas espero hasta que la llamaron.
Volvió a su casa sintiéndose pesada, como si sus huesos fueran de acero, como si en cada paso se hundiera. Su casa había perdido el color de antes. Se había desquitado, se sentía aliviada, pero algo en su interior se estaba inquieto.
Los siguientes años de su vida fueron monótonos, sin gracia, nada relevante ocurría. Se basó en trabajar, en juntarse con sus amigas, pero siempre todo muy rutinario.
Cerca de 1926, la llamaron de una comisaría, porque habían retomado el caso del asesinato de Loewenthal. Cuando acudió al lugar se encontró, además de la policía que la interrogaría, a un hombre uniformado de militar, quien presenciaría el cuestionario.
Al igual que años atrás, las preguntas fueron cortas, y las respuestas, las mismas, y en poco tiempo, retornó a su hogar. Sin embargo, durante varios días, se sintió acechada y perseguida.
Una tarde, al regresar de la fábrica donde trabajaba, vio al militar que estaba aquella vez en la comisaría, esperándola en la puerta de su casa. Sin alterarse continuó y, al estar frente a él, sólo lo observó. Silenciosa.
El hombre, luego de vacilar un momento, le dijo que el mismo Alvear había ordenado que las fuerzas militares la buscaran y encerraran. Bastante desconfiada, Emma quiso entrar a su casa, pero el militar la retuvo. Casi inmediatamente, recordó el recurso que había utilizado para vengarse.
-Si quiere puede pasar, y hablamos mejor- dijo con una mirada insinuante.
El militar dudó y finalmente aceptó. Al cerrarse la puerta tras ellos, él se adelantó y se le fue encima mientras se despojaba de su ropa. Ella volvió a sentir el asco que había padecido aquella primera vez que sintió el cuerpo desnudo de un hombre sobre el suyo. Sus ojos, apretados, se negaban a abrirse. No quería ver nada. Simplemente, hacerlo.
Un poco después, a penas vestida, miraba desagradablemente cómo el militar se colocaba su ropa. La miró, sonrió pícaramente y le dijo que se encargaría de volver a ubicarla. Que no lo dudara.
Pocas cosas es supieron de su vida después de eso. Ella había abandonado a la mujer con la que vivía una relación secreta, para mudarse con el militar.
En una carta que dejó, antes de suicidarse, decía que no quería volver a acostarse con otro hombre, para seguir viviendo en libertad, que no pasaría por ningún otro cuerpo masculino y deseaba que el golpe de Uriburu acabase pronto.
El cuerpo helado y tieso de Emma tenía mil cortes. Cerca de las manchas de sangre que salían de ella, cuna navaja asesina descansaba.
El militar, al encontrarla, no se sorprendió, y mandó a enterrarla inmediatamente. Nadie leyó esa carta hasta que hasta que un escritor tomó el caso para inspirarse y realizar su obra.

La argentinidad en el bicentenario



Por Pilar Banfi Martini
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010



Resulta difícil caracterizar los elementos que componen el sentimiento nacional, no solamente porque dichos elementos son tomados de diferente manera, sino por su gran diversidad e impacto en cada persona. Es complicado, también, poder describirlos puntualizando en casos específicos.
Así como sentimos que el mate, el Rock, y las tortas fritas son prácticas argentinas comunes, es real que muchos no se sienten identificados con alguno de estos elementos, ya sea porque la cultura argentina se ha visto invadida por otras y la gente las ha adoptado, rechazando completamente lo nacional, o porque estas personas crecieron o se formaron de una manera tal, que se vieron alejadas de dichas costumbres o los elementos que las componen.
En los jóvenes es donde más se denota esta situación: consumen música extranjera, modas, modos de actuar, hablar, pensar. Y no tienen presente aquellas raíces de su pueblo, sus antepasados. Prefieren culturas ajenas, y no la propia.
No recuerdan, a veces hasta no aceptan, que en su sangre hay sangre gauchesca, que tomaba mate, montaba a caballo, cantaba palladas rimando, se batía a duelo, y miraba alto con dignidad.
Doscientos años empapados de cambios en este aspecto y es imposible negar que han quedado latentes actos cotidianos y objetos que usaban los gauchos. Tan bien reflejados en una historia épica, tomada como el primer gran aporte literario argentino, como lo es el Martín Fierro.

Civilización/Barbarie



Por Paula Calgaro
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010

Me subí al auto como todos los días, encendí la radio, y como siempre, el locutor repitió: “la calle Concepción se encuentra cortada por un grupo de piqueteros…”
¡Salvajes! –pensé-. Siempre la misma historia, gente como uno que se levanta a las seis de la mañana todos los días para ir a su empleo, tiene que aguantar a n grupo de vagos que no quieren ganarse la vida de manera digna.
Para colmo, en el primer semáforo, un grupo de chicos de apariencia sucia y quienes seguramente habían ingerido algún tipo de sustancia rara, o alcohol, buscan limpiar el vidrio de mi auto. Rápidamente subí la ventana, ante el miedo a que me robaran o agredieran.
Finalmente, luego de una hora de viaje, llegué a mi oficina para comenzar mi jornada laboral. Tomé el café de todas las mañanas, leí algunas noticias de política en el diario, y encaminé a la pila de papeles que me esperaban en mi escritorio, cuando de repente, un murmullo que venía del fondo, cautivó mi atención.
Eran mis compañeros que discutían sobre una “posible decisión del jefe, respecto a un despido masivo”. Antes de que tuviese la posibilidad de opinar, me llamó, junto con un grupo de compañeros., la secretaria de mi empleador.
Nos explicó que frente a una posible crisis de la empresa, de veían forzados a “recortar el personal”. Sin aviso previo, sin indemnización, me encontré de patitas en la calle y con una paradoja reinando en mi cabeza.
La injusticia había tocado mi puerta y yo tenía ganas de luchar por eso que me habían sacado de las manos.
“Vamos a hacer un corte y que todos se enteren de esta crueldad”, dijo un compañero a mi lado. Fue entonces cuando las palabras que había escuchado en la radio resonaron nuevamente, “piqueteros”.
Una encrucijada me sacudió, ¿estaba yo a punto de convertirme en aquel salvaje a quién siempre miré de reojo?

Muera el Tirano



Por Lautaro Cherniel
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010


Muerte a los tiranos
Unitarios al poder
Este grito sagrado
Rosas va a tener que comer
Arriba el modelo europeo
Ellos no lo han de tener
Luego de destronar al dictador
Todo el pueblo lo podrá obtener
Irónicamente cerraré
Rompiendo con la formalidad
Antes que el Tirano lidere
Nosotros América hemos de conquistar
Oh Buenos Aires, Unitarios han de gobernad.

Viva la Federación


Vosotros somos el pueblo
Y ellos son del viejo continente
Viva la Federación
Ahora el pueblo estará sonriente
Los orgullosos Unitarios
Aferrados a su hipocresía
Forzaron a los pueblos originarios
En su intento de cortesía
Dichoso sea mi general
El hombre de la autoridad y el orden
Restaurador lo he de llamar
Acudiendo a terminar el desorden
Con orgullo y respeto
Invocando a nuestro salvador
Opino de su gran reto
Nunca tuvo ningún rencor

Una persona maravillosa



Por Giuliana Dalinda

Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010


Conocí a Mariela cuando tenía siete años. Una compañera de trabajo de mi vieja la había recomendado para cuidar a mis hermanos y a mí, cuando mis papas trabajaban.
De a poco la empecé a querer. Me ayudaba a hacer la tarea, nos hacía la comida y jugábamos (de eso es lo que más me acuerdo).
Después de tres años, mi mamá no pudo pagarle más, pero la seguimos viendo. Yo era la que iba más frecuentemente.
Ella estudió Psicología en la Facultad de Humanidades. Es una persona abierta y siempre te da el consejo que necesitas. Le encanta la pintura y el dibujo. Siempre admiré sus cuadros.
Es original en su forma de ser, en lo que hace y también en cómo se viste. Valora mucho la vida, es cuidadosa. Cocina rico, cuando nos dejó de cuidar, iba con un changuito vendiendo comida por los locales del centro de La Plata.
En un local de zapatos, conoció a Gabriel, con quien tuvo una hija, Guadalupe.
Ahora yo cuido a su hija cuando Mariela trabaja o cuando no puede cuidarla su abuela.
Lo que más destaco de ella, es su presencia: nunca se enoja, las ganas de hacer cosas y la lucha constante para poder darle todo a su hija, ya que se separó de su marido.
Le importan las cosas simples, y aunque no lo hace notar, es muy sensible.
Le da mucho valor a las relaciones con las personas, se da cuenta de lo que me pasa y me aconseja como nadie sabe hacerlo.
Aunque nos llevamos gran diferencia de edad (tiene más de 35), cuando hablamos parece que somos pares. En cuestión, es una de las amistades más lindas que conservo.

Alejarse de la ciudad



Por Caterina D’ascanio
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010


Harto del ruido, los robos, las calles sucias, de la gente y de la ciudad en todo su conjunto, Julián decidió aprovechar esta semana libre que tenía para viajar, despejarse y olvidarse de Buenos Aires.
Un compañero del trabajo le había comentado que Río Negro era una provincia muy bonita y que en el verano había estado paseando por el Valle Medio, y le encantó. Julián terminó de convencerse cuando escuchó que era tranquilo y que los pocos habitantes de la zona eran muy amigables.
El domingo por la mañana subió los bolsos al baúl del auto, puso un disco de los Rolling Stones y emprendió su viaje al sur del país. Manejó alrededor de quince estaciones de servicio a cargar gas.
Eran aproximadamente las ocho de la noche y estaba totalmente oscuro cuando arribó al pueblo de Choele Choel. Reconoció el lugar, cosa que no le llevó demasiado tiempo debido a que es bastante chico.
Decidió pasar la noche en un hotel que quedaba en el centro, cenó una hamburguesa en el café de al lado, y antes de irse a dormir fue al cine, el cual le pareció maravilloso, porque por sólo cinco pesos, pudo ver una película argentina y ni siquiera tuvo que hacer cola para entrar.
En el hotel le comentaron de varios lugares para ir, y a Julián le gustó la idea de ir a un pueblito costero que se llama Las Grutas y en el que esa época del año parece fantasma, como cualquier otro lugar con playa en el mes de mayo.
Subió nuevamente los bolsos al auto y ascendió a la ruta nacional 250, para seguir paseando. Le encantaba cómo se veían los álamos al costado de la ruta, el hecho de que cruzaba muy pocos autos y el aire frío que entraba por su ventanilla abierta.
Mientras cantaba emocionado un tema que escuchaba en la radio, vio a la derecha de la ruta un cartel que decía “vendo cerezas”. Sin saber que el letrero hacía años que estaba, y que además en esa época del año no hay cerezas, decidió meterse por un camino de tierra a comprar la fruta.
Llegó hasta una tranquera, bajó del auto y se encaminó hasta la enorme casa que estaba del otro lado. Tocó la puerta y, mientras esperaba que alguien saliera, miró a su alrededor. Le encantaba el paisaje, el piso lleno de hojas secas por el otoño, los álamos verdes alrededor del terreno, el aire frío y el sol cálido. Estaba encantado.
A los minutos, una viejita abrió la puerta y lo invitó a pasar, le ofreció mate y pastelitos que estaba haciendo, y le explicó que ya hacía mucho tiempo que no había cerezas, dado a que la chacra se dejó de trabajar cuando su marido murió.
Julián le contó de lo mucho que le gustaba el lugar, de la tranquilidad y de la gente, que era muy buena. La anciana, contenta por el comentario, lo invitó a pasar el día en su casa, para que pueda conocer aún más cómo era la vida en aquel lugar.
Pasaron una tarde muy agradable y comenzó a caer la noche, Julián no quería irse todavía y no sabía cómo hacer para que la vieja lo invite a pasar toda la semana, o al menos la noche en su casa.
En su cabeza, imaginaba lo feliz que sería viviendo en un lugar como ese por el resto de su vida. No se animaba a preguntarle a la señora si podría quedarse a dormir, y tampoco soportaba el hecho de tener que seguir viaje.
Él estaba en la cocina tomando unos mates y la anciana buscaba el álbum fotográfico en el comedor. Había tenido una idea, la llamó, le pidió que vaya a la cocina porque no encontraba azúcar, y se paró detrás de la puerta. Cuando la señora entró con su paso lento y espalda encorvada preguntando qué era lo que buscaba, Julián bajó los brazos lo más fuerte que pudo.
La mató, mató a la señora para poder quedarse en el lugar que tanto lo había maravillado, para estar en tranquilidad y paz y poder alejarse del ruido, el movimiento y la violencia de la ciudad que lo había hartado.

¿Y yo qué estaré estudiando?

Por Fernanda Díaz
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010


- ¿Qué estudiás?
- Comunicación Social.
- ¡Ah! Periodismo.
- ¡NO! Comunicación Social te dije.
- Bueno, es lo mismo…

Este diálogo, repetido hasta el cansancio por los estudiantes de Comunicación Social, nos da bronca y hasta nos termina molestando. Para que aquellos que siguen o pretendan seguir la orientación Periodismo, quizá no tanto, pero para aquellos decididos por la Planificación Institucional, se vuelve tedioso.
Al encontrase uno en medio de esta conversación, trata de explicar que son cosas diferentes, muy relacionadas, debido a cómo está planteada la carrera, pero al fin y al cabo distintas.
Para ser periodista no me pasaría seis años en esta Facultad, me bastarían dos o tres años en un instituto o tal vez, son suerte, la pasión por el oficio.
Nuestros interlocutores no lo entienden, o no lo quieren entender. Así, nos terminamos cansando de las explicaciones y acabamos por acertar nuestro futuro periodístico.
Legados a la Universidad, nos encontramos con materias que nos llevan a cuestionar si en verdad la planificación es certera o una simple distracción para los estudiantes, verdaderamente, de Periodismo. Luego descubrimos aquellas que nos alejan de tales planteos.
A fin de cuentas, ni nosotros mismos sabemos lo que estamos estudiando. Lo que sí sabemos, y nos alegra comunicarlo, es que lo que aprendemos nos gusta, nos abre la cabeza, nos entretiene y hasta nos da motivos de sobra para alegrarnos cuando vemos a nuestros amigos, estudiantes de medicina, ingeniería y veterinaria, que se pasan el día estudiando y ni siquiera tienen la capacidad para captar la diferencia entre el Periodismo y la Comunicación Social.


¿La vida perfecta?

Por Victoria Bibiloni
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Año 2010

Fue la noche del 25 de septiembre de 1984 cuando mi vida y mi muerte se transformaron en la misma cosa. “Eso”, tan fétido y tan ahogante, tan violeta y pútrido, irrumpió en mi casa de la nada; se coló por la ventana, y se coló en mi mundo y en la existencia de quienes más amaba; danzó alrededor de la mesa, en la que estábamos mi mamá, mi hermano José y Fernando, mi prometido y sin que se lo pidiéramos ni nada parecido se quedó, para no irse nunca más.
En un principio, los cuatro fuimos presas del pánico. No terminábamos de entender qué era esa cosa intangible y repugnante, pero su sola presencia ya nos asustaba, nos mareaba y nos mantenía inmóviles sobre nuestros asientos. Esperar era lo único que pudimos hacer, lo único que nuestros cuerpos nos dejaron hacer, mientras tanto parecía que “eso” nos olisqueaba, nos analizaba y nos examinaba de la misma forma que un forense analiza a un cadáver.
Finalmente, o mejor dicho, para comenzar, atacó a mi madre; la dejó reducida a restos, inerte, dura, fría, sin alma y sin esa mirada que tantas veces me devolvía la seguridad cuando estaba en peligro, “eso” salió del cuerpo de mi madre y las risas juveniles de mi hermano quedaron aplacadas por mi griterío, a él también se le había metido adentro y lo había absorbido de la misma manera que lo hizo con mi mamá. José se quedó blanco, lívido, tendido en el suelo y en vez de las pupilas melosas que hacían de sus ojos los más cándidos que hubiera visto jamás había un vacío azufroso, podrido y estático.
Sin pensarlo dos veces giré hasta donde estaba mi novio quien me abrazó con todas sus fuerzas, buscaba protegerme y yo trataba de que al menos él se quedara conmigo. Esa cosa nos separó y un frío abismal invadió hasta la última de mis terminaciones nerviosas. Vi como mi chico pasaba por el mismo proceso que mi madre y mi hermano, su cuerpo, quizá ya sin alma, sin esencia, parecía el de un muñeco de trapo y no el de la persona que tanto había amado.
Quise gritar, pedir ayuda, tirarme por un barranco, salir corriendo, golpear a la cosa, fuera lo que fuera, quise hacer muchas cosas, pero no hice nada. Me quedé ahí, inmóvil, incapaz de articular una palabra o de mover un solo músculo… ¿era demasiado fuerte como para irme o demasiado débil como para atreverme a huir? No lo sabía, no lo supe.
“Eso” se llevaba las alma, la vida, el color, el perfume, el sabor… quedaba sólo el estuche, lo más insuficiente y carente de sentido que todos y cada uno de los seres humanos posee, lo inservible…
Seguía inmóvil, mientras el mazacote me examinaba, yo respiraba hondo, pretendía, incluso en un momento así no perder la calma, ¿me habría vuelto loca o lo que experimentaba era producto de toda la adrenalina que me recorría de pies a cabeza? respiré hondo otra vez, el latido de mi corazón me zumbaba en los oídos, se había tornado ensordecedor.
La bruma asquerosa me poseyó y de repente comencé a sentir cómo me comía por dentro, sentí que mis funciones vitales se iban debilitando, que mi respiración era más trabajosa, que el mundo comenzó a darme vueltas, que mi piel empalidecía y que mi existencia como tal se iba apagando, se me nubló el pensamiento y sentí mi último latido… me desvanecí y cerré los ojos.
El resplandor del sol me quemaba, ¿qué día era?, no lo sabía, ¿dónde estaba?, tampoco tenía una idea certera. Recordé los sucesos de la que pensé que había sido la noche anterior, me acordé de “Eso” y observé mi cuerpo; todo, absolutamente todo estaba en su lugar, tenía mis cinco dedos, los brazos y las piernas y tras verme en el espejo, vi que mis ojos seguían siendo azules.
— ¿Se te pegaron las sábanas? — me preguntó mi hermano
— ¿José?, José, estás vivo, ¡estás!.
— ¡Claro que estoy vivo!, ¿pretendés que me muera?
—No, claro que no.
—Bajá a desayunar. Ya mi chica está en la sala y quiero presentártela. Desde hace un par de horas Fernando está aquí, acaba de volver de Tailandia
— ¿Tailandia?
—Sí, cuando te vea no lo va a poder creer. Ya le dijimos, pero no lo puede creer
— ¿Creer qué?
— ¿Te pasa algo?, recordá que no podés beber en tu estado. Levantate que te estamos esperando todos.
Me incorporé en la cama y pude observar a qué se refería mi hermano. Estaba embarazada, embarazadísima… era increíble e imposible. Fernando y yo habíamos decidido adoptar porque en reiteradas ocasiones me habían confirmado que era estéril.
Algo no estaba bien, definitivamente…El día anterior había perdido a mi familia y ahora estaba embarazada, mi novio que volvía de una excursión de Tailandia, el lugar al que siempre quería ir, pero nunca podía llegar, y mi hermano que hacía años penaba por un amor no correspondido estaba por presentarme a su novia…
Si el día anterior me había aterrado, ahora más. ¿Cuál era la verdad?, ¿estaban todos bien y el sueño era “Eso”? ¿O todo estaba mal y la bruma me producía aquellos sueños de una realidad perfecta?
—Esto es increíble, amor— musitó mi prometido.
— Hija, vamos a desayunar antes de que Osvaldo se vaya de cacería.
¿Osvaldo? Osvaldo era el amor de juventud de mi mamá, ¿cómo podía ser que él estuviera allí también?, ¿cómo podía ser que él estuviera viviendo en mi casa y no con su esposa e hijos?, ¿cómo podíamos estar y ser todos teniendo tal grado de perfección en nuestras vidas?
— ¿Qué está pasando? — Pregunté— ¿dónde estamos?
—Amor, ¿Qué te pasa?, ¿tanto me extrañabas? — preguntó Fernando nervioso
—Sí, te extrañé mucho— me acerqué hacia él y le di un abrazo. Su cuerpo estaba helado y su piel nívea… no parecía él. No era él.
Sonreí y el resto de mi familia me devolvió la sonrisa. Cuando levanté la vista vi que los cuatro pares de ojos que tenía a mi alrededor estaban cubiertos de un fulgurante brillo violeta. Bajé la vista y vi otro par de luces violeta que procedían de mi abdomen.
—Es un varón— me aseguró mi novio. —Se llamará Fidel, como mi padre.
Todos rieron otra vez.

jueves, 8 de julio de 2010

Muerte al tirano

Por Laura San Juan
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010



Mientras me recuesto en mi lecho,
Un sabor amargo recorre mi garganta,
Es que han venido a mi mente
Rizos negros de una mulata.
Traidora a la raza y muy mal hablada
Era aquella negra, de plata mal ganada.

Al federal no lo trago y
Lo inferior nos ha poblado.

Todo el territorio usurparon
Inoportunos, brutos e ingratos.
Rosas por su parte se presenta,
Ante todos como un hombre de buena letra.
Nunca jamás se van a dar cuenta,
Odiosos gauchos, de todas sus miserias.

Yo hice el 17 de octubre

Por Florencia García
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010

Caminamos a paso lento porque nuestros pies se estorbaban y el espacio para avanzar era reducido. Allí estaba el conglomerado de compañeros que de diversos lugares y sectores habían arribado, el cansancio no parecía notarse porque cuando uno espera tanto tiempo por algo, unas cuantas horas no son nada. Las voces se sobreponen una sobre otra y se acallan continuamente. Algunas discrepancias elevan al máximo el sentimiento de furor que por esos momentos colmaba el lugar.
Se buscaba no perder una lucha, aferrarse con fuerza a aquellas cosas que nos habían devuelto la dignidad debíamos demostrar por sobre todo que éramos una fuerza y que
éramos muchos, que no iba a ser tan sencillo apagar la mecha que se había encendido y que lejos de extinguirse se instalaría como bandera y modelo de un país que empezábamos a disfrutar.
El colorido folclore de carteles, afiches decoraban la plaza y los himnos fanáticos habían eco y reivindicaban el nombre gloriado del General. Ahora hemos atacado aquel lugar sagrado y lo hemos hecho nuestro, somos nosotros los dueños del espacio.
De pronto un silencio invadió la plaza, los oídos exigían escuchar aquel discurso que es nuestro, que nos emociona que nos transmite esperanza y que alimenta el espíritu de cualquier obrero que ha
encontrado su arma de lucha.
Los aplausos, ovaciones parecen ser las únicas voces que resuenan ahora por toda la Argentina.

Baño público, debate públio

Por Isabella Manganaro
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010


Si usted quiere tener una discusión seria sobre cualquier tema, no tiene que tomarse el trabajo de ir a un foro, presenciar alguna asamblea o buscar un blog en Internet, simplemente diríjase a los baños de mujeres en la Facultad de Periodismo.
En las paredes de los pequeños cubículos se desarrollan los más amplios debates sobre teorías, ideologías políticas o militancia o militancia universitaria, mechado con alguna declaración de amor dirigida a los muchachos más facheros de la facultad.
Para entrar en la conversación solo se necesita contar con un marcador indeleble o un líquido corrector, aunque con el segundo el trabajo es más tedioso. Al terminar de escribir su pensamiento no debe olvidarse de tirar la cadena y lavarse las manos despreocupadamente para no levantar sospechas.
Además de los ricos debates en los que puede participar, no debe perder la oportunidad de observar como se desarrollan otras discusiones, es por esto que se recomienda ir cambiando de cubículo cada vez que vaya al baño.
Dejando de lado los insultos a las organizaciones estudiantiles y las largas quejas sobre el funcionamiento de la fotocopiadora, los temas de debate son muy interesantes. Desde la adoración a Perón, que casi no encuentra oposición, hasta discusiones sobre género, porque nunca serna sucficientes l@s recaudaos para dirigirse a l@s mujeres en l@ Facultad.
Por todo esto es que se la invita a participar de las discusiones. Cabe aclarar que si usted es del género masculino podrá expresarse tranquilamente en el pasillito dónde los anafes calientan el
agua para el mate.
Y si alguien le reprocha algo no dude en exclamar “Las paredes son la imprenta del pueblo”; quédese tranquilo, lo dijo Rodolfo Walsh.

El buen alumno de Gráfica I

Por Agustina Mandrini
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010



¿Querés ser el mejor alumno de Gráfica I de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social? Primero y principal, leé todos los diarios, en papel por supuesto, nada de nuevas tecnología vía Internet.com.
No importa a qué hora empieces a cursar, si es necesario que te levantes a las 5:30 de la mañana, ¡hacelo! Leé La Nación, Clarín, Página/2 y alguno local. No te olvides de analizar el método de escritura, buscarle defectos, notar si se olvidaron de alguna de las “W” en los primeros dos párrafos. ¡Ojo con la repetición de palabras!
A la hora de escribir, rebuscátelas con esas cuatro o cinco líneas de información que te brinda el profesor. No preguntes aunque no sepas cómo hacerlo; busca (y encontrá) todos los datos que
tu jefe… perdón, profesor, te pide. Si no están imaginalos, suponelos, inventalos, según la necesidad del momento.
Por favor, y con esto sé cuidadoso, respetá la cantidad de líneas por párrafo. Que no sean más de cinco. Quizá si la cantidad de renglones no es múltiplo de este número el lector se enrede y no entienda la noticia.
¿Está claro? Cinco líneas, no seis; no importa, el tamaño de la letra va variando en forma creciente o decreciente. Con cinco líneas alcanza para hacer feliz no sólo al profesor, sino también al afortunado lector.
Por último y esto sí que es importante, cada nota, noticia, breve, o cualquier artículo de esas características tiene que tener al menos tres valores noticiables. Si nos los identficás, buscalos aunque sea debajo de algún verbo que quizá olvidaste escribir
Teniendo en cuenta estas pautas: las cinco líneas por párrafo, la lectura de todos los diarios que el canillita amigo pueda ofrecer y que siempre estén presentes tres de los siete u ocho factores noticiables que existen, no sólo lograrás escribir mejor que Felipe Pigna, sino que es muy probable que puedas convertirte además, en el mejor alumno de Gráfica I, una especie de héroe gráfico para el profe.

Una más del montón

Por Agustina Villalba
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010


Era la cuarta noche que pasaba en vela. Una y otra vez las mismas imágenes penetraban en su cabeza. Su primer hombre, el asco, ella sosteniendo el revólver, la muerte. Ahora cada día era una mentira. En la calle, todas las miradas eran de lástima y al mismo tiempo, de condena.
Ya nadie la miraba a los ojos, eso implicaba ver a una mujer sucia y además, asesina. Emma había dejado de ser una más del montón para convertirse en las sobras, en lo que no valía la pena ni guardar.
La venganza de su padre le había hecho sentir lo que era la justicia, sabía que ahora él descansaba en paz. Ella era el problema, desde aquella noche, se había convertido en el fiel retrato de su padre. Los disparos le habían robado sus momentos felices, sus días en los que nada ocurría más que algún simple altercado en la fábrica.
Cada mes, cada año que pasaba, Emma se alejaba aún más de lo que alguna vez había sido su vida. Varias noches empacó todas sus cosas para empezar de nuevo en otro lugar, pero cuando el sol salía, el futuro se tornaba más real y sus sueños de una vida nueva quedaban atrás. Luego el arrepentimiento la invadía y solía lamentarse, no por la muerte de de aquella noche, sino por no tener el coraje de su padre para dejar todo y comenzar de nuevo muy lejos de allí.
Durante el invierno que siguió, las cosas se volvieron aún más negras para Emma, las miradas de desprecio habían desaparecido y ahora las sucedían las no-miradas. Nadie reparaba en ella. Se había convertido en una más del montón, era parte de aquellos por los que no valía la pena siquiera voltear la cabeza.
La noche del domingo, luego de una extensa cadena de plegarias, decidió tomar coraje y actuar como su padre. Al igual que en tantas otras ocasiones, las valijas y un par de cajas estaban junto a los escalones del zaguán, Emma pensó que sería más fácil para quien viniera que todas sus cosas estuvieran ordenadas, listas para regalar. Aunque según cuentan, el lunes por la tarde todas sus cosas fueron quemadas y la casa quedó abandonada, al menos por un largo tiempo.

El político y su discurso

Por Marcos Gennari
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010


El político argentino tiene como objetivo principal captar a las masas. Para esto posee el “talento” de tener un discurso convincente, muchas veces claro y sencillo, a través del cual da a conocer su pensamiento, su ideología y por lo contrario se muestra diferente a aquel que considera opositor, que en muchas ocasiones, en otros contextos, termina siendo su compañero de formula. Así, pasa de ser “el peor tipo del mundo” a ser “un amigo de toda la vida”.
Son personajes cambiantes, que tratan de opinar de igual manera que lo hace la opinión publica, aunque muchas veces con la ayuda de los medios de comunicación, son ellos quienes generan y forman la opinión que luego se refleja en el día a día de una comunidad.
Siempre intentan quedar bien parados, poner su nombre en lo más alto de la sociedad.
Quieren y buscan el poder, llegar al lugar en el cual lograr cumplir sus promesas tanto personales como a nivel social.
Para llegar a ese poder a ese puesto político soñado, exploran todas las alternativas para realizar posibles soluciones a las preocupaciones que se ven en la calle. Capta a los ciudadanos a través de los medios de comunicación, las publicidades tanto audiovisuales radiales como graficas, además de volantes callejeros.
Intenta ser carismático, pero a la vez se muestra como un ciudadano serio, un hombre o una mujer que puede lograr reparar las malas condiciones en las que vive una sociedad. Se muestran como los “salvadores” de la gente. Como los únicos que pueden reparar los malos mandatos realizados por quienes ocuparon el cargo anteriormente.
Busca tener un apoyo de la sociedad y si lo logra, organiza conferencias, actos políticos para así dar a conocer el apoyo que él tiene por parte del pueblo. Allí tiene la oportunidad de sacar su mejor arma, su lenguaje, realiza el discurso y es escuchado y aclamado por sus seguidores que lo hacen sentir ese “salvador”. Siempre con el mismo propósito, el de captar a la mayor cantidad de ciudadanos para llegar a ese cargo, a ese poder que él busca.

País generoso

Por Octavio Del Real
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010


Quisiera ponerme a hablar
Sobre cómo es mi país.
El lugar donde nací
Y donde espero la muerte
De donde tuve la suerte
De crecer y ser feliz.

Si de música hablamos
Acá tenemos de todo.
De Atahualpa a los Redondos
Y de Sumo hasta Peteco
Que con su violín hace eco
Emocionándonos a todos.

Si nombramos los deportes
Muchos son nuestros orgullos
Y por nombrar solo algunos
Digo Fangio y Maradona,
Los Pumas y las Leonas
Y me falta más de uno.

Tan gloriosa es mi patria
Que no sé de qué hablarle
Si de San Martin y su sable
O de Perón junto a Evita.
Pero no de esa tal Lilita
Que es bastante insoportable.

Acá por todo peleamos
Como River contra Boca
Ford y Chivo siempre chocan
Al igual que los del interior
Que al porteño creen de lo pior
Porque su modestia es poca.

En forma de conclusión
Quiero dejar bien en claro
Que con nuestros altibajos
Amo al país de cualquier modo
Y siempre a pesar de todo
¡SOY ARGENTINO, CARAJO!

miércoles, 7 de julio de 2010

El agua teñida de rojo

Por José Ignacio Lara
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Extensión Chivilcoy
Año 2010


El 6 de junio de 1944 fue un día histórico para los soldados estadounidenses. Las tropas se dirigían hacia las costas de Normandía. Algunos hombres estaban nerviosos, otros ansiosos y algunos no demostraban ningún sentimiento. El piso de la embarcación de pronto se tapaba de vómito, a pocos minutos de que se abrieran las puertas del buque. El miedo se veía en los ojos y se escuchaban las balas del enemigo pasando a centímetros de los cascos.
De pronto, la tierra detuvo la inercia de los barcos y las puertas se abrieron de golpe. No había obstáculos entre la artillería que aguardaba en tierra y los torsos de los primeros soldados que abandonaban su refugio. La balacera no se hizo esperar y los primeros cuerpos comenzaban a sumergirse sin vida en el agua. Los tiradores que esperaban en la costa jugaban al tiro al blanco.
Los afortunados de no recibir ningún proyectil buscaban refugio desesperadamente. Aunque algunos cargaban con un compañero al que le habían dado, pero aun seguía con vida. Mientras los fusiles de los caídos se hundían en el agua teñida con sangre, los que aún tenían su arma en las manos veían cómo algunos integrantes de la tropa se arrastraban dejando alguna de sus extremidades atrás.
El ruido incesante de las ametralladoras enemigas era ensordecedor. Pero a nadie le importaba perder el oído, lo que importaba era no perder la vida. De vez en cuando, los morteros se hacían presentes, dejando un enorme agujero en la tierra, siempre y cuando un soldado no se atravesara en su camino. Muchos hombres cayeron en poder de la fuerza del mortero, acto no recomendable para personas impresionables, ya que extremidades y vísceras quedaban esparcidas en el terreno.
Los soldados que había tenido la fortuna de encontrar refugio se miraban entre ellos con una pregunta en sus ojos ¿Y ahora qué hacemos? Algunos salían a la vista del enemigo para poder llegar hasta detrás de un montículo de tierra, donde no podían ser alcanzados por las balas. Algunos lo lograban, pero otros no tenían esa suerte y su cuerpo se desvanecía al sentir el cálido beso del plomo.
Los hombres que habían logrado llegar a una zona más segura tenían motivos para sentir alegría o algo que se le parezca. Pero ese sentimiento no se presentaba, ya que al mirar a su alrededor descubrían que más de la mitad del pelotón yacía muertos a unos metros de distancia. Ellos esperaban orden de un superior, si aún quedaba alguno. Ya no había tiempo para volver y no quedaba otra opción que seguir hacia delante o morir en el intento.

Manuel Pomels: La vida en naranja

Por Yardhi Abu Aiach
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Año 2010



Quizá usted sea de la clase de persona que, como yo, ha ignorado hechos de la vida cotidiana, como los pequeños que viven en las plazas, subtes y otros espacios públicos.
Aquí les presento, sin que ofenda su sensibilidad, la historia de Manuel Pomels. Un pequeño que conocí en la luminosa ciudad de Buenos Aires, más precisamente en el Obelisco, lugar donde nuestro protagonista nació, se crió y trabajó casi toda su vida.
Manuel Pomels, según me contó al calor de una manta donada y un mate de agua fría, nació a pocos metros del Obelisco, en pleno 9 de Julio. Lugar recorrido por millones de personas al año, un día de invierno en plena madrugada. Según él, su vida ya estaba marcada por la desdicha. Su madre falleció en el parto y una especie de milagro hizo que lo viera un pobre ebrio que le salvó la vida, llevándolo a un hospital. Al no tener familia, el hombre se compadeció de la criatura y se hizo pasar por padre del recién nacido.
La vida de Manuel transcurrió con alegrías y pobreza, pero con dignidad hasta los doce años cuando su padre del alma murió de una cirrosis fulminante.
- De él aprendí muchas cosas, pero la que más me acuerdo es de la sobrevivencia con códigos. Tenía ocho años y me dijo: “Manuel, uno puede tener hambre, frío pero la dignidad y los códigos no se negocian, eso lo va a sacar de acá. Algún día usted va a vivir en un edificio y no en la puerta”.-Me contó mi amigo en una de nuestras charlas.
A los doce años, Manuel decidió hacer de la fantasía del viejo soñador una realidad. Lo primero que se propuso fue conseguir trabajo; fue con otros chicos y les pidió ayuda. En el transcurso de dos meses, limpió y cuidó autos hasta ahorrar para viajar al Mercado Central de Liniers.
El día que finalmente lo logró, fue un día feliz para todos los que vivían en el Obelisco: al menos uno de ellos conseguiría irse. Pero la suerte, como él mismo dice, no ayudó y en Liniers unos adultos lo golpearon, robaron y burlaron, por lo que Pomels volvió caminando.
De todas sus aventuras, fue esta la que rescaté principalmente porque mi amigo me dijo:
-Lo más triste fue cuando caminaba herido, las ropas rotas. Pedí ayuda, clemencia a todo el que pasaba, pero todos me ignoraban y el que no lo hacía, huía asustado.
Es por eso que después de hablar con Manuel Pomels, cada vez que veo un niño de la calle, no importa cómo esté, lo subo a mi auto y lo ayudo.
Manuel murió a los veintitrés años de pulmonía. Poco tiempo después de terminar de relatarme, como él dijo, su vida color naranja, porque de ese color es el día cuando los pequeños son despertados por el rocío y los bocinazos de la calle.

El juego de la copa

Por Axel Biffareti
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Año 2010


En realidad no tiene mucho de juego, hay que ser consciente que uno se está metiendo en temas serios, de lo que, si no se sabe, es mejor no participar. Mi corta edad y mi deseo por vivir y experimentar situaciones poco comunes me llevaron a ser parte de este mundo que termina por perseguirte, ya sea en forma de recuerdos, o cambiando tu forma de ver y sentir la realidad para siempre.
Nunca tuve miedo a la muerte, y nunca escapé al hecho de que algún día voy a morir, por el contrario, mis sentimientos van a contra corriente de lo que siente la gente con respecto a este tema. En varias ocasiones preferí no estar presente en velorios de gente conocida, solamente para no quedar mal con los familiares. Mi punto es que las personas toman a la finitud de alguien casi como su propio fin. Yo no, es más, creo que hasta lo disfruto.
Pero si pienso o actúo de esta forma, no es coincidencia. Pasaron cosas que me cambiaron, algunos creerán que para bien, otros para mal. Me di cuenta de que no encajaba en esto de la “despedida final” el día que murió la hermanita de una buena amiga, de tan sólo seis meses de vida. Pasé un momento tan agradable ese día, que casi logro sentirme mal conmigo mismo.
Hablando de mi amiga, fue con ella y tres amigos más el primer día que jugué al juego de la copa. Era costumbre juntarnos en la casa de Mirna a tomar mate, a pasar tardes y noches en un garaje llevado a quincho, simplemente porque ahí no molestábamos a nadie con nuestras horas de risas y charlas, algo común para un grupo de chicos de quince años. Ya habíamos tocado varias veces el tema del juego, ninguno creía mucho en eso, entonces nunca lo tomamos en serio, pero las ganas de probar eran cada día más fuertes.
De a poco empezamos a ponernos más serios, a buscar información, a hablar con gente que ya había jugado. Conseguimos todo lo necesario, un tablero con el abecedario y los números del 0 al 9, un lugar silencioso (el garaje-quincho era ideal), tres velas que nos darían toda la luz necesaria y ni hablar del ambiente, una blanca, una roja y una negra, una copa que nunca haya contenido agua bendita, y lo más importante, gente dispuesta a participar en el asunto por voluntad propia. Ese día éramos Mirna, Florencia, Fede, Antonella y yo. Estábamos convencidos de jugar, pero de forma seria, siguiendo los consejos de antiguos participantes. Anto era la única que no estaba del todo convencida, insistía en que teníamos que pensarlo bien, que no era solamente una travesura, se notaba que hablaba temblando. No le hicimos caso. Nos sentamos en la mesa y empezamos a jugar. El clima era denso, la temperatura ambiente bajó considerablemente, aunque ahora creo que no estaba temblando por el frío.
Hicimos los movimientos necesarios para comenzar, supuestamente invocar a algún espíritu que quisiera terminar con la curiosidad de cinco adolescentes. La copa empezó de a poco, casi tímidamente a moverse, intentamos bosquejar una sonrisa, pero no podíamos. Anto empezó a llorar, de a uno nos contagiamos de su llanto, y en ese momento la que no estaba del todo convencida, hizo algo que nos dijeron que no hiciéramos bajo ninguna circunstancia, una regla de oro que rige en el juego: “No sacar las manos de la copa” y mucho menos abandonar el juego.
Anto se levantó bruscamente de la mesa, en ese instante la copa estalló en millones de fragmentos, y las velas dejaron de iluminar. Inmersos en esa oscuridad, buscamos torpemente la puerta, al mismo tiempo que los techos temblaban como si un ejército estuviera corriendo sobre nosotros. La puerta no se abría, éramos cinco personas agarradas al picaporte, y simplemente no se abría.
Así como empezó, terminó. El silencio se apoderó del lugar, excepto claro por nuestros gritos. Con el tiempo me animé a entrar otra vez, sin querer me cambió la vida. Habían pasado dos meses desde aquel día, y ninguno había vuelto a hablar del tema, como si nunca hubiese pasado. En el quincho todavía se podían encontrar pedazos de la copa, el resto del lugar estaba como siempre. Hablando de otras cosas, decidimos quedarnos a dormir. Fuimos a buscar colchones y nos acostamos.
Eran cerca de las tres de la mañana cuando sentí un peso sobre mis pies que me despertó. Miré tímidamente sobre la frazada y vi horrorizado a una mujer sentada sobre mí. Estaba llorando y refunfuñaba algo que no entendía. Los nervios y el miedo me hicieron llorar a mí también, y me tapé la cabeza esperando que sea un sueño o mi imaginación que volaba por estar ahí dentro. Volví a mirar pero seguía ahí. No sé si me dormí o me desmayé, pero lo próximo que recuerdo es que Mirna me despertó con un mate a la mañana siguiente.

El Séptimo Integrante

Por Fausto Giorgis
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Año 2010


En un pequeño pueblo al norte de la gran capital porteña, propiedad de los estancieros más acaudalados de aquella zona rural, vivía una familia de apellido Richiotti Viera. Don Francisco Richiotti Viera, como era conocido por los pocos habitantes del pueblo, era un humilde campesino que labraba la tierra. Cada día de su vida, lo pasaba trabajando para poder alimentar a su esposa y sus cuatros hijos.
Luego de mucho esfuerzo, Don Francisco había conseguido ahorrar dinero y aquel día, por cierto domingo, se disponía a pasarlo con su familia realizando un viaje de paseo a la capital. A excepción de él y su mujer, el resto de los integrantes, no conocían Buenos Aires.
A primera hora de la mañana, los seis Richiotti Viera se encontraban en la estación del ferrocarril, esperando que apareciera el primer tren del día. Luego de un viaje sin mayores sobresaltos, arribaron a la enorme estación de Constitución y los más pequeños quedaron asombrados por lo imponente que les resultaba aquel lugar.
Caminaron, recorriendo los lugares más emblemáticos de la ciudad, y ya a la altura del mediodía, fueron a almorzar a un viejo bar del barrio Once. Durante la tarde, debido al cansancio de los niños, la familia se dirigió a los bosques de Palermo, para disfrutar de aquel espléndido día al aire libre.
Los cuatros chicos jugaron al fútbol durante más de dos horas. Cuando el Don Francisco comenzó a advertir que la tarde estaba terminando, llamó a sus hijos y todos juntos comenzaron el regreso a casa. Cuando sólo faltaban dos cuadras para llegar a Constitución, los sorprendió un oportunista fotógrafo, de aquellos que se encuentran merodeando por las calles de Buenos Aires, para cazar familias, parejas, o grupos de amigos que quisieran llevarse un recuerdo de aquella visita a la ciudad.
Ante la insistencia de sus hijos y sobretodo de su mujer, Don Francisco accedió a la toma de la foto y pagó por ella la generosa suma de quince pesos. Mientras el fotógrafo revelaba la foto, el resto de la familia se encontraba inmersa en una discusión por quién sería el primero que se bañaría al llegar. Pero a pesar de que todos hablaban a la vez, el grito ahogado del fotógrafo acaparó la atención de todos.
Se encontraba de pie, con la foto en sus manos y la miraba fijamente. Ante semejante conducta, el señor Richiotti Viera tomó la foto y ante su supresa y horror, junto a ellos aparecía un espectro blanco que saludaba a la cámara.

Buena Suerte y Hasta Luego

Por Lucía Caligiuri
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Año 2010



La vida en matrimonio, se supone, debería ser el comienzo de la etapa y el término de otra. La libertad de cada uno se hace totalmente difusa y firmamos un contrato de por vida con otra persona que pasa a ser tu compañero de lo cotidiano o de lo que va más allá, siempre se es consciente del significado que tiene el anillo de oro que llevamos en el dedo, pero no de que ese accesorio sería el símbolo de los peores años de mi vida.
Cuando lo conocí era como cualquier otro chico de su edad, con tan sólo veinte años, tenía ya las cosas resueltas. Había ingresado a la escuela de leyes y su madurez, acompañada de una simpatía atrapante, eran cualidades que enamorarían a más de una, lamentablemente fui la elegida.
Salimos durante tres años. Fueron treinta y seis meses de cenas, salidas, risas y proyectos que nos llevaron a casarnos el veinte de mayo de ese año. Creo que para julio todo era una pesadilla de la que, aunque lo intentaba, no podía despertar. Había comenzado a trabajar con su padre, un reconocido abogado. Yo estaba terminando con mi carrera de actuación y las materias hacían que despejara la cabeza a la realidad que no quería ver y que me esperaba en casa.
Esa tarde, cuando salí del Taller de Expresión, ya pasaban las ocho de la noche. Al llegar a casa, él estaba tomando una ducha, yo aproveché ese tiempo para preparar algo rápido de cenar. Su humor últimamente había cambiado, sus gruñidos y refunfuneos eran algo común en su forma de ser, pero nada me desconcertó más que aquel insulto que recibí aquella noche a causa de una tontería semejante a la de la falta de sal en la comida.
En ese momento no lo demostré, pero ya comencé a sentir cómo aquella persona a la que admiraba y amaba tanto, empezaba con una metamorfosis personal que, temí, pudiera parecerse a la de un monstruo; y por desgracia tenía el papel trágico de la doncella en peligro.
Los días pasaban y los malos tratos se intensificaban. En un principio eran cosas menores que, tal vez, se debía al estrés del trabajo y de la necesidad de cumplir con las expectativas de su padre; pero olvidó completamente que en casa lo esperaba la mujer de su vida y también tenía expectativas que cumplir con ella.
Insultos, malos tratos, desprecios y hasta una brusca golpiza a la mesa que le había preparado como sorpresa de cumpleaños, formaron parte de lo cotidiano de nuestras vidas como pareja. Mis llantos a escondidas en el baño. El miedo que me generaba su mirada y el olvido al amor que nos teníamos, comenzaron a crear dentro mío un revuelo de pensamientos mezclados con emociones que me llevaron a temer por mi vida.
Muchos meses pasaron y los cosas empeoraron, pero la culminación de mis temores fueron con una cachetada que me marcó, no sólo su enorme y pesada mano, sino fue la firma de mi salida de escape a ese infierno. Hubo dos o tres minutos de silencio luego del fuerte ruido que produjo el golpe sobre mi mejilla; nuestras miradas se entre cruzaron y dijeron más cosas sin una sola palabra, que los millones de gritos de nuestro triste matrimonio. En sus ojos resonaba un “perdón”, en los míos, un “gracias”.
Sonreí de una forma irónica pero a la vez liberadora, subí corriendo los quince escalones hasta la habitación y en menos de una hora tenia un taxi en la puerta, una valija enorme en el baúl que no sólo contenía mi ropa, sino todos los horribles recuerdos que tenía de los últimos meses y un arrepentido ex marido que no llegaba a reaccionar todavía. Mire hacia atrás por la ventana del coche y lo vi, ahí parado, pero ya no era aquel muchacho maravilloso del que me había enamorado y con el cual había planificado los nombre de mis hijos; sino que era la imagen de un pobre hombre que se había perdido así mismo y que ahora, habiéndolo entendido, intentaba buscar como reencontrarse.
Volteé y me di cuenta que no había tiempo para arrepentirse. El amor había desaparecido y por fin, había despertado de ese horrible sueño en el que estaba inmersa. Por delante tenía un futuro lleno de posibilidades que me abría la puerta y decía: “Bienvenida”, y detrás un pasado al que me limitaba a decirle: “Buena suerte y hasta luego”.