miércoles, 29 de septiembre de 2010

Perfil del argentino

Por Flavia Núñez
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010


Rara vez se habla sobre el argentino nombrando características como: pacífico, razonable, modesto. El argentino, típico personaje que lleva la pasión a flor de piel, no deja en ningún momento sus propias ambiciones de lado para tomar amplias decisiones.
Y tomándolo como principal modelo, no es éste más que una pobre víctima de su propia impulsividad y las consecuencias de ella.
Vive alimentándose de su propio ego. Se expresa siempre enamorado de alguna mujer que lo trae loco (más no sea por su figura), y cualquier tango le calza justo a sus penas, cuando no le alcanza con un par de halagos femeninos para volver a sonreír.
Él es un ganador en su propio juego. Sueña con el reino que ni sus propias acciones podrán conseguirle. Grita de rabia cuando no logra ganar, escondiéndose luego tras su aparente calma, que no es más que el esterro momentáneo de su orgullo, estableciendo que aún es ese ser superior ante los ajenos.
Sus victorias: un partido de fútbol ganado con sus mejores amigos, un trabajo que le da buena ganancia sin demasiado esfuerzo físico, la mujer más bella aún dormida a su lado por la mañana; serán los motivos por los cuales se sentará a disfrutar de un fabuloso vino que le hace quedar bien ante todos, aunque ni siquiera tenga conciencia de dónde es su origen.
Es este hombre, de carácter pasional y muchas veces irracional, el propio ejemplo de nuestro propio carácter sin dar lugar a excepciones. El argentino modelo es así pero tal vez, no lo admita jamás.

El cómplice enamorado

Por Luisina Quiroga
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010



No era fácil convivir con esa mentira, esa era la verdad. Emma no podía ya dormir por las noches, cuando sentía que el cielo se le caía encima.
Una madrugada se encontró de repente, desnuda en el medio del Templo, donde lo único que cubría su cuerpo eran lágrimas de culpa. Sus dioses no volteaban a mirarla, como ignorándola, como culpándola.
Ella les gritó, les contó su desgracia y su vacío interior al encontrarse frente a la muerte por un lado, y a la vida en su vientre, que por más milagrosa que ésta fuera, no lograba hacerla sentir bien.
Imposible justificarlo, pero posible entender el relato ganador de esa joven mujer, pero sus dioses no la perdonaban.
Terminose su relato, abre los ojos, se encuentra enredada entre sus sábanas y bañada en sudor. Todo había sido un sueño más; una pesadilla más.
Sintió que había gritado, le pareció que le había contado su dolor a ese cuarto vacío, y eso la tranquilizó porque no había nadie alrededor, ni templo ni santos indiferentes.
Lo que ella nunca notó, que esa noche y todas las otras, aquel marinero trepaba hasta su ventana para verla descansar: el hombre que había sido flechado ante la belleza infinita de Emma.
Se había convertido en su amante en silencio, el que la cuidaba por las noches de temor y ahora, en su único cómplice, el único que sabía la verdad.

Cuarto oscuro

Por Julieta Paús
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010


Luego de su llamado, la justicia optó por investigar cada paso del delito. Emma Zunz no logró una voz intensa para la credibilidad absoluta.
Eran las últimas horas del día cuando comenzaron a aparecer proebas que jamás creía que existían. Conocía los movimientos, los secretos, su seriedad. ¿Cómo se le pudo escapar?
Tras su viaje en un Lacroze pensó correctamente, con insistencia e inseguridad, el placer que lograría luego de la victoria y justicia. Por ello, nada de lo que estaba sucediendo había atravesado su asco, temor y tristeza.
Ahogada en la incertidumbre, nadando en un mar desconocido, se trasladaba a la orilla con claridad. La luz del amanecer coronaba en los altos de la fábrica junto con trajes negros en hombres serios quienes luego de transitar el lugar y sus máquinas, comenzaron a interrogar.
Varias respuestas inconclusas, algunas dichas tres veces sin concordancia, otras que sólo eran silencios, movimientos de cabeza, gestos. Simulaban un ataque de pánico sólo para evitar confundirse.
Sus manos frías, su piel pálida, su mirada atormentada, una voz retumbante que tartamudeaba. Todos estos rasgos transitaban el interrogatorio que buscaba una trama lógica.
Pasado el mediodía, sin bebida y comida, llegó el gerente de la policía. Sus primeras palabras fueron insultos hacia los incrédulos de sus empleados. Aún no habían cerrado el caso, pero no se rendían.
Buscaron entre los libros de su biblioteca un Biblia forrada con una tela que simulaba ser oro, o tal vez lo era. En una de sus páginas Aarón había marcado un apartado que decía: “Pecado el que ha de tener lazos íntimos sin amor”.
Esa fue la clave, religioso, avaro. Primera prueba. Continuando con la tensión en el cuerpo de la asesina hallaron un pelo de color marrón claro, el cual analizaron.
Las fotos de Lowenthal llegaban al final del mar extenso. Era pelado, sólo prevalecía en él una barba rubia, nada en común con lo encontrado.
Emma mantendría su boca sellada con su propia saliva, se había quedado sin palabras. La venció la realidad, el temor la alteró. Y que así, como en ese contexto confesó: “Ha ocurrido una cosa increíble, maté al Señor Lowenthal, en la fábrica de tejidos Tarbuch, por hacer asesinado a mi padre. Y no corre en mi sangre el arrepentimiento”.

Dos líderes espirituales

Por Guadalupe Reboredo
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010



Gol de Alemania. Los rostros del bar se contraen en señal de sufrimiento. Uno de los allí presentes exclama “¡No importa, muchacho! Podemos darlo vuelta”, a lo que sus compañeros responden con débiles sonrisas, alguno continúa flameando la bandera.
- Qué barbaridad, habrase visto con piernas tan largas, estos alemanes parecen imparables- comentó una mujer desde una mesa al compañero que tiene enfrente.
- Por favor, aún no hemos visto nada. Nuestros muchachos han viajada para cumplir con su deber. Esta tierra tiene sed de gloria…
- Tiene sed querrás decir, y hambre, por supuesta.
- Señora Eva, no sea tan pesimista, mire el partido sin sufrir por su pueblo.
- Es que me resulta imposible, Juan Manuel, yo no sé cómo lo hacés. Ya sé que hace años que dejamos el poder en manos de otros, sé que debemos ocultarnos si no queremos terminar en un circo o en un museo, pero a veces me encantaría cambiar de rostro, como Michael Jackson, y circular sin problema. Militaría en el Partido Justicialista, claro y me encargaría de buscar a todos los cerdos que se aprovecharon de mi cuerpo- la voz se le empezó a quebrar.
- Eva, señora, Por favor no se deprima- Rosas hablaba pero no podía quitar los ojos de la pantalla- Tal vez no seamos activos, tal vez no podamos cambiar la historia nuevamente, pero podemos estar seguro de que fuimos íconos humildes, y si las fuerzas divinas nos permitieron seguir transitando por estas tierras, será porque aún quedan misiones que cumplir- se agarró la cabeza con las manos- Casi gol, estuvo tan cerca.
- Entiendo lo que decís- Eva miraba su taza de café pero no bebía- pero es que mi fe comienza a amainar. Ya viste lo que es la oposición, Juan Manuel. El país está cada vez más complicado. No sabés las ganas que tengo de abrazar a Cristina. Le daría todo mi apoyo para que soporte las duras críticas.
Risas de niños se escucharon desde afuera. Las ventadas del bar mostraron un curso de primaria que cruzaba la calle de la mano de sus maestras. Se tomaban de una soga para no perderse, y entonaban una canción de melodía pegadiza que nombraba a Sarmiento como un héroe de la patria.
- Me habría gustado tener niños- dijo Evita en tono lúgubre.
- ¿Para mandarlos a la escuelo de Domingo Faustino?- preguntó su acompañante con ironía- Ese hombre no debería ser ícono. Odiaba a este pueblo, al gaucho, al obrero argentino. Creía sólo en Europa y el iluminismo, y para él, aquí sólo había basura. Me defenestró en sus escritos el bendito Sarmiento. Lo peor para un gobernante no son los opositores sino los intelectuales opositores, y más si son brillantes en su manera de escribir. Encima su rostro decora el billete de cincuenta.
- ¿Creés que no pasé por eso? No fue fácil enfrentar las críticas de Borges ni de Cortázar. “La fiesta del monstruo” de Borges y su amigo Bioy Casares, es una verdadera bararidad, pero compra, claro, seduce. Ni hablar de Cortázar y su “Casa tomada”- Argentina casi mete un gol, está terminando el primer tiempo- Me pregunto qué dirá Borges de los Kirchner. Probablemente se habría puesto en contra de la nueva ley de radiodifusión-
- Si en su época escribió con Bioy Casares, supongo que ahora escribiría con Grondona- apuntó Juan Manuel de Rosas. Eva Perón sonrió.
Terminó el primer tiempo. La pantalla mostró las tribunas de Sudáfrica, donde miles de rostros que alentaban a los diferentes equipos se veían tan nerviosos y emocionados como los propios jugadores.
- ¡Juan Manuel, mirá!- lo tomó del brazo.
- ¿Qué sucede, señora?
- ¡Es Anselmo, en la tribuna! ¿Te acordás de él?- Eva lo iluminó con su sonrisa y Rosas recordó una foto famosísima de la líder del pueblo espiritual argentino protectora de los humildes.
- ¿Anselmo Iglesias, señora?
- El mismo, aquel que murió junto a su hermano por defender a este suelo enarbolando las banderas del peronismo. Hasta se había atrevido a pintar el símbolo que refería al regreso al país de mi marido.
- ¿Y ahora está en Sudáfrica? ¿Por qué no fuimos nosotros?
- Nuestra misión es permanecer aquí, ¿recordás? Vos mismo lo dijiste. Nunca abandonaré a mis descamisados. Anselmo viajó para apoyar a la Selección y también a Maradona. ¿Sabías que Maradona defendió la medida de estatización del fútbol?
- Claro que lo sabía. ¿Pido un tostado?
Evita y Juan Manuel esperaron la segunda parte del partido entre jugo de naranja, tostado y medialunas. Charlaron de cuestiones algo más banales como de su encuentro casual con Hitler, en Bariloche, o de cuando reconocieron al empresario Yabrán en las playas de Pinamar. No se habían relacionado con ninguno de los dos porque los separaban grandes distancias de ideología, pero se sorprendieron al encontrar otros “muertos vivos”, de esos que siguen recorriendo la Tierra.
Cuando comenzó la segunda parte del partido, la gente del bar había perdido bastante el entusiasmo. La selección alemana superaba ampliamente al seleccionado argentino a pesar de que este contara con excelentes jugadores. Juan Manuel y Evita miraban, expectantes.
Minutos antes del segundo gol alemán, un hombre de alrededor de cuarenta años ingresó al bar. Con un aire misterioso y expresión de típico porteño, se acercó a la mesa de Rosas y Eva Perón y se sentó sin decir nada. Resonó el “uh” general de los argentinos que padecían el segundo gol. Eva y Juan Manuel miraron al recién llegado.
- No saben quién soy, no se preocupen- dijo levantando las manos en señal de entendimiento- Ni siquiera yo puedo definirme con un nombre. Me cuesta trabajo explicar de dónde vengo porque he sido creado por un hombre, un autor que intentó definir el ser nacional en mí, en el Hombre de Corrientes y Esmeralda.
Evita le alcanzó un vaso de jugo y le ofreció una medialuna, el hombre aceptó.
- Acepto su invitación y agradezco su calidez. Mi creador, Scalabrini Ortiz, advirtió que los argentinos eran cálidos y buenos amigos- miró a la pantalla- Yo no soy un hombre sino muchos, soy la representación del ser nacional y he venido a advertir lo que piensa gran parte del pueblo. Hoy el equipo argentino perderá por cuatro a cero, y las críticas y burlas serán monstruosas, no sólo desde el exterior sino desde nuestra propia tierra. La oposición atacará con toda su ferocidad aprovechando la desilusión general y ahí será el turno de ustedes. No abandonen esta tierra y den fuerzas a quienes busquen el bienestar general, pues se acercan tiempos difíciles y necesitamos de la ayuda de todos. Hablen en los sueños de la gente es un arma legal para los que transitamos a escondidas. Apoyen al país y denle solidez al ser nacional- se levantó de la silla antes del tercer gol- Yo por mi parte, me dedicaré a esperar, y por supuesto, estaré solo.
El Hombre de Corrientes y Esmeralda se marchó del bar. Evita y Juan Manuel se miraron.
- Me han sucedido cosas extrañas- comentó Rosas- pero nunca algo así.
Cuando terminó el partido, que efectivamente salió cuatro a cero a favor del contrario, los próceres se marcharon del bar, bien abrigados.
- ¿Creés que habrá que ponerse en campaña?
- Sí, lo creo, Juan Manuel. El destino no puede quedar librado al azar. Defenderé mi patria como una madre defiende a su hijo.
- Entonces yo estaré contigo.
Eva Perón y Rosas pasaron frente a una inscripción de “Perón vuelve” que vestía una pared de San Telmo. Evita sonrió.

Madres Coraje

Por Cecilia Bibbó
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010


Si tuviese que elegir la palabra que mejor las describiese esa sería coraje.
Coraje por haberse animado donde nadie más se animó.
Coraje porque mientras algunos preferían gritar los goles y alzar una copa, ellas optaron por luchar por la libertad y la vida.
Coraje porque los pañuelos blancos y las rondas alrededor de la Plaza fueron las únicas armas que utilizaron para enfrentarse a la peor de las tiranías.
Coraje porque aún en los momentos más turbios jamás claudicaron en su lucha.
Coraje porque supieron sobreponerse al peor de los castigos y sacar de allí las fuerzas para seguir adelante.
Coraje porque aún hoy, con sus rostros surcados por las arrugas y toda una vida a cuestas, siguen siendo el más fiel exponente de la lucha por la Memoria, la Verdad y la Justicia.
Ellas son nuestras Madres Coraje. Ellas son esas mujeres que, a esta altura de la historia, no necesitan presentación.

Poema

Por Cármina Arédez
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010



¿Cuánto tiempo tarda una persona en ver?
¿Cuánta soledad se necesita para estallar?
¿Cuántas calles hacen falta para reconocerlas como propias?
¿Cuánta solemnidad tiene que atravesar el alma para desaparecer?
¿Cuánto naufragio es necesario para encontrarse con el otro?
¿Cuánto silencio puede vivir entre nosotros para ser insoportable?
¿Cuántas manos tienen que tocarse para apreciar el tacto?
¿Cuánta memoria debe acumularse para no olvidar?
¿Cuántos pasos incrustados para entender que hay que levantarse?
¿Cuántos libros se necesitan para besar las palabras?
¿Cuánta muerte puede ser costumbre para optar por la vida?
¿Cuántas inseguridades son sumatorias para una decisión?
¿Cuánta oscuridad hace falta para caminar en la luz?
¿Cuánto sufrimiento para atosigar las lágrimas?
¿Cuánta tinta debo volcar para que me leas?
¿Cuántas realidades tienen que cruzarse para que seamos iguales?
¿Cuán diáfana se obliga a ser una frase para estar en tu bandera?
¿Cuánto azul es necesario para descubrir el cielo?
¿Cuántos gritos tienes que oír para reconocerte como pueblo?
¿Cuántos tiros deben dispararse para interrumpir tu sueño?
¿Cuánto de lo que genera tranquilidad perturba la conciencia?
¿Cuántos países levantándose son necesarios para que veas a América?
¿Cuánta historia tiene que empedrar tu garganta para que despiertes?
¿Cuánto tengo que decir para que entiendas que revolución es hacer todos los días?
¿Cuánta música debe derramar poesía para que te identifiques?
Hoy, te invito a que no olvidemos ver el sol.

La revolución es (...)

Por Julia Porto
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010


un cuarto: hay veinte militantes
desarmaron los celulares antes de entrar
les ponen otra vez la batería
cuando vuelven con la familia
al lugar de trabajo o entre amigos
donde escuchan las réplicas:
son teorías heladas
de otras latitudes de otro siglo

el mundo sigue avanzando
dosmilaños después de Cristo
aumentan las notebooks en la zona wi-fi
la high society tiene
sus propias convicciones
de hambre guerra y culos en televisión

la revolución no promete la vida
después de la muerte sin embargo
como cualquier dios
es la única certeza es un engaño.

La revolución es (...)

Por Camila Perez
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010


Revolución es cambio,
es la unión de uno con muchos.
Es despertarse y sentir que tiene que ser diferente,
que debe serlo y por sobre todo tener confianza en que es posible.
Es tener la convicción e ir más allá del beneficio propio,
entender que de nada vale estar bien sólo uno,
es pensar también en el otro,
saber que la disparidad es injusticia.
Revolución a lo grande y revolución de uno mismo,
en el día a día, es revelarse y saber que hay otra verdad,
que otra realidad es posible
diferente que la que se entiende como única y natural,
otras formas más allá de lo establecido,
entender eso como primer paso.
Luego hacer algo por cambiarlo,
luchar porque los demás también abran los ojos,
sepan que hay otros escenarios posibles,
otras verdades por redescubrir,
o mejor dicho, que no hay verdades,
que uno construye la propia,
que no tiene porqué compartir la de otro
por más establecida y legitimada que esté.
Es saber que cada uno construye su propio destino,
que está preso de sus actos
que debe comenzar esta misma mañana por ser diferente
y que si no despierta,
si espera que alguien lo haga por él,
se quedará dormido,
así, por siempre
como un bebé que nunca madura
que sólo vive por satisfacer sus necesidades más básicas,
y ese sueño eterno es peligroso,
es contagioso y vírico.

La revolución es (...)

Por Amneris Martinez
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010


Una mujer desnuda
entre el pueblo
que la mira como a un ángel
de alas grandes, lo contiene
un aliento inflamado
de recuerdo o insolencia,
un grito largamente elaborado
que hace crecer los pechos
y vibrar
los pisos de los despachos
donde habitan magnates que
administran los sueños
que más tarde que pronto
se le han escapado.

La revolución es (...)

Por Lucía Gambarotta
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010



Un niño extendiendo su mano para ayudar a otro,
Un haz de luz en la oscuridad,
O una flor creciendo en el desierto.
La revolución es el deseo
y el paso primero para cambiar,
Aquella utopía que sirve para caminar
en la esencia misma de las personas.
La revolución es aquí y es allá,
Cosechar y volver a sembrar,
Destruir y volver a crear,
Morir y dar a luz una vez más.
La revolución es la paz en el caos,
Un ignorante curioso,
Un científico dudoso,
Un artista de vanguardia.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Las primeras nociones de practicidad

Por Paula Ercoli
Taller de comprensión y producción de Textos II
Año 2010

¿Quién anda ahí? Volví a preguntar, pero esta vez con la voz un poco más temblorosa. Tomé el arma con más fuerza aún e intenté afilar mi ojo para que la puntería se reflejara en el próximo tiro que la escopeta haría resonar en tan sólo tres segundos.
Conté en voz alta: “¡uno, dos, tres!”. De repente, una figura pequeña se hizo presente delante de mí. Disparé. Casi de manera simultánea se oyó un ruido hueco que golpeaba con seguridad el piso de madera. Acto seguido: un llanto de desesperación llenó la habitación; un sentimiento espeluznante me rozó y la culpa inconsciente me hizo entender mi gran error.
Sin querer descubrir nada, di veinte pasos hacia atrás dejando la imagen triste y peliculesca que había protagonizado. Me vi partiendo de la casa, la escena se repitió una y otra vez en mi mente. Sin embargo, las palabras que corrían hacia delante y hacia atrás en mi mente decían: “no estamos solos”.
Me reproché a mi mismo haber pensando que no quedaba nadie, sin embargo las sensaciones fugaces se habían esfumado. El único sentimiento que me quedaba era el de la nada. Prácticamente nada. Practicidad, había sido demasiado práctico. Todo había sido un impune acto matemático. Un extremo demasiado ácido. ¿Todo sería así de ahora en adelante? ¿Así de frío? Todo indicaba que sí. Había asesinado a alguien, pero ¿había sido un asesinato o un acto de favor rápido? De una u otra manera, esas personas hubieran muerto, tal vez sólo había apretado el gatillo del inconfundible destino. Al final de toda esta sesión unipersonal moralista, había recolectado todo lo necesario para volver.
De vuelta ya con el resto, el rechazo se hacía presente en cada abrazo. Dejamos secar el traje en el sótano junto al ventilador. Elena me preguntó una cosa tras otra, y mis respuestas se habían resuelto en variadas ocasiones con una negación de cabeza, bastaba con mecerla de lado a lado.
Todo esto era más práctico aún, o yo lo era tal vez. Nunca le había prestado poca atención a las palabras de Elena y cuando mi poco interés era demasiado notorio, opté por pedirle que me dejara solo, quería descansar.
A continuación mis pensamientos: comencé a notar que mi mente se disipaba, y que deseaba regresar a ese pensamiento de nada. ¿Era posible que mi cabeza estuviera mutando, amoldándose a otros modos de ver? ¿De ver qué? Era lo que seguía, nada había ya para ver, excepto miseria. Un extraño en mi cama.
Un extraño al que le sudaban las manos, los pies, la frente. Las pulsaciones se me aceleraban, pero mi cuerpo estaba pasible. Índices de algo nuevo, pero ajeno a todo lo que permanecía escaleras abajo. Miré la lamparita de la luz que venía distrayendo mis ojos y los había llevado casi a un estado hipnótico. La miré fuerte, con todas las ansias de que se apagara. Con furia, con asco.
Tanto impulso en un solo instante que la luz explotó en mil pedazos. Mi asombro despertó mis sentidos otra vez, pero mi mente lo asimiló normalmente. El aparto psíquico se quedó profundamente dormido.

La Revolución

Por Macarena De Piero
Taller de comprensión y producción de Textos II
Año 2010


Cuántas veces en diferentes cuestiones de la vida, nos preguntamos ¿Por qué? ¿Por qué a mí? ¿Por qué pasa esto? ¿Qué hice para merecerlo?, y justo ahí aparece, la puta realidad y el dicho de mi vieja “Todo lo que sucede, sucede por alguna razón”. Siempre hay una puta razón. O mi clásico, mi imaginación siempre puede más que mi fucking realidad.
Querer cambiar el mundo, algo imposible, o de intentar a través de tus ideas, la forma de vivir y pensar, cambiar a ESA persona que no le importa ni su propio ombligo lleno de pelusas. Lo cual también es imposible, el flaco se fuma un porro y se cree Bob Marley, se hace una melena copada con rulos y es Jimmy Hendrix. Pero si sos feliz así, ¡hacelo! Pero a mí no me jodas la vida. No tengo nada que tapar. Aunque, si en realidad te parecieras un poquito, solamente una pizca a alguno de ellos, me caso. Pero no. Desolada.
Cansada de escuchar siempre la misma melodía. Quiero agregarle notas nuevas, colores, ALUCINEMOS. Cambiar esa canción que tanto mal le hace a mi corazón. ¡Fucking Rules! Cambio YA! “El mundo fue y será una porquería, ya lo sé” ¡Cuánta razón!

¡ Gritos en forma de canción !

¿Cambiará algo? No lo sé ¿Y vos? Cree en mí, ámame, valórame, ¡ABRASA!
Mi razón se desmorona. Estoy cansada, tan cansada. Lo único que tenías que ser, era ser un hombre bueno. Sólo por un momento.
Intercambiemos roles, y fíjate lo patético que es. ¡Ja ja ja ja!.
Pase lo que pase, sea lo que sea. Próxima estación:

--> ¡ESPERANZA! <--
Yo sé, yo creo. Sí, todo va a pasar, todo va a cambiar. Solo nos queda ponernos de acuerdo. Pero si vos no sabes qué es lo que querés ¿Qué mierda puedo hacer yo? ¡Desaparecé!
Ya se fue el tiempo de verme sufrir, no me duelen las heridas abiertas. Y no se te ocurra preguntarme qué será de mí. No quiero saber la respuesta. Esta vida me lleva. Me lleva por un camino insólito, increíblemente desconocido que tanto amo.
Tu poder ya no me consume.
This’s my revolution. ¡My way! ¿OK?

La revolución

Por Angelina Tortarolo
Taller de comprensión y producción de Textos II
Año 2010

Su mejor habitad se podría encontrar en los silencios mentales. Donde la plenitud se apodera y juega con el bienestar. Luego de una reflexión, se hace un camino delineado, que se puede borrar y volver a dibujar. Sin piedras impuestas.
La mejor arma: un alma plena. Inderrotable. No sé si libre, porque siempre hay hilos. No sabría bien qué: un sentimiento, magia, una sensación o una hermosa melodía.
Siendo la crueldad, el mundo de la infelicidad. Habitado por quienes la ejercen y quienes la hacen carne. La mejor bomba, explota en la cara de un ser que no está conforme con lo que hace. Esto sería una bella sonrisa en unos ojos que encandilan.
Una crisis previa, que muestra que las cosas como van no llegarán a ningún lado, a ningún mundo. Pólvora húmeda, que no llega a explotar en ninguna sensación. La cura, un sueño que antes solo era pesadilla. Que no atormenta, que ya no muere en un comportamiento sin sentido, de los cuales solo se podría hacer cargo nuestro arrepentimiento.
Gritar desafinadamente, buscando color en alguna nota inventada. Llenando de matiz un sueño de pantalla negra. Liberando y plasmando feas sensaciones. Viviendo y sintiendo lo que nos llena y nos rebalsa de plenitud.
Millones de revoluciones internas que no tendrán mejor fotografía que la propia. Que una vez revelada dejará una enseñanza, en cuerpos holgados y libres. Que caminarán con los pies a pequeños centímetros del suelo. Mientras aplaudirán a los que vayan llegando con sus revoluciones.

Cuando la salida es despertar

Por Paula Yael Pantaleo
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Año 2010


En un momento se encontró sola en un gran sendero verde, tan vivo como el grisáceo del cielo. Corrió y corrió en diferentes velocidades, a veces lento, otras más fuerte. Se detuvo al darse cuenta que no llegaba a ningún lado. Por momentos parecía que era todo de un color. El camino no tenía forma.
Pensó un rato para ver si lograba distinguir cómo salir de ese camino. Las paredes al igual que el piso eran de hierba que jamás había visto antes. Tocó la pared y la sintió rugosa, de textura compleja. Le daba escalofríos cada vez que la tocaba. La fría brisa que traspasaba su cuerpo aumentaba el temblor que le producía. No dejaba de pensar que estaba tan perdida como si estuviese en un laberinto. Como si estuviese no, estaba en un laberinto.
Se percató de eso cuando el camino llegaba a su fin y automáticamente comenzaba otro, perpendicular a éste. Giró su cabeza y vio que este sendero era aún más largo que el que acababa de cruzar. Se empezó a desesperar. A pesar del frío, sus manos transpiraban y el corazón le latía deprisa. Se quería tranquilizar a sí misma y no se creía ni la mitad de las cosas que pensaba para estar bien. Sentía también un cosquilleo en el estomago que siempre sufría cuando la invadía el miedo.
Sabía perfectamente que correr no la ayudaría en nada. Pero tampoco se le ocurría otra cosa mejor que hacer. Lo increíble es que no estaba cansada, aunque su respiración se notaba entrecortada. El camino era más largo, pero no le pareció más largo. Comenzó a llover. Las finas gotas caían en su negro cabello y recorrían su rostro. Era lo que le faltaba. El vestido blanco empezó a embarrarse en el borde y le resultaba cada vez más dificultoso correr a gran velocidad.
Llegó a la punta y nuevamente se encontró con otro sendero que lo cortaba y se extendía a lo largo de varios metros a su izquierda.
Se sentía angustiada. Lloraba acongojada bajo la lluvia. Tenía un nudo en la garganta que le impedía gritar, aunque estaba convencida de que sería en vano ya que suponía que no habría personas a menos de cientos de kilómetros de distancia. Sus lágrimas eran silenciosas por momentos y en otros su llanto era más sentido preguntándose quién la había llevado ahí y porqué no podía salir.
El vacío que sentía en su pecho se hacía cada vez más intenso. Se encontraba sola, atrapada, y perdida. Su mente se ponía totalmente en blanco para ver si su desesperación cesaba. Le era inútil mantenerla así porque segundos después volvía a pensar todas las cosas horribles que la llenaban de espanto.
Siguió lamentando su desdicha y no encontró razón alguna para encontrarse en un inmenso laberinto verde, que la estaba llevando cada vez más rápido a caer en un abismo del que no podría salir.
Es el día de hoy que luego de esa interrupción que sufrió, no soporta ver el color verde. Y odia ponerse vestidos blancos.

Mil ojos

Por Nahuel Coto
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Año 2010


Me encontraba encerrado hacía cuatro días, se empezaba a acabar el agua y sólo tenía comida para terminar el día. Las paredes oscuras desgastadas por el paso del tiempo comenzaban a cerrarse en sí mismas. Necesitaba aire. Mi cuerpo estaba perdiendo sus fuerzas y mi cabeza no podía dejar de masticar ese ojo oscuro. Pensaba y volvía a pensar en sus movimientos rápidos y como en un par de segundos dentro de su alcance, podía succionarte hasta dejarte sin recuerdos, tirado, vacío.
Las cámaras buscaban noticias en todos lados, cualquiera podía generar una buena nota de tapa, y yo no quería ser el próximo.
Tenía mi cabeza apoyada sobre mis rodillas y la espalda sobre la pared que daba a la calle, así me ocultaba de la luz y no recibía noticias del frío de la mañana. Pensaba, mi cabeza era una maldita calculadora de causas y consecuencias, toda mi vida se había convertido en una jodida partida de ajedrez, y yo estaba en jaque. Tenía que mover la reina, necesitaba agua, sol aire.
Estaba pensando en la posibilidad de cruzar la calle, varias noches entre el silencio de los lentes del gobierno, escuché movimiento en la casa situada enfrente.
Moví mis manos y las situé encima de mi nuca. Comencé a moverme lentamente, me hamacaba, estaba nervioso.
- ¡¿Qué hago?! ¡¿Qué mierda hago?! – grité fuertemente.
Sentí los lentes sobre mí. No importaba. No me alcanzaban donde yo estaba.
Empecé a sumar y restar posibilidades. Lo malo: no tenía posibilidades. Lo bueno: no tenía nada que perder.
Estaba solo y mis decisiones sólo me implicaban a mí. Me encontraba frágil, como el último sueño antes que el poderío de la razón y la tecnología se devore al mundo de un mordisco. Estaba demasiado solo, necesitaba comunicarme, tenía que correr a la casa cruzando la calle o la soledad iba a terminar conmigo más rápido de lo que haría cualquier cámara.
Lo pensé una y otra vez mirando el fusil que aún conservaba apoyado en la puerta. Era demasiado cobarde como para pensar en suicidarme pero no lo suficientemente valiente animarme a efectuar el hecho. El techo de la casa cada vez estaba más cerca, el aire empezaba a desaparecer y ya no quedaba otra opción.
Me paré, mis débiles piernas me avisaron que no eran capaces de sostenerme mucho tiempo, no las quise escuchar. Caminé perfectamente hasta la puerta, respiré profundamente y conté hasta tres, una vieja costumbre que tenía mi abuelo. Siempre le permitió animarse a cosas que no se atrevía a pensar.
Abrí la puerta y tan rápido como mis sentidos heridos y sin entrenamiento me lo permitieron, me lancé a correr. Mi fracaso fue inminente, casi tan pronto me sumergí en la calle, tropecé y quedé tendido. Mil ojos se posaron en mí, podía sentirlos, mirando, escarbando en mi mente. Mis ojos se cerraron.
Cuando desperté estaba en el otro barrio, con un café en mi mano y concurriendo a otra jornada de mi nuevo trabajo. No tengo aire, pero aún puedo respirar.

El Féretro

Por Juan Manuel Román
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Año 2010



La bancarrota era inminente. Las casas más baratas no se acercaban a los planes familiares. Una en especial era magnífica. Cinco pisos, escaleras de mármol, viejos y lujosos muebles, librerías repletas de textos antiquísimos. La compra fue inmediata. Ante un precio tan accesible las dudas llovían, pero ante la peor de las pobrezas era la mejor solución.
Por las noches se sentía la soledad, las frías y lejanas ventanas mostraban un bosque extrañamente deshabitado. La belleza de los árboles sólo podía compararse con los paisajes de la ciudad nevada a lo largo. Esa ciudad que tantos conflictos les trajo, los miraba desde el horizonte, una mínima franja de luces y colores brillantes que alucinaban a turistas y viajantes.
Numerosos cuadros colgaban de las paredes, adornados con bronce y telas antiguas. Los mismos fueron retirados al poco tiempo de la llegada. Las noches comenzaron a ser mucho más frías, aún peor, las ventanas rodeadas de hielo y escarcha, quebradizos como las ramas de los árboles caídos por las tormentas que azotaban el bosque.
Constantes ruidos hacían crujir las paredes, alaridos, gemidos de bebés. Evidentemente no provenían del bosque, las dudas las suposiciones los torturaban Un olor a lavanda reinaba en la casa. Provenía de uno de los depósitos del a cocina, por el que se entraba a través de una alacena.
La tentación fue más fuerte, arrastrado por su olfato, recorrió los túneles que conducían alrededor de la casa. Al despertar de ese lapso de confusión vio un intento de ritual, recientemente llevado a cabo, detrás, el cuerpo inerte de un miembro de su familia. Frío y cálido a la vez, la quietud y el silencio lo apoderaron. El aroma a lavanda, ya nocivo, lo contaminaba.
Toda la recámara olía a muerte, pero el hedor particular del féretro le hacía daño. Intentó por todos los medios huir, pero el camino que había utilizado para llegar estaba sellado por más cadáveres en estado de descomposición. La sangre comenzó a ingresar por la grieta de forma agonizante. No había escapatoria. Se encontraba en un cementerio diseñado para él y su integridad. Allí, sufriría como nunca en su vida, su corta vida. No se podía mover. Contemplaba fijamente el cadáver, extendido a lo largo del féretro.

.De tripa, corazón.

Por José Ignacio Bossellini
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Año 2010

Ha llovido poco, mucho, hasta nevó. Pasaron gobiernos, vivió un cambio de siglo y él no se movió. Le pasaron las mujeres más lindas y más feas por su lado, lo tocaron y no les prestó atención.
Algunas mañanas, reconozco haberlo visto más brillante, hasta parecía feliz. En cambio hoy, cuando temprano en la mañana, con los primeros rayos de sol de testigo, pasé, lo vi triste, mojado y hasta, aunque suene dura la palabra, oxidado.
Lo cierto es que desde hace un año a esta parte, ya no tiene el cuidado que tenía. Ya me di cuenta que no es lo que era, ese auto parecía tener alas donde van las ruedas.
Esa esquina no sería lo mismo sin ese ingrediente, sin el auto de José Alfredo. Ese que por allá, en la década del 90, lo vistió de azul y blanco.
Está bien, hay que aclarar que es un lujo, es un auto venido tan a menos que ya ni arranca. Y por eso el gran José Alfredo lo pintarrajeo con su única pasión, para darle a su esquina ese adorno milagroso, porque ni el más fanático pincharrata le hizo un rayón.

Vivir en el 2037

Por Ivana Figueroa
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Año 2010

Despertar con esa voz de robot, tan tranquila e irritante a la vez, comprendí que era un día más dentro de casa, prender la maquina, dictar clases a mis alumnos, algo normal en la vida de cualquier profesor y relación con los alumnos. Mandar un mensaje al distribuidor de alimentos para toda la semana y bueno divertirme con toda la variedad de cosas con las que cuento.
Hoy por hoy no se lee, todo es hablado y comunicado por Internet y solo se lee los mensajes de textos, igual según con la que puedas comunicarte, hay días en el que se saturan las líneas y no se pude realizar nada; es entonces cuando salgo, tomo un taxi que cruza por mi departamento en el décimo piso y voy a visitar a unos amigos de la infancia.
Recordamos nuestro pasado, un lindo lugar, no sé si lo extraño tanto, pero tampoco sé si me gusta este presente, es cómodo eso sí, pero bueno, me agarra la nostalgia de vez en cuando. Es bueno porque ya no tengo contacto frente a frente con las personas, solo cuando no funciona el sistema, nos vemos.
En estos momentos no podemos tener mucho contacto con otros individuos ya que circulan enfermedades que la medicina no supo controlar, son muy nuevas y muchas; por lo tanto ante de cada visita se procura pasar por un lava humanos, que nos desinfecta, pero igual dicen que no tenemos que tener mucho contacto.
Igual no hay cosa como la computadora con cámara que lo solucione todo, el celular te manda todo a tu departamento. Recuerdo esas casas tan hermosas que tenían, con el crecimiento de la población en el mundo las inmobiliarias compraron todoterreno y casa para poder construir edificios gigantes de más de 100 pisos.
Tenemos un patio en la mitad del edificio y unas tres plazas que quedaron en la ciudad y bueno, el campo donde se siembran las legumbres y granos para el engorde de los animales y para las masas, en ciertos lugares del mundo donde es la temporada se hacen frutas y de eso vivimos.

La primera potencia mundial es la Argentina, ya que halló un planeta cargado de agua dulce a unas 100 galaxias del planeta tierra, y es traída en cohetes especiales para líquidos. Las bicicletas ya no existen al igual que las motocicletas, solo autos voladores individuales o con compartimiento con el chofer y dividido por un vidrio muy grueso.
Es todo nuevo y me gusta pero otros días me irrita tanto. La sociedad retrocede, estamos en esos siglos en que la gente muere por enfermedades sin razón, algunos apenas saben leer y somos privilegiados por eso, no podemos hablar libremente de estos temas porque somos asesinados en los ríos.
Pero, bueno, es como todo, nos adaptamos a las nuevas sociedades, es lo que tocó. Cuesta pero estoy muy seguro que en muy pocos años estaremos contentos de vivir como lo estamos haciendo ahora.

martes, 7 de septiembre de 2010

Patear el sol, activar todos los vientos


Por Victoria González
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010

La fiesta de la revolución

Por Mauro Blanco
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010


Una gran previa se llevaba a cabo en la vivienda de Mariano Moreno. Allí se encontraban San Martín, Belgrano, Castelli, el Che y Fidel entre otros. Partieron al evento pasada la medianoche.
Al llegar la lugar de la fiesta, se sorprendieron con la presencia de figuras como Aramburu, el virrey Hidalgo de Cisneros, Fernando VII, Batista y Videla, entro otros.
Los revolucionarios ingresaban por lista, mientras que los personajes mencionados en última instancia, no figuraban en ella. Entonces Aramburu y sus secuaces fueron a quejarse con el guardia de seguridad:
-¡Esto no puede ser!- exclamó el dictador- ¡Somos la Revolución Libertadora!
-Usted ha hecho un golde de Estado y se ha autodenominado de la manera en que se proclama erróneamente- respondió el encargado del lugar.
Ninguna de esas figuras pudo entrar.
Ya dentro de la fiesta, los revolucionarios empezaron a compartir sus discursos mientras pasaban de fondo videos de sus logros.
Ernesto Guevara dio inicio al evento:
“Afrontar todo tipo de miedo, oponerse y luchar frente a todo régimen que no permita la libertad de los pueblos”.
Don José de San Martín culminó con su conocida frase:
-“Sean libres, que lo demás no importa nada”.
--------------------
Oponerse a todo régimen cuyo trabajo es quitarle los derechos al pueblo, eso es la revolución

Diario de Juan Salvo

Por Agustina Stazzone
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010


Allí estaba Pablo. Quieto, inmóvil, asustado. Quizás tanto o más que yo, sólo que yo disimulaba esa sensación por Elena, por Martita y también por mí, para intentar transmitirme seguridad. Los dos no supimos bien qué hacer hasta que decidí “romper el hielo”, como suele decirse, y luego de unos segundos en que las dos miradas parecieron haber tenido una especial conexión, lo primero que se me ocurrió preguntarle fue cómo había sobrevivido. Me explicó que su patrón lo había encerrado, como de costumbre, y que eso le había permitido mantenerse a salvo de la mortal nevada. Era increíble como, a pesar de la tristeza y el dolor que transmitía su mirada, todavía buscaba con los ojos algún indicio de vida de su mandamás; aunque supiera que era en vano.
De pronto me di cuenta que quien más miedo tenía de los dos era él: con los ojos efectuaba críticamente una radiografía, o al menos eso intentaba hacer, a mi traje. Enseguida lo tranquilicé contándole cómo lo había llegado a confeccionar, demostrándole así, que era un ser humano, de carne y hueso, y no un ser extraño de otro planeta. Puede parecer extraña esta última explicación pero créanme que allí, en ese momento, bajo esa circunstancia, todo lo era.
No había provisiones, había que salir de allí de algún modo pero sólo había un traje “salvavidas” y era el mío, por lo que lo primero que hicimos fue realizar uno muy similar al que llevaba puesto con las herramientas que aquel lugar nos ofrecía. Calculo que habrán transcurrido dos horas aproximadamente hasta que estuvo listo y logramos salir, y digo “calculo” porque los relojes no funcionaban: se habían parado alrededor de la una de la madrugada. Le propicié al chico algunas indicaciones de lo que todavía quedaba por hacer (ahora, con su ayuda, todo sería más fácil y rápido) y le aseguré que en mi casa estaríamos a salvo, tal como mi apellido lo indicaba.
Más allá de Pablo, no había más rastro de vida por ningún lugar adonde posaba mi mirada. Era increíble ver tanta soledad y muerte en esos lugares en los que hacía un día atrás el miedo, el tráfico y la muchedumbre eran moneda corriente. En ese momento alcancé a comprender la importancia de la sociabilidad y el contacto con otros como factor esencial para la vida de la persona. Tantos años repitiendo los mismo la sociología y recién allí comprendí su real valor.
Lo cierto es que apenas caminamos unos pasos y doblamos la primera esquina, unos extraños seres esperaban por nosotros. No tuvimos tiempo de reaccionar ni de emprender la huída cuando se precipitaron sobre nosotros de la forma más inesperada: solamente accionaron un botón del aparato tan particular que llevaban como estandarte y una luz nos encegueció por completo, alojándonos, en cuestión de segundos, en el mismo mundo pero en un tiempo totalmente distinto. Lo comprendimos al instante: habíamos viajado hacia el futuro.

Carta abierta a un político

Por Jessica Noguera
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010


Antes de empezar voy a pedir un aplauso para todos aquellos políticos que fueron capaces de vender nuestro país a costa de la confianza que les cedimos en las urnas. No es tarea fácil administrar una nación, lo sé. Por eso tomaron el camino más fácil y le dieron el poder a otros, a los de afuera, ubicados bien lejos, mas allá del océano y los mares.
Nos es un reproche, los felicito. Yo practico política, y gracias a ellos, nadie cree en la misma. Pero quiero hacerles una pregunta a todos aquellos que tienen como carácter idiosincrático mentir en la cara a todo un pueblo, retomando y “reivindicando” a esas heridas abiertas y los dolores que sufrió. Agarrándose de eso, diciendo que lo recuerdan y que lo van a cambiar, en un tono destacado por la ironía y el cinismo más puro y maravilloso.
Felicito a todos aquellos capaces de convencer con una imagen, con un discurso escrito por otro, con una historia de vida inventada, construida. A todos aquellos capaces de poner cara de póker, cuando son descubiertos y de hacer oídos sordos cuando habla el pueblo, “ese pueblo del cual vienen”. A los demagogos, los clientelistas, los conformistas. A los que sigan a rajatabla la filosofía de que “el fin justifica los medios”, sus medios y hacen todo lo posible por lograr sus objetivos y no perder de vista sus intereses.
Felicito a todos aquellos que por un par de votos ( que los ayudan a tener ese poder tan deseado) salen de sus casas en barrios cerrados y por unas horas se meten en villas, besan a un nen, se embarran los “Ricky Sarkany”, lloran lágrimas de cocodrilo y abrazan un anciano; obviamente frente a los medios que forman parte de su gran patrimonio.
Señores, no quiero que se sientan ofendidos ni mucho menos, si ustedes no son esa clase de políticos. Solamente quiero felicitarlos porque, como ciudadana que practica política, no pude desarrollar esas maravillosas cualidades que ustedes tienen. Me gustaría que me tiren algún truco para poder hacerlo. Porque también tengo objetivos, quiero que América Latina esté unida, pero la gente no me tiene mucha confianza. Gracias a ustedes no creen más en política. Les pido ayuda porque entiendo la política de otra forma y la defiendo. Pero ahora que lo pienso bien, no necesito poder para lograr la patria liberada y latinoamericanista, ese deseo lo lleva el pueblo en sus venas y solito se va a encargar de lograrlo. Esa es la herencia que dejaron ustedes.
Lo puede imaginar, señor, sentirlo en su gran sala, poniendo cara de póker y con un diario “La Nación” al lado. Espero que no lo asuste que el pueblo se organice, ¿No teníamos los mismos intereses?

El Bosque político

Por Alfredo Ledesma
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010


A casi un mes del 25 de Mayo de 2010, con doscientos años contados de patria, la política Argentina debate entre los matices y los extremos de las ideologías. Como corriendo en círculos perdidos en el bosque, árboles de pobreza y riqueza desorientan los pensamientos intelectuales, donde el papel del periodista debería ser, no una brújula (porque puede romperse), ni el sol (porque podría estar nublado), sino el polo magnético para que las brújulas del pensamiento guíen a cada individuo perdido, según su punto de extravío.
Ese polo magnético consiste en la información, como suponiendo un conjunto de periodistas unidos en una ideología homogénea. Los actores sociales, perdidos en este bosque político, pueden encontrar su brújula intelectual que les indique que su punto de orientación les queda a la izquierda y otros a la derecha. El problema está en que ninguno observa que el otro se ubica en otra posición, lo que resulta en la discusión de que si ese punto de orientación, el polo magnético, está a la derecha o a la izquierda.
Pero no está ni en uno ni en otro, ni siquiera en los matices. Aquí la cuestión es ubicarnos en el lugar del otro sin perder el propio. Saber que el pobre pide alimento y abrigo digno todos los días y que el rico ama viajar por todo el mundo, mientras que el periodismo marca este polo magnético a partir de la información a la sociedad conjunta desorientada. El problema es que muchas brújulas intelectuales están rotas, tanto en la izquierda como en la derecha.

El héroe, todos los héroes

Por Camila Cremonte
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010

Corría el año 2010, era una mañana nublada y las nubes blancas, espesas y esponjosas avanzaban lentamente sobre el cielo invernal.
Faltaba una hora para el mediodía y también para el almuerzo. En el cielo las personas comenzaban a reunirse y sentarse en grandes mesas de algarrobo sobre las nubes más suaves.
“¿Dónde vamos hoy?” “¿Qué corriente de viento prefieres?” Se oye allí, entre un leve murmullo. Hay mozas, sirvientas, acompañantes, choferes; amargados, contentos, bailarines y pacatos; todos confluyen ahí, como si el karma de aquellos hubiera quedado pendiente para resolver, su vida continúa igual que antes pero en tierra de muertos.
Una mujer acompaña a Jorge Luis Borges hasta una mesa, lo ayuda a sentarse y apoya su bastón sobre el suelo blanco. Borges saluda en general, pero todavía no hay nadie acompañándolo.
Unos minutos después se oye un “Buen día”, al que el escritor no responde porque cree irrespetuoso tan tarde a su saludo. Minutos después llega un joven. Aunque su rostro y manos daban la sensación de que fuera más grande, todavía tenía muecas de juventud; está acompañado por otro hombre, pocos años más grande, pero otro hombre común. Atrás de un General de largas patillas que llega a caballo, se sienta en la mesa una pálida mujer, la única mujer allí.
El almuerzo comienza pero nadie hablaba, nadie se miraba; sólo el Hombre común asomaba sus ojos en cada bocado, parecía como si estuviera sorprendido frente a la mesa que le había tocado ese día.
De pronto el joven levanta la vista, abre grandes sus ojos y comienza a titubear, todos lo miran.
-¿Eres, eres, eres tú?- Su mirada no se movía de los ojos de la mujer.
-Pequeño, no sé quién creerás que soy, pero sí soy Eva Duarte de Perón.
El joven sonríe pero ya no habla, sólo sonríe. Borges deja el tenedor en su plato y fríamente dice si por favor cada uno podía presentarse.
-Creo que ya me anuncié, soy Eva.
-Y yo me llamo Anselmo- contesta rápidamente el joven.
-Pues aquí estoy yo, Juan Manuel de Rosas- dice el General.
-Me presento, soy Domingo Faustino Sarmiento, al que no ha respondido el saludo- dice mirando seriamente a Borges, que no emitió palabra.
-¿Hay alguien más aquí acompañándonos?- pregunta el ciego intelectual.
-Yo, ya estoy aquí- se escucha.
-¿Y quién es “yo”?- repregunta Jorge.
Yo sólo soy yo, un hombre porteño común.
Se escucharon algunas risas.
-Pero hombre ¿qué es eso de ser común?- pregunta Borges.
-Ser común, normal, no como ustedes que son héroes- responde el hombre común muy convencido y confiado de ser el último orejón del tarro.
-En eso tenés razón, yo soy un héroe, un General, el Restaurador de las Leyes- se ensancha el pecho Rosas- en cada casa, en cada acto y en cada institución colgaba un cuadro mío.
-El pueblo es débil y no está educado frente a la obligación de rendirte culto- afirma Sarmiento.
-Como General nunca he obligado a nadie, sólo he recomendado continuar una línea para el progreso del país- sentencia Rosas y luego sonríe- esos unitarios…-suspira- al fin y al cabo se salieron con la suya, todos los caminos, las rutas y los barcos desembocan en la Capital- y señala hacia la tierra, donde se ve el puente porteño- los hemos perseguido, amenazado, censurado, desterrado, no diré torturado porque es un secreto de Estado- sonríe y guiña su ojo a Sarmiento-. Sin embargo que hoy el puerto no sea federal, me parece lo más correcto, aunque siempre diré “¡Federación o muerte!”.
-¿De qué hablás Manuel? ¡Acá la única heroína es ella, la madre de los descamisados, de los humildes, la defensora del pueblo!- dice el joven Anselmo.
-Te agradezco Anselmo, pero sin ustedes, nuestros combatientes, nosotros no hubiéramos podido salir adelante, ustedes son los héroes del peronismo- dice suavemente Eva, tomando la mano del joven.
-¡Pero Dios santo! Aquí estamos comiendo, ¿podrían no repetir es palabra? Me dan náuseas…- protesta Borges.
-¡Gracias a Perón nunca he leído un libro tuyo! ¡Sos un panqueque, defendiste a la derecha toda tu vida! Y ni te hablo de tu apoyo a la Dictadura porque yo ya no andaba por esas tierras pero lavate la boca antes de hablar del General –dice enfurecido Anselmo que ya estaba a punto de saltar sobre la mesa y caer sobre el escritor.
-Yo soy el único General-protesta Rosas, al cual nadie escuchó.
-Ustedes, ustedes- suspira Borges- el gran error argentino.
-Son unos bárbaros- agrega Sarmiento- son el argentinismo puro, la herencia de los gauchos bárbaros que usurpaban el territorio argentino. Hay que exterminarlos o utilizarlos como soldados o, en su peor defecto, educar a sus críos aunque la sangre es la sangre y ustedes ya no tienen arreglo.
Eva suspira y mueve la cabeza hacia sus lados, como si no quisiera escuchar lo que estaba pasando. Apoya sus frágiles brazos sobre la mesa y se levanta. Camina hacia el borde de la nube y mira hacia abajo, sonríe por lo bajo y cae sobre su mejilla una lágrima, no de tristeza sino de orgullo, de felicidad.
Anselmo se levanta rápidamente y le alcanza un pañuelo. La discusión en la mesa continúa.
-Señora ¿qué pasa? No llore por favor…- ruega casi el joven.
-Tranquilo Anselmo- Eva apoya su mano sobre el rostro del joven como si fuera su madre- Tranquilo que yo ya estoy bien, ya no siento dolor.
-¿Entonces?- pregunta el joven- ¿Por qué llora mi señora?
-Porque estoy contenta hijo mío- y señala hacia la tierra.
Las calles de la capital de Buenos Aires estaban llenas de gente, banderas, tambores, zapatillas gastadas, cantos; todo se vive y se ve desde allí arriba.
-El viento me trajo hasta La Plata y hoy el pueblo está en la calle, no alcanzo a ver o entender por qué se están movilizando, pero allí están, saliendo a la luz, protestando, gritando que algo no les gusta –mira a la mesa, todos miraban hacia las calles en silencio, Eva camina unos pasos hacia el Hombre- ¿Te das cuenta?
El hombre gira sobre sí mismo y mira a Eva.
-¿Si me doy cuenta? ¿De qué?
-Nosotros no somos héroes querido mío, eres tú, son ellos, son el pueblo.
-No señora, usted se está equivocando. Yo aquí conozco a todos, pero nadie a mí. Rosas el héroe de los federales, está en todos los libros de historia; Sarmiento… ¡el padre del aula!; tú, Borges, un genio de la literatura; usted Eva, usted ¡y Anselmo! Que dio su vida por su esposo y por la Argentina- respira hondo- yo sólo soy un hombre que está solo y espera.
-No querido compañero, usted estuvo solo y esperó, es verdad, pero ya no más. Usted es todos aquellos que ya no esperan a un líder que los guíe los saque de su soledad. Ya no más falsas esperanzas. Usted es ellos y ellos son usted, son el pueblo, son un héroe colectivo.
Las nubes comienzan a agruparse y teñirse de color gris, la mesa se hace agua; Borges, Rosas, Sarmiento, Eva, Anselmo y el Hombre común caen como gotas sobre el pueblo que continúa gritando, cantando y levantando banderas porque todos los héroes individuales forman el héroe colectivo; el héroe, todos los héroes.

Bendita paciencia

Por Florencia Zelaya
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Año 2010


Recién se despertaba el día y el sol comenzaba a asomarse para irradiar con su luz. Algunos comerciantes empezaban a levantar las persianas de sus negocios y las madres preparaban a sus hijos para ir al colegio.
Con el correr de los minutos, comenzaba a notarse algo inusual en la ciudad. La avenida principal parecía un camino de hormigas y estaba por iniciarse una fuerte lluvia. El sonido constante de las bocinas acompañaba la interminable cola de autos.
Los vecinos que vivían en los edificios, que rodeaban a la avenida principal, se asomaban a las ventanas con evidentes caras de mal humor, debido a un posible sobresalto ocasionado por los ruidos.
- ¡Estos hijos de puta piensan que son los únicos acá! –dijo desde su auto un hombre vestido con traje y corbata. –Claro, ellos no quieren trabajar y no dejan que los demás lo hagan. Mirá José –le dijo a su acompañante-, ya estamos llegando diez minutos tarde a la reunión por culpa de estos muertos de hambre.
- Piensan que nuestro tiempo vale tan poco como el de ellos –agregó José-. Estos por no trabajar un día pierden dos mangos, que es casi todo lo que ganan. No se ponen en el lugar de gente como nosotros, que por diez minutos podemos perder miles de pesos- insistió.
Mientras estos dos hombres recibían constantes llamadas y mensajes de textos en sus celulares se escuchó desde un megáfono:
- No podemos seguir trabajando en estas condiciones. Nos hacen trabajar doce horas diarias y nos deben meses de salario.
La voz continuó con su discurso:
- Compañeros, acompáñennos en esta lucha, lucha del pueblo, de trabajadores como nosotros.
Al terminar dichas palabras, más de una decena de bombos se hicieron escuchar casi tan fuerte como los bocinazos e insultos de los automovilistas.
El hombre del megáfono volvió a alzar la voz una vez más:
- Le pedimos disculpas a ustedes, a los que estamos retrasando, que son trabajadores como nosotros, pero lamentablemente esta es la única forma que tenemos para que nos escuchen. –Y finalmente agregó - como todos ustedes, somos capaces de hacer cualquier cosa por nuestra dignidad y nuestra familia.
El hombre del auto le comentó a su compañero José:
- ¿De qué dignidad habla éste? Si por dos mangos es capaz de bailar desnudo. ¡Qué se deje de joder y nos deje tranquilos a los que sí queremos trabajar!
José se rió por el comentario y miró la hora. Aproximadamente veinte minutos mas tarde, el tránsito volvió a normalizarse y todo volvió a ser como un día más en la ciudad.
Por María Florencia Sita
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Año 2010

-¿Qué te llevo a hacer lo que hiciste?- le preguntó para sacarle la primera palabra.
-Gané miradas, las que nunca antes tuve, mejor dicho las tuve pero sólo con desprecio o con burlas.
-¿Te sentís bien ahora?
-Sí, aunque no puedo mantenerme en equilibrio, pero tuve lo que quise y no importa que haya sido por poco tiempo, estoy feliz y ¿qué mejor que morir feliz?
-¿Vos pensaste en tu familia? A ellos les importa que vivas feliz y no que mueras feliz.
-Mi familia sabe qué es lo que siempre quise, ser flaca, que todos en la escuela me miraran por linda y no por gorda.
- ¿Vos creés que si alguien es más relleno que otro es feo?
-No sólo yo lo pienso. Todos se ríen de los gordos y todos apuestan a quién se levanta a la gorda.
-Creo que haciendo una dieta y deporte lo vas a lograr saludablemente.
-Desde que nací hago dieta y para los deportes nunca fui buena. ¿Para qué estar toda mi vida privándome de cosas ricas y que dan placer comer y encima hacer deporte si se puede tener una vida corta pero llena de satisfacciones?
-No todos piensan como vos, yo por ejemplo estoy segura que algún deporte te tiene que gustar y que no es necesario privarte de cosas, sólo cuidarte.
-Me siento muy mal, ¿es necesario seguir con este interrogatorio absurdo?, son mis últimas horas y sólo estoy gastando mi tiempo en alguien que no conozco, en quien no confío y quien no me está dejando morir en paz.
-Yo entiendo, pero tus padres me pidieron que trate de ayudarte. La bulimia es algo muy serio.
-Serio ¿Para quién? Las personas que lo hacemos nos sentimos muy satisfechas al comer lo que nos gusta, devolver y luego vernos bien frente a un espejo.
-No puedo convencerte de lo contrario, así que mejor contame todos tus buenos momentos en esta vida.
-Tener amigas que me puedan prestar ropa, poder subir las fotos al facebook sin sentirme avergonzada, acostarme con chicos que me deseaban, ser popular, que todos digan: “Estás hermosa ahora”
-¿Estás entendiendo? Los momentos que decís que fueron los mejores son los de los últimos tiempos. ¿No pensaste que te estás privando de tener un futuro aún mejor?
-No quiero un futuro, con el presente me alcanza.
-¿Y tu familia? Te están perdiendo y ellos se culpan por no haberte podido ayudar antes.
-Que se culpen, lo único que hicieron es dejarme ser feliz, aunque sea por unos años. Ya no puedo más, llamá a mi familia.
-Tengo algunas preguntas más Clara. ¡Clara! ¿Me estás escuchando? ¡Ayuda! ¡Ayuda! ¡No respira!

Por el amor de mi vida

Por Rocio Capozucca
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Año 2010


¿Será lo mejor concurrir a este evento? ¿No quedaré mal visto por mis condiciones sexuales? ¿Por qué tanta riqueza cuando hay niños que no tienen ni un trozo de pan para alimentarse? No sé si estoy en el lugar indicado, pero voy a tratar de pasarlo lo mejor posible, en estos eventos dan para degustar buenas comidas y bebidas caras que sólo la aristocracia puede pagar.
Arnold, el Ministro de la Reina Victoria; no me saca la mirada de encima me incomoda un poco. ¿Qué hago? ¿Le hablo? ¿Le gustaré?
Todo esto es una falsedad con gente hipócrita que dicen querer a todo el mundo y ni ellos mismos se quieren. Mejor me voy al toalet a lavarme la cara para despejarme de esta situación que me está matando.
Todos están felices menos yo ¿Y si mejor me voy? La situación me desborda, creo no sentir los pies, me voy a desmayar; si me esfuerzo llegaré hasta el baño ¡¡Qué olor feo tiene este baño!! Después dicen que la aristocracia es limpia ¡¡Qué falsedad!! Seguro que la Reina restringe el suministro de dinero para que los sirvientes no compren insumos de limpieza ¡¡Qué tacaña!!
El inodoro está flojo, en ningún lugar me encuentro tranquilo ¿Quién anda ahí? Arnold atraviesa la puerta del baño ¡¡ Esto no me puede estar sucediendo!! Mi boca pide besarlo, no sé si estará bien o mal esto es una pasadilla, el calor invade mi cuerpo al igual que mi culpa. Si lo beso ¿qué pasará después? ¿Cómo reaccionará? Si vino hasta acá por algo debe ser, prefiero arrepentirme por lo que hice y no por lo que deje de hacer la vida es una sola y estos momentos son únicos, él y yo estamos unidos por una gran pasión
¡¡A vivir el amor!!
Lo beso y un escalofrío invade mi cuerpo ¿Estoy enamorado de esta persona? ¡¡Creo que sí!! Hasta mi corazón parece desorbitarse ¡¡No doy más!! Quiero pasar el resto de mi vida con él voy a ser feliz no me importa lo qué digan la Reina Victoria y la oligarquía dos personas que se atraen físicamente no pueden estar separadas.
Oigo el ruido de los tacos de la bella Reina ¡¡No quiero que nos vea!! ¡¡Me mata!! ¡¡Me mata!! Tengo millones de dudas en mi cabeza ¿Cómo va a reaccionar cuando se entere que su Primer Ministro es marica al igual que yo? Nada ni nadie va a destruir el momento de felicidad que estoy pasando ¡¡ El amor y la atracción física que siento por él es enorme!!
Esos pasos que se aproximan cada vez más al baño me retumban en la cabeza no me dejan pensar con claridad, lo peor está por venir, tengo que ser fuerte y no dejarme vencer toda mi concentración me salvará de este episodio.
Seguimos juntos, Arnold presiona mi mano no soy nada sin él. Respira en mi oído y me muero de ternura. ¿Qué me pasa? ¿Dónde estoy? ¿Qué me van a hacer? El fuego me está matando ¿La Reina nos habrá descubierto?

Nunca más

Por Carolina Cardoso
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Año 2010

Recostado en la silla junto a la mesa, observaba la simpleza del cumpleaños, los niños correteaban entre la gente, los colores brillosos de los globos, la sonrisa de mis hijos y el sol caluroso del mediodía. Mis ochenta años evidentemente eran motivo de festejo, de reunión y sobre todo de encuentro.
Hacía tiempo que todo había terminado, pero era inevitable no recordar mis dieciocho años, el frío abrumador de la noche, el reflejo incandescente del fuego, el olor del cigarrillo y, especialmente, el olor de la pólvora y el molesto ruido de los estallidos. En la trinchera, seis compañeros y yo habitábamos aquel piso de barro. Con una linterna, leía la carta que mi madre me había mandado, era claro notar las arrugas de las hojas como consecuencia de su llanto. Hugo, mi camarada, prendió su encendedor por encima de un chocolate y todos empezaron a entonar el feliz cumpleaños. Nunca podré olvidar aquel apretón de manos heladas ni mucho menos el deseo que pedí cuando sople la “velita”.
- Apaguen la luz- gritaba Helena, mi hija.
Un pastel gigante y decoroso ocupaba la mesa en mi frente, los nenes aplaudían emocionados junto a su abuela que limpiaba de su rostro la caída de algunas lágrimas.
- Pedí un deseo cariño- me dijo mi señora.
Y todos me miraban contentos, todos esperaban que este viejo les cuente en voz alta su anhelo.
Cerré los ojos, apreté mis manos con las de mi mujer y mordiendo mis dientes: “que no se repita nunca más”.

Noches blancas

Por Lara Pizzichini
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Año 2010


Hace diez minutos escuché a uno. Creo que ahí vienen. Están acechando, esperan que me duerma para sorprenderme en sueños, pero ya los escuché. Sé que están ahí, sé que se acercan.
¿Mis compañeros? ¿Seguirán durmiendo? ¿Los habrán oído? ¿Qué debo hacer? ¿Dar la alarma y exponerme al ataque? ¡¿Qué es eso?! ¡Ese ruido! ¡Ya es demasiado tarde! ¡Ya están acá!
-¡¡Al suelo!! ¡Todos al suelo! ¡a las trincheras! ¡Corramos a refugiarnos! ¡¡¡Ya llegaron!!!
¡No! ¡No puedo moverme! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué me cuesta tanto moverme?! ¡voy a morir!
¡Ahí hay una trinchera!, ¡al fin!, ¡aún hay esperanzas! Vamos piernas, ¡respondan! ¡No quiero morir! ¡No acá! ¡NO ASÍ!
- ¡¡AHHHHH!
Me hirieron. Pero ya estoy a salvo. Las balas no podrán alcanzarme acá. Este lugar es seguro. ¡¿Qué es eso?! ¡¡Un cadáver!! No... no es un cadáver... es...es...
-¡¡Müller!!
¡¡Mataron a Müller!! ¡¡malditos bastardos!! ¡¡Voy a acabar con todos ustedes!!
¿Qué pasa? ¡¿Plumas?! ¿Por qué brotan plumas del cuerpo de Müller? ¿Qué es eso? ¡La cruz roja!
-¡Acá, hombre herido! ¡¡Hombre herido!! ¡¡NO!! ¡¡YO NO!! ¡¡ES ÉL!! ¡¡EL DE LAS PLUMAS!! ¡¿QUÉ ES ESO?! ¡NO! ¡SUÉLTENME! ¡MALDITOS! MATARON A MÜLLER! ¡¡NOOO!! ¡¿QUÉ ME ESTÁN HACIENDO?! ¡¡¡NOOOO!!!

Hace un rato que se fueron. Esos bastardos me pusieron una camisa de fuerza. Me tienen atado, atrapado, drogado. Esperan que me duerma, para poder matarme. Pero yo no me

Un viaje sin retorno

Por Juan Vampa
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Año 2010

Todo había terminado, era hora de volver a casa. Nosotros habíamos vencido a pesar de la gran cantidad de bajas sufridas. Los barcos empezaron a llegar a la costa para trasladarnos hacia nuestro territorio; lamentablemente yo había iniciado este enfrentamiento con varios amigos y al barco me estaba subiendo solo.
Ya lejos de los tanques, las metralletas y las granadas, empecé a recordar a todos los que no volvieron y eran compañeros míos. ¿Qué pasaría cuando el barco llegue al puerto y las familias se den cuenta de que ellos no bajan? Ya era de noche y me dormí en el piso del barco todo embarrado y con frío pensando en eso.
A la mañana siguiente, arribamos al puerto bajo una lluvia torrencial, igualmente todos nuestros familiares nos esperaban ansiosos a que llegáramos al país. Fue horrible observar los llantos y desmayos de las madres de aquellas personas que no bajaban y nunca iban a bajar de aquel inmenso barco. Yo me abracé muy fuerte a mi madre y mi hermana, todos lloramos pero en este caso de alegría.
En casa de nuevo, a pesar del cansancio que tenía, lo último que quería hacer era dormir, tenía horribles pesadillas producto de lo vivido en aquella guerra. Mi madre me preparó mi comida preferida y mi hermana me atendió como una sirvienta, cosa que jamás había hecho conmigo.
Ya había pasado todo el día y la lluvia no cesaba desde la mañana, la noche se acercaba y a pesar de que me dormía parado evitaba de cualquier forma conciliar el sueño para no caer en los horribles recuerdos que éste me traía. La última vez que miré el reloj eran las tres de la mañana. La casa estaba oscura, mi madre y mi hermana me hicieron toda la compañía que pudieron porque yo les había contado lo que me sucedía al dormirme, pero el sueño las superó y se habían ido a descansar. Sin recordar más nada me dormí. Yo también tuve una noche espantosa. Era una pesadilla eterna de todo lo horrible que había vivido en la guerra y no podía despertarme para salir de la misma. El sueño profundo me dejaba únicamente seguir en la pesadilla y no podía salir de ella.
Los meses pasaron y el descansar bien ya era parte del pasado. A pesar de consultar muchísimos profesionales ninguno de ellos logró solucionar mi problema. Las caras de mis amigos y compañeros me las encontraba por todos lados, la locura se estaba apoderando de mí.
Los sueños eran cada vez mas difusos y extraños soñaba con cosas incoherentes y se mezclaban hechos de mi niñez con los de la guerra. Yo ya no soportaba la vida que estaba llevando adelante.
Un año después, el mismo día que había vuelto a casa, llovía de la misma manera que aquella mañana, estaba desquiciado, con y sin sueño de por medio los horribles recuerdos se apoderaban de mí. Decidí ese horrendo día irme a dormir eternamente. A cinco cuadras de casa estaban las vías del tren, allí me tiraría a dormir, el expreso pasaba cada media hora, las pesadillas esta vez no durarían mucho.

Helada conexión

Por María Florencia Seré
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Año 2010


Me desperté de madrugada, todo en mi habitación se veía fosforescente, creí que debía estar soñando, pero no, el pellizcón que me di en el brazo me hizo notar que todo era real, era muy extraño. Abrí la persiana, la luz se hacía cada vez más brillante en un punto, aturdido, escuché a mi perro ladrarle de cerca.
Decidí saltar por la ventana y entender de qué se trataba todo aquello. Me aproximé, con cautela al núcleo de aquel resplandor. Como no sabía qué era, tomé una rama del suelo, al advertir que una especie de huevo se encontraba en el centro del show. Era gelatinoso, un poco asqueroso, pero no me asusté; despacio, con mi dedo índice derecho lo toqué lentamente, era divertida la forma en que éste se hundía en esa masa redonda y fluorescente. Lo agarré con las dos manos y lo metí en el ropero.
Aquello era un tesoro invaluable y yo, era el único dichoso que lo había visto. Me dormí con una sonrisa en la cara.
Al día siguiente, todo estaba revolucionado, mi mamá estaba en estado de shock fumando un cigarrillo, ya había otros tantos consumidos en un pequeño cenicero.
- ¿Qué pasó?- le pregunté indignado.
- El final, eso pasó, todo se terminó.
Prendió la televisión, se veían un grupo de lagartos con trajes verdes y amenazadoras armas. Todo era caos.
Rápido me dirigí hacia mi habitación, me tropecé con la puerta y en un movimiento brusco abrí las solapadas del armario, aquello era increíble: un pequeño reptil se encontraba acobachado en un rincón, al lado de las zapatillas, me invadió el terror y me eché hacia atrás. Este avanzó hacia mí y comenzó a balbucear sonidos ahogados e incomprensibles.
Traté en vano de correr, los músculos no me respondían, supongo que estaba en trance ante la imagen de la criatura. Se acercó lentamente, me pareció que también él estaba asustado, me tocó la frente con uno de sus dedos curvos y largos. Aquella conexión fue impresionante, por un momento se apoderó de mí una ráfaga helada que me recorría todo el cuerpo.
Él me comprendía, mi temor, mi excitación, todo lo que yo sentía, percibió mi esencia y yo la suya, por un momento entendí la razón por la cual se había revolucionado aquel extraño planeta contra el mío.
Me soltó y me di cuenta de que tenía los ojos bien cerrados y que, concentrado pronunciaba algunas palabras muy rápido. Se estaba comunicando con los suyos. De pronto se comenzó a elevar y traspasó el techo de mi casa como si fuera aire, yo creí por un momento que era un ángel, pero no.
Lo habían venido a buscar, toda aquella guerra era sólo la búsqueda de uno de sus pares. Me abandonó instantáneamente, todo fue muy increíblemente veloz, pero nunca olvidaré mi encuentro con un extraterrestre

En la primera fila

Por Carolina Cardoso
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Año 2010

Siempre que iba a comprar los pasajes para viajar y el vendedor me daba la opción de elegir el lugar, mi preferencia era la primera fila, delante de todo. Quizás porque de pequeña lo consideraba el mejor sitio, con una vista amplia de toda la ruta, el campo, los autos y sobre todo por esa sensación de pensar que yo era la que manejaba aquel enorme transporte.

Mi hermana estaba sentada en un rincón tomando un café, su cara estaba terriblemente hinchada, seguramente había llorado mucho. Su novio, serio, pero con los ojos brillosos la abrazaba brindándole algo de consuelo.
Mi hermano, Fabián, llegó un rato más tarde con su mujer y mis dos sobrinos, los nenes daba la sensación de que estaban espantados, qué se les cruzaba por su cabecita, no sé, tal vez no entendían cómo la tía tan joven estaba muerta. Mi cuñada tomaba a los niños con su mano mientras Fabián me daba un beso en la frente y me acomodaba el cabello.
En fin, mi velorio había comenzado, el velatorio quedaba cerca de mi casa y fue inevitable que la chusma del barrio se acercara. Si estuviera viva, las echaría a todas, pensaba yo.
-¡Qué desgracia más grande! – exclamaban las viejas del salón.
-Tan jovencita- decía Marga, una amiga de mamá.
Habían transcurrido bastantes horas, mi papá llego con mis tíos, su esposa y su hijo, tras un viaje relámpago. Fue la primera vez que veía a mi madre y a mi padre abrazados, todo lo que hasta el momento me había resultado algo tan común, en ese instante se tornó diferente y fue ahí cuando sentí lástima, pena, no de mí, sino de ellos, mi familia.
Mi mamá, realmente, estaba irreconocible, destrozada, jamás la había visto tan desalineada y débil. Dante, su esposo, que siempre supo ayudarla y estar a su lado, no encontraba la manera de sostenerla, mamá no hablaba una sola palabra con nadie.
-Descansa en paz Carol- me dijo papá sacando un pañuelo de su bolsillo.
-¿Por qué se murió, papi?- cuestionaba mi hermanito.
-Un accidente.
-¿Y no la voy a ver nunca más a mi hermana?- exclamaba preocupado aquel niño que era la única voz que se animaba a salir.
-No hijo, Carol se va a ir al cielo.
Cuando la morgue estaba repleta, la puerta de entrada se abrió y la gente automáticamente se volteó para mirar cómo mi novio ingresaba con su familia. En ese minuto de puro silencio, fueron inaguantables las ganas de levantarme y correr hacia él, pero ya era tarde.
Mi novio se acercó hacia el féretro y en un susurro me dijo:
-¡No podés con tu genio! Permanentemente quisiste tener la razón en todo- me manifestó con ironía seguro de que yo lo estaba escuchando.
Siempre que iba a comprar los pasajes y el vendedor me daba la opción de elegir el lugar, mi preferencia era la primera fila, si ocurría un incidente yo sería la primera en morir al ser despedida por el aire y sin agonizar.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Mundos paralelos

Por Omaira Muiños
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010

En un pueblo muy, muy lejano, cerca de la montaña vivía un joven triste al que le desagradaba su familia. Su padre, un hombre de “ciudad” se había enfermado debido a la contaminación ambiental y su adicción al cigarrillo. El médico lo había alertado sobre la condición de sus pulmones, mientras que su mujer le aseguró que si no comenzaba a cuidarse se iría junto con su hijo de pocos meses, ya que no quería verlo morir. Por eso se mudó a un lugar donde el aire realmente era respirable, dejó de fumar y aprendió a disfrutar de una vida sin estrés. Se fue con su mujer y su pequeño hijo, jurando no volver a pisar aquel horrible lugar.
Así fue que Luca, el hijo del matrimonio venido de la gran ciudad, pasó 17 años “encerrado” en el ambiente más abierto y espacioso que cualquiera pueda imaginar, pero sintiéndose ahogado y soñando con viajar a un lugar donde el silencio sea inexistente y aterrador.
Desde su cumpleaños número 12, había estado ahorrando las pocas monedas que conseguía o su padre se dignaba a darle. El día que cumplió 18 años, les informó a sus padres que se iría a Buenos Aires.
A la mañana siguiente se fue a la ciudad más cercana, que no tenía muchas diferencias con su pueblo de origen, compró el pasaje del micro, se sentó en su asiento y cerró por completo sus ojos, quería volver a abrirlos en el preciso instante en que tuviera que bajar del micro. Después de 14 horas llegó a Buenos Aires, bajó y lo único que pudo ver eran las luces, la impresionante cantidad de luces.
Comenzó a caminar, esquivando gente y cuidándose de las baldosas flojas que al ser pisadas con fuerza disparan pequeños chorros de agua sucia. Consultando su mapa, decidió conocer en primer lugar el Obelisco. Bajó al subte, se maravilló con la rapidez con que la gente se movía y cómo parecía que nadie sabía que al lado había otra persona, igual o al menos en la misma situación de estar apurado. Llegó a su parada y salió a la superficie: la famosa 9 de Julio era enorme, el movimiento era constante. Las caras en las personas eran muy tristes pero en él era la absoluta felicidad, por fin había llegado a cumplir su sueño.
Recorrió Corrientes con sus teatros y marquesinas, visitó librerías que ofrecían la más amplia variedad de temas hasta en esas horas tardías del día.
Estuvo toda la noche despierto, tratando de aprovechar hasta el último momento de la gran noche porteña. Amaneció y la actividad recomenzó con su característica de inmediatez, comió un sándwich en un bar junto con un café, asociación que jamás se le hubiera ocurrido en su pueblo y disfrutó de un espléndido día de sol.
Al acercarse la noche, buscó un lugar donde dormir, su cuerpo pedía a gritos una cama y la tranquilidad del sueño. Consiguió un lugar económico donde quedarse, la higiene no era un atractivo del lugar pero era lo mejor que podía pagar. Se tiró en la cama como si fuese la mejor pileta y disfrutó de la colchoneta que tenía por colchón sin quejarse. Cerró sus ojos y se dispuso a dormir. Sin embargo la ciudad no frenaba, por lo tanto no dormía y los ruidos llegaban a él como pequeñas fiestas en su cabeza generándole un gran malestar y una fuerte migraña.
A la mañana siguiente, sin haber podido pegar un ojo se dispuso a seguir su recorrido. Las ojeras mostraban lo peor de su semblante, estaba seguro que si se cruzaba con un conocido éste no lo reconocería, ya que él mismo casi no se reconoció en el espejo.
Así vivió su primera semana en la capital del país, sin dormir, con poca comida y sin ninguna cara familiar que lo salude. Contando los pocos pesos que le quedaban se dio cuenta que tenía lo justo para un pasaje de vuelta a casa.
Derrotado por la vida de ciudad decidió que era hora de volver y reconocer que su padre había hecho lo mejor cuando se marchó de ese infierno. Comenzó a caminar hacia la plaza de Retiro donde se quedaría hasta poder subir al colectivo. Al llegar, cansado de tanto andar se sentó un banco mientras rompía su fortaleza con un llanto silencio que no combinaba con la ruidosa ciudad. De repente se le acerco un joven de unos 15 años y le preguntó que le pasaba, Luca lo observó y vio una increíble sonrisa en la cara del muchacho, esto lo reanimó y le contó todo lo que le había sucedido. El joven lo acompaño hasta la terminal diciéndole que la ciudad no era fácil y que lo mejor que podía hacer era volver y disfrutar de su familia. Al llegar a la puerta de la terminal los jóvenes se abrazaron, Luca estaba feliz de haber encontrado bondad en la terrible ciudad, sin embargo el muchacho no era lo que él creía…
Se separaron y Luca se fue derecho a la ventanilla, pidió su pasaje y buscó su billetera en el pantalón. Pero al buscar se encontró con su bolsillo vació y enseguida supo lo que le había ocurrido: el joven que tanta esperanza le había dado, en realidad le estaba robando. Desesperado le relató lo sucedido al hombre de la ventanilla. Éste lo observó con cara cansina y sin demostrar mucha sorpresa le dijo que se dirija a la policía pero le advirtió que no se haga muchas esperanzas de recuperar el dinero. Abatido y desesperado reanudó su caminata hacía ningún lugar. Pronto se topó con las vías del tren y en cuanto escuchó el sonido de aviso de la locomotora supo que hacer. Terminaría con su sufrimiento y evitaría ser el hazme reír del pueblo. Nunca tendría que reconocerle a su padre, la derrota sufrida en Buenos Aires.

Nuestro momento

Por Julián Maidana
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010

Y de repente me di cuenta quién era mientras miraba mi reflejo en un montón de caras. Éramos tantas personas que no cabíamos en semejante plaza. Algunos se refregaban los pies sobre la fuente de agua ya que la venían pateando de muy lejos. Otros más serios y moderados vestían de traje y sombrero sentados en su mayoría en los bancos, como debe ser. Otros se asomaban curiosos por afuera de la plaza ya sea por tímidos, miedosos y también sospechosos de lo que ocurría, mientras que en oposición llegaban los camiones con la gente colgada de lugares impensados, con los bombos y el reclamo encarnado en cánticos y alaridos. Hay que decir también que algunos pocos - a quienes les encanta su condición de pocos - miraban la muchedumbre por el balcón de las casas, con un aire de desprecio y superioridad sólo por estar más alto que los demás. De todas maneras nadie podía negar que lo que estaba sucediendo fuera algo genuino que no surgió de la nada absoluta sino que siempre habíamos estado. Que sentíamos la necesidad de darnos a conocer por la fuerza.
Yo no conocía, no sabía que podíamos llegar a generar tanto revuelo por nuestros propios medios entre banderas argentinas, pancartas y pañuelos. No creí que éramos capaces y no era el único que lo pensaba. En verdad, estábamos acostumbrados a ser reprimidos, perseguidos por reclamar lo que nos parecía justo y por la indignación de tanta injusticia. Mala aquella costumbre porque nos obligaba a ceder lo que ya no teníamos. ¿Qué se puede dar cuando ya no hay más nada que dar? Pues bien, creo que esta vez finalmente los represores fueron los que huyeron porque no se animaron a tanto barullo. Autoridad que se acerco a poner orden recibió varios tortazos, hay que decirlo la verdad es que no fuimos ningunos santos ese día.
Lo que nunca voy a olvidar es que fue la primera vez, y de ahí para siempre, que pude sentir que mi identidad era la del pueblo trabajador. Un trabajador más de Tolosa que se levantaba todos los días bien temprano, a la madrugada, para tomarme el tren hasta llegar a Constitución y caminar hacia la fabrica, volver por la noche y así ganarme la moneda para ayudar a mi familia, en especial a mis hijos sosteniendo el deseo de que tuvieran un mejor futuro que el mío. Así de simple, y así de esforzado.
Cuando llegó la noche pensamos en que no quedaba otra que tomar la casa. No se podía creer en la terquedad de esos tipos, algo suponíamos que estaban tramando a pesar de que la pueblada no se movía ni un centímetro de la plaza. Pasadas las 6 de la tarde comenzamos a cantar más fuerte. Lo queríamos de vuelta a Perón, ese tipo que nos supo escuchar, entender y ayudar. Finalmente salió al balcón con los brazos bien en alto demostrando que se encontraba bien. Todo lo que fue diciendo después quedo enmarcado en un contrato entre él y los que estábamos acompañándolo. Desde siempre su compromiso con los trabajadores y desde nosotros a trabajar una vez más dignamente bajo una causa nacional y popular.