sábado, 30 de junio de 2012

Mi velorio

Narella Senra
Taller de Comprensión y Producción de Textos I


Segundos antes de mi último suspiro, cerré mis ojos cansados ya de tanto ver y me dediqué a proyectar, sobre mis párpados, la película de mi vida, citando en ella a los protagonistas y a las escenas más felices y más tristes.
Junto con mi última inhalación de oxígeno, me abordaron dos pensamientos. El primero fue exhalar con tal fuerza que me asegurase despedir todo resto de vida de mis pulmones, y  el otro fue darle un final feliz a la película que acababa de ver.
Yacía ya inmóvil en el féretro, vestida como lo había pedido, con mi camiseta roja y blanca y con mi pantalón favorito.  La expresión de mi rostro revelaba el cierre feliz que le supe dar a mi historia. Ni los lamentos ni los llantos, ni las más dolorosas palabras de adiós podían cambiarle a mi cara los signos felices que yo le había regalado en el momento de mi muerte.
Inevitablemente, la naturaleza me fue otorgando, con el paso de las horas,  características con las que yo no estaba de acuerdo.  La palidez de mi rostro, mis labios inexpresivos, el despojo de mis cabellos sobre la manta del féretro y la rigidez de mis miembros, no coincidían con el sentimiento que mi alma, con más alegría y vida que nunca, quería expresar.  Quizás fue una vida llena de tristezas, desamor y soledad lo que me había llevado a regalarme, en mi último suspiro, un poco de felicidad.
Esas doce horas que duró mi velorio me sirvieron más que toda una vida para entender que la felicidad está en uno, que hay que saber encontrarla y, que una vez hallada, no hay nadie, por más tristeza que pretendan transmitirnos, que pueda acabar con ella.

La misma historia

Pablo Brambilla
Taller de Comprensión y Producción de Textos I

Otra vez lo mismo. Era de noche, tarde. Era uno de esos días que iban a ser malos. Ella lo presentía. Estaba recostada en la habitación con una congoja que la invadía. De pronto, se abrió repentinamente la puerta, con un ruido estrepitoso. Entró como una exhalación y, con el mismo ímpetu, cerró la puerta. Entró, también, un olor de alcohol, mezclado con la ira que se hacía palpable.
Ella se estremeció. Ya sabía lo que iba a pasar. Era lo que sentía desde hacía un rato. Luego de un par de graves golpes a la entrada, percibió que estos cada vez se oían más próximos. Todavía somnolienta, se le tensó todo el cuerpo, se le agudizaron los sentidos y sintió un ardor en la piel. Su corazón golpeteaba cada vez más fuerte.
Saltó de la cama ya angustiada, pero firme, dispuesta a defenderse. Ahí se abrió la última puerta que la separaba de su sufrimiento. No tuvo tiempo a reaccionar ante un duro golpe. Más tarde, un relámpago de furia se descargó sobre su cuerpo. Fue tan sólo un momento, pero un momento que parecía una eternidad.
Después de eso, no se podía levantar. Era el dolor, sí, pero el que se sentía luego de recibir algo que no creía merecer de alguien a quien amaba. Reprimía el llanto, y sentía todo el peso del mundo encima.
Se quedó en el piso, tendida, deseando no levantarse nunca más.

Por ahí andará

Pablo Brambilla
Taller de Comprensión y Producción de Textos I

Pedro Martín Hermosilla era un soldado del Quinto Regimiento. De padres gallegos, pero madrileño. Él vivía a las afueras de Madrid, en una pensión que era, en sus mejores tiempos, una de las tantas casas de familia aristócrata. Era obrero en una fábrica metalúrgica. Desde que tenía uso de razón, trabajó. Empezó a los ocho años vendiendo diarios, juntando botellas, haciendo recados y cuanto se podía para ganarse algo de dinero para ayudar en su casa. A los catorce años, aproximadamente, empezó a trabajar en la metalúrgica. Allí comenzó a nutrirse de las ideas comunistas y se hizo un activo militante poco antes de la declaración de la República. Cuando se sublevaron los “moros”, como les llamaban los republicanos a los rebeldes, no dudó un momento en anotarse en el Quinto Regimiento, que era el de más prestigio entre los otros del ejército, antes de que lo encontrara cualquier reclutador y fuera a parar por donde Judas perdió el poncho.
Pedro era alto, delgado pero fibroso, fuerte debido a su trabajo en la fábrica. Fue destinado a la defensa de Madrid, en donde estuvo casi dos años. Vivió como pudo durante ese tiempo, resistiendo bombas, hambre y viendo las cosas que hacen los hombres cuando se ven reducidos a sus más bajos instintos. Casi al término de la guerra, había perdido unos veinte kilos, y de ese muchacho bien parecido sólo quedaba un espectro rengo debido a un balazo mal curado en su rodilla derecha. Al estar todo perdido, intentó escapar, tratando de bordear la avanzada franquista, pero lo capturaron al norte de la ciudad.
Para él, como a miles, no hubo juez que lo condenara ni cárcel que lo encerrara ni lápida en donde poder dejarle una rosa roja como su corazón.

Rompiendo mitos

Juan Francisco Jara
Taller de Comprensión y Producción de Textos I

Nunca fue una de esas personas a las cuales se las pudiera denominar “supersticiosas”, y era por eso que poco le importaba lo que socialmente estaba estandarizado como un acto que provocara mala suerte. Martín no dudaba en abrir el paraguas dentro de su casa para no mojarse al salir cuando llovía o en agarrar el salero antes de que lo apoyaran en la mesa cuando se lo alcanzaban. Sin embargo, desde su primer día como estudiante de economía le habían repetido una y otra vez que de las tres puertas del ingreso a la facultad, la del medio era utilizada sólo para salir, ya que según contaba la leyenda, si un estudiante ingresaba por la puerta del medio no se recibiría.
Ya habían pasado cinco años desde aquel primer día en la facultad y no había sido para nada fácil llevar la carrera al día. Sobre todo teniendo en cuenta que, paralelamente, tenía que trabajar para mantener a su pequeña hermana Elena. Pero Martín era, además de una persona muy inteligente, realmente perseverante; era un joven que no se rendía ante un tropiezo o frente a una adversidad por más irremontable que pareciera.
Todo le había costado mucho en la vida y al verse en la víspera de su último examen final sintió que, por fin, tanto esfuerzo estaba rindiendo sus frutos. Sin embargo, había algo que lo inquietaba. Tal vez por dejarse llevar por los comentarios, por seguir a sus compañeros que ingresaban por las puertas laterales o por el simple pero razonable hecho de realmente haber creído en esa leyenda y no querer arriesgar todo lo conseguido, Martín cayó en la cuenta de que en esos cinco años nunca se había ni siquiera acercado a la puerta de ingreso del medio, y él no era ese tipo de persona susceptible. Esa persona que se deja llevar por una superstición definitivamente no era Martín Barrera.
Fue así que, después de llegar a la conclusión de que se estaba comportando como la persona que nunca había sido, decidió reunir a todos sus amigos (en especial a los vinculados a esa facultad) para contarles sobre su decisión: no sólo iba a ingresar por la tan temida puerta del medio, sino que, además, iba a hacerlo el mismo día en que diera su último examen.
Algunos lo tildaron de loco, otros trataron de “concientizarlo” y algún otro puñado de amigos hasta se enojó con él. Pero era una decisión tomada. Martín no era una de las personas que se retractaban, y muy lejos estaba de serlo.
El día llegó. Muchos fueron a ver si realmente cumplía con lo prometido y hasta trataron de convencerlo, pero no hubo caso. Y menos mal que no pudieron porque fue para él una experiencia de vida inolvidable y reconfortante. No sólo rindió bien el examen y se recibió con honores, sino que, además, sintió que pudo romper con un mito urbano.
Tal vez sea un hecho anecdótico, porque pasado este suceso conocido por todos los estudiantes de la facultad, la puerta del medio sigue siendo prácticamente intransitada. Pero Martín probó una vez más que la suerte predeterminada no existe. Que cada persona escribe, busca y encuentra su suerte, y que ninguna superstición puede ser más fuerte que la voluntad de uno mismo.

Del sueño a la pesadilla

Juan Francisco Jara
Taller de Comprensión y Producción de Textos I


Al igual que todos los días en los últimos tres meses, Esteban despertaba con una sonrisa en su rostro. Eran las seis de la mañana y hacía un frío que tentaba a más de uno a quedarse durmiendo. Sin embargo, él estaba feliz de madrugar para llegar temprano al entrenamiento; estaba haciendo realidad el sueño de su vida. Desde que tenía uso de razón, su sueño era jugar al fútbol profesionalmente, y el 1 de marzo de 2011 por fin lo habían convocado a entrenar con el plantel superior. No se trataba de un club grande de Primera A, pero aun así él se sentía feliz de la oportunidad que se le estaba presentando y no la quería dejar pasar por nada del mundo.
Si bien es sabido que el ambiente del fútbol es complicado, y más aún para un muchacho de dieciocho años, él nunca había imaginado que este mundo fuese tan cruel y codicioso como se decía. Así como a todo nuevo integrante de un grupo ya constituido, le costaba insertarse en el plantel. Sobre todo un plantel en el que se encontraba Leonardo Estigarribia.
Estigarribia era uno de los máximos referentes del grupo, un jugador experimentado y con mucha trayectoria en el club, amado por los hinchas y no tanto así por sus colegas. Es más, era un tipo muy complicado desde las puertas del vestuario hacia adentro (el típico camarillero), el jugador que tiene a sus protegidos y también a esos jugadores a los cuales les va a hacer todo lo posible para que queden fuera del plantel.
Una vez descripto este particular personaje, no queda más que decir que jugaba de defensor central al igual que Esteban, y que mucho no le había agradado la incorporación al plantel de un “pibe” al que muchos en el club veían como su reemplazante natural.
Esteban estaba advertido del cuidado que debía tener respecto de Estigarribia y tomaba todas las precauciones pertinentes dentro y fuera de la cancha. Pero nunca imaginó lo que le iba a suceder ese 4 de septiembre.
En una jugada fortuita, Esteban logró eludir a un rival en la práctica, superando la línea del mediocampo y quedando así enfrentado mano a mano con Estigarribia. En ese momento, atinó a buscar a algún compañero para evitar el cruce con el veterano jugador, pero se encontró solo y no tuvo otra opción que encararlo. Estigarribia no lo dudó. Cautivado por la posibilidad de “sacarse al pibe del camino”, lo enfrentó con ambos pies hacia adelante provocándole al joven jugador una fractura de tibia y peroné, acompañado de la ruptura del ligamento posterior de la rodilla derecha.
Largos meses pasaron de rehabilitación para que Esteban pudiera volver a caminar con cierta normalidad. La posibilidad de volver al plantel superior era nula, y sólo pensaba en una cosa: vengarse de Leonardo Estigarribia.
Ya sabía todos sus movimientos: a qué hora entraba y salía de entrenar, en dónde tomaba el colectivo y hasta cuántas cuadras tenía que caminar desde la parada hasta su casa.
Así, el 15 de febrero de 2012 por fin Esteban tomó coraje. Esperó a la salida del club que terminara el entrenamiento y siguió con el auto de su padre todo el recorrido del colectivo que había tomado Estigarribia.
Cuando Leonardo llegó a su habitual parada, bajó del micro y se dispuso a cruzar la calle. Lo que no tuvo en cuenta es que unos metros detrás del colectivo se encontraba Esteban con su auto dispuesto a embestirlo a toda velocidad.
Hoy Esteban tiene abierta una causa penal, la cual, según su abogado, seguramente lo encontrará culpable. Por otra parte, Leonardo Estigarribia, se encuentra internado en el Hospital Español con graves lesiones que seguramente no le permitirán volver a jugar al fútbol.
Son muchos los hinchas que se acercaron a prestarle su apoyo al exjugador. Pero contados con la mano los ex colegas que fueron a visitarlo.

Situaciones inconclusas

Ailén Stranges 
Taller de Comprensión y Producción de Textos I

 Aldana estaba segura de haberlo escuchado. No pudo verlo porque estaba todo oscuro, pero sus oídos lo captaron. Su madre no le creía y la estuvo tratando como a una loca toda la mañana, e incluso terminaron peleadas. Era imposible que un gato hubiera entrado a su habitación.
A la noche siguiente, decidida a encontrarlo, se quedó despierta hasta las tres de la mañana. Justo cuando se estaba dando por vencida, lo escuchó. Entonces prendió la luz y fue ahí cuando se miraron. Ahí estaba el gato negro que, a través de sus ojos, reflejaba la cara de una bruja. Aldana estaba segura de que ese gato era una mujer malvada que venía para llevársela. Asustada, empezó a gritar, pero fue en vano porque el gato se transformó en una vieja hechicera. Ésta llevaba en su mano una escoba, y en la otra, una bolsa transparente en donde la encerró.
La niña se despertó a la hora siguiente en la casa de la bruja, junto a una fogata. En ella había apoyada una gran olla de la que salía mucho vapor con olor desagradable. No entendía nada, no podía creer cómo había terminado allí. Pero cuando se paró, empezó a marearse y sentía que todo giraba a su alrededor. Y cuando daba todo por perdido, cuando creía que iba a morir, abrió sus ojos.
Eran 4.02 de la madrugada cuando su madre escuchó gritos en la habitación y entró rápidamente. Aldana estaba llorando, acostada en el piso, sin entender qué había pasado. La niña se vio obligada a suponer que todo había sido un sueño y que nada había sido real. Pero cuando ya estaba más tranquila y logró concebir el sueño, vio pelos negros en su mano. ¿Realmente lo soñó? Jamás iba a saberlo.
 

domingo, 24 de junio de 2012

Visita del marciano

Jhon Rojas
Taller de Comprensión y Producción de Textos I


La sociedad científica preocupada por la paz en la humanidad sobre todo en los países europeos. Se plantea la existencia de vida en Marte y se interroga acerca de si son superiores al hombre. Los ingleses mencionan la visita de los marcianos antes de la primera guerra mundial. Los marcianos cuando visitan a los hombres lo hacen en cilindros o tipo platillo de forma circular donde viajan los tripulantes que traen con ellos todo el material bélico, si a caso son rechazados o los enfrentan los hombres, los marcianos contestan inmediatamente y destruyen de manera rápida todos los medios de comunicación neutralizando o cortando los servicios . 
De esa manera, los ciudadanos no se comunican y entran en pánico cuando empiezan a destruir la ciudad. Es para mostrar su poderío o superioridad ante el hombre. Frente a ello, tratan de esconderse al ojo del extraterrestre para no ser aniquilados por los ruidos que hacen, que dejan sordos a todos y a su paso, destruyen todo incendiando los autos, casas, plantas. 
Ellos se enojan cuando no son bien recibidos y a su vez vigilados todo el tiempo con el telescopio por los hombres londinenses. Ellos dejan bien claro que viven en Marte en la parte alta donde realmente lo están vigilando todo el tiempo a sus distintos movimientos y sus desarrollos económicos, políticos y científicos, cuando llegan de visita  a la tierra. Es para registrar lo que ocurre con los hombres en su hábitat y luego regresan con toda la imagen de los habitantes del Horsell londinense. Ellos cuando visitan lo hacen durante la noche a oscuras como para darles una sorpresa, y a su vez tener controlado todo. Si encuentra resistencia de los hombres lo destruye y luego regresa a Marte antes que llegue el día a oscuras. 
Los londinenses con toda su tecnología montan la fábula con la participación de actores, efectos, luces y textos luego plasmarlos en películas girar con ello en el planeta tierra metiéndonos por los ojos la historia de superioridad de los marcianos


La Vigilia

María José Venegas
Taller de Comprensión y Producción de Textos I

La consigna es “crear un relato de marcianos”. Alrededor, todos mis compañeros están escribiendo, miro la hora  y son las 19:45, aún falta para irnos y no se me ocurre qué historia inventar. En el aula, llegamos a un punto en el que solo se escucha el lápiz trazando letras sobre el papel, todos se concentran menos yo. De pronto, una idea se me viene a la cabeza, la empiezo a desarrollar y mi ojo derecho capta algo desde el patio, es luz, una luz muy fuerte. Alzo la vista  y eran las luces que se estaban enciendo para iluminar el  patio.
Escucho un sonido emerge desde las afueras de la facultad, es de vidrios quebrados, me levanto y mis compañeros también. El profesor Ariel sale de la sala a ver qué pasa pero cuando abre la puerta un viento tibio nos envuelve. Miro alrededor y en la ventana ahora hay una luz intensa que ilumina todo. Viene del patio al igual que el sonido de vidrios quebrados que se intensificaba, creo que solo una mirada entre nosotros bastó para evacuar la sala, Josefina decía que nos mantuviéramos en calma, no se sabía que era, quizá extraterrestres pero hablamos tanto del tema en clase que lo descartamos.
Salimos de la sala en tranquilidad y el ambiente era de dispersión, los pocos alumnos representantes de las agrupaciones estudiantiles se reunieron “están en asamblea para votar si son extraterrestres o un atentado de otra agrupación disconforme con la medida de baños mixtos” me dijo Nicolás, un compañero de la clase. Le pregunté a otro compañero militante del PKU, qué pasaría si era lo primero y este dijo que harían una alianza extraordinaria para recibirlos reemplazando los carteles ya existentes por un “Bienvenidos a la Facultad de Comunicación Social de la  UNLP”. Bueno, al menos hay mucho papel me dije a mí misma y salí al patio a fumarme un cigarrillo.
Estaba en eso cuando todos miran al cielo diciendo ¡MIRAA¡,  hice lo mismo y vi una esfera cristalina hermosa y multicolor, era como del tamaño de un aula. Descendió lentamente hasta llegar al piso y en ese momento el Alcornoque detuvo los sonidos de vidrios quebrados, porque durante el tiempo en el que me fume el cigarrillo, deduje que el sonido venía desde ahí. La esfera aterrizó y abrió una puerta multicolor de la que salía olor a incienso. Todos nos paramos delante mientras uno que otro preparaba mate para capear el frio, creo que todos esperábamos que bajaran seres de formas extrañas como en las películas gringas.
Sin embargo, era un humano y bastante singular, pues yo lo reconocí apenas lo vi ya que durante el tiempo que estuvimos en clase viendo los videos entró a la sala y quería quedarse viendo la película o contar un chiste, pero el Profesor le dijo que volviera unos minutos más tarde, y vaya que se lo tomó en serio, volvió más tarde y con su nave, Unos lo saludaban pero otros lo miraban con una extrañeza de otro planeta. A todo esto, parecía muy raro pero en las casas de alrededor de la Facultad nadie apareció, era como si no estuviese pasando nada. De todas formas estábamos dejando registro de todo, algunos aprovecharon la oportunidad para hacer sus trabajos de Producción gráfica I, el T.P 14 donde se debía “cubrir un evento de dimensión”, quizá esto “me exima del parcial” me decía mi amigo Gustavo, pero yo no lo creía, porque ¿Cómo haría la cita directa? Si nuestro extraterrestre parecía no querer hablar con nadie.
Lo destacable de esta situación era que a diferencia de las películas la tecnología no dejaba de funcionar, al contrario conseguí la notebook a un compañero  y este tenía más señal que de costumbre, así que aproveché a conversar con mis amigos de Chile para contarles lo que sucedía.
Eso fue solo un momento porque luego volví al lugar donde estaba la nave y el extraterrestre, que ahora no estaba solo. Durante el momento que me perdí otros seres que sí eran diferentes habían bajado al patio de la facultad, su aspecto  es viscoso y anaranjado, su frente muy amplia con  tres ojos, en el resto de la cara no hay nada, solo dos orificios que creo que son una especie de nariz, su estatura muy alta y su figura se parece más a una guitarra, porque de la parte del mástil es donde aparecía la cabeza, dos brazos con dos dedos y piernas sin un tronco de por medio.
Esto nos asustó, ya que miré al resto y veo que todos retroceden, parece que lo extraño siempre nos provoca algo más que curiosidad, creo que lo mejor es alejarse y esconderse, por lo que camine hacia el costado de la Facultad donde quedé resguardada junto a otros estudiantes y trabajadores de la Universidad. Desde nuestro refugio observamos la situación, el primero que había descendido se dirige ahora al interior de la Facultad directo al tercer piso por lo que vemos nosotros a través de las ventanas, el resto de los acompañantes se quedan alrededor de la nave, cuidándola al parecer. Es en estos momentos cuando pienso que alguien hará algo estúpido y así es, un compañero tomó una foto y de inmediato fue reducido. Al parecer al no tener boca estos seres se alimentan a través de la vista.
En un parpadeo el extraterrestre le quita los colores a nuestro compañero, lo deja blanco y negro, y además inconsciente, el resto huye para todos lados pero los extraterrestres no se alteran, sacan una pequeña esfera en la cual se comienza a escuchar “Goodbye Blue Sky” de Pink Floyd y todo se mantiene en suspenso. Eso hasta que vuelve a aparecer el primer ser que había descendido de la nave,  con un CD entre sus manos. Yo miro al profesor Ariel que está un poco más lejos de mí,  y escucho que le dice a otro docente “se lleva el material que vimos hoy con los chicos”.
Finalizada la misión, los extraterrestres vuelven a la esfera, Pink Floyd deja de escucharse y pareciera que todo vuelve a la normalidad. No obstante, habían varios damnificados con la experiencia. El primero fue el compañero que perdió sus colores y estaba inconsciente yo lo miré y no reaccionaba, escuché tras de mí un Guardia edilicio que traía entre sus manos un papel. Nos dijo que los extraterrestres habían dejado un papel de ayuda, para devolverle los colores al compañero debíamos dejarlo cinco hora en el Alcornoque, luego de eso se recuperaría, la condición era que todos debíamos estar cerca de él. ¿Se quedarían todos? Difícil pero nos reunimos y entre conversaciones estábamos hasta ahora en una vigilia que parecía haber saldado algunas diferencias entre varios, inclusive las agrupaciones políticas se veían en consenso, parece que fuera una lección, pero no lo sabremos hoy porque aún nos queda una hora y media para terminar la vigilia. 

Un problema espontáneo

Carmen Burgos
Taller de Comprensión y Producción de Textos I

Era una tarde soleada de esos hermosos días que solo el mes de abril nos puede brindar. Las personas de mi ciudad natal, La Plata, caminaban por las calles, escuchaban música, miraban películas en la tele y en el cine, y realizaban sus típicas actividades; cuando de repente, en pleno centro de la ciudad de La Plata, más específicamente en Plaza Moreno, se asomó desde el cielo, de modo lento pero inesperado, una nave espacial que impactaba de manera inexplicable a los que caminaban por allí y a los que miraban los hechos por TV.
El cielo se oscureció y el sol desapareció en un abrir y cerrar de ojos, el lugar donde apareció la aeronave y sus alrededores quedaron cubiertos por nubes, oscuridad y neblina.
La nave tenía forma de plato y sus dimensiones cubrían todo el ancho de la plaza, su aspecto era moderno para lo que son los inventos espaciales actuales, pero su color era gris viejo y solo de algunos de sus costados salían luces de colores variados que creaban en el ambiente un clima muy tenebroso.
Cuando el plato volador aterrizó sobre la tierra aplastó los monumentos y plantas de la plaza y espantó a toda la gente que estaba allí.
De la nave se abrió una puerta, y de ella, salió una escalera por la cual bajaron de guisa ordenada unos seres totalmente distintos a los humanos: con ojos grandes y rojizos, boca alargada color canela, piel grisácea y húmeda, cuerpo pequeño y delgado, cabeza calva, túnicas color café y calzados color madera.
Su manera de descender se veía estructurada y meticulosa, bajaban en fila de menor a mayor, aunque sus tamaños no eran muy variados. El extraterrestre que se encontraba a la cabeza de la hilera parecía ser el líder de la tripulación y el que dirigía a cada uno de estos seres.
Fue entonces, en un clima de tensión, cuando la criatura que comandaba a sus seguidores decidió comunicarse con los humanos, rompiendo el hielo, al oírse de las siguientes palabras: “Creo que nos quedaremos por un tiempo aquí… ¿Tienen un mecánico? Se nos rompió la nave”.

Invasión


Datteo Luis Parodi
Taller de Comprensión y Producción de Textos I

Eran las dos de la mañana y el insomnio una vez más se había apoderado de mí, por lo que decidí visitar mi cuenta de Facebook desde mi notebook y así de esta manera contar con la compañía de alguien, al menos virtualmente, aunque, induzco que por la hora que era, no tuve suerte. No tenía conocido alguno conectado como para poder intercambiar algún diálogo y así inducir el sueño. Como alternativa recurrí a lo lúdico durante media hora hasta que por fin los párpados comenzaron a pesarme. Fue así que antes de cerrar los juegos noté que algunos de mis contactos habían publicado comentarios pero no quise desaprovechar el cansancio que tenía y sin darle mayor importancia. Me acosté.
Estaba amaneciendo. El cielo recién comenzaba a aclararse, todavía me quedaban horas de descanso pero no fue así.
Me desperté sobresaltado por el grito incesante de una mujer, que a juzgar por el volumen de su voz no estaba a más de 30 metros. Abrí la ventana pero no pude ver nada, entonces la curiosidad pudo más; me vestí y salí a la calle.
Nunca pensé en encontrarme con una escena así. Salí precavido por temor a  que los gritos de la mujer tuvieran que ver  con un hecho de violencia o que estén relacionados a un hurto, pero no fue así.
La mujer estaba siendo atacada. Había comenzado a ser descuartizada. Su atacante era mitad hombre, mitad langosta. Cabeza ancha y piernas y brazos muy flacos. Algo que jamás hubiera imaginado ver en la vida real.
Con el poco de aire que tenía entré a mi casa y cerré las puertas, las ventanas y todo posible acceso aunque en el fondo sabía que era inútil. Además de miedo tenía intriga, quería saber qué era esa cosa. Intenté ver televisión pero todas las señales se habían desvanecido al igual que los teléfonos e Internet.
La computadora portátil tenía algo de batería pero era imposible conectarse. Solo pude ver aquellos comentarios que aparecieron repentinamente la noche anterior cuando minutos antes la red social estaba en total reposo. Todos hacían alusión a una fuerte explosión y fuego en el cielo.
Si hubiera leído los comentarios acerca de la explosión al momento en que fueron publicados hubiera prejuzgado que mis amigos estaban bajo los efectos de algún alucinógeno pero con la enorme figura que había visto segundos atrás era inevitable relacionar esa explosión con la llegada del ser, a lo que el enigma de si estamos solos en el universo había sido resuelto.
Los gritos en la calle se multiplicaban minuto tras minuto. Mis pulsaciones eran altísimas y un sudor frío recorría mi frente. No tenía ni la valentía, ni la información, ni los medios necesarios como para huir. Opté por refugiarme en la última habitación de mi hogar y esperar, esperar el fin.

Volviendo a casa


Matías Ghersi
Taller de Comprensión y Producción de Textos I

Nadie sospechaba de la tranquilidad del mundo. Los noticieros transmitían el estado del tiempo en cualquier ciudad, sin darse cuenta de sus similitudes. El viento ya no corría, la temperatura se mantenía estable, para nosotros en un alegre día de invierno, para otros en un frío día de verano.
Cambiando de canal en la Directv que había pagado mi hermano para mí, empecé a notar este detalle a medida que visitaba cada canal extranjero.  Anotando la calidez de la temperatura en una hojita de mala muerte, me llamó mucho la atención llegar al islandian tv y ver cómo disfrutaban asombrados de los 15 grados que jamás habían vivido. En el canal español insultaban a la misma temperatura que espantaba a sus turistas de un julio desagradable.
Seguí con el zapping tratando de buscar a alguien que me explicara lo que estaba sucediendo. Prendí la radio y también me conecté a internet, pero ninguno se percataba del asombroso estado del tiempo.
El sur argentino suele ser muy lluvioso y frío para esta época del año, y los 15 grados que me regalaba el invierno no eran de desperdiciar. Así, preparé mis mates, agarré mis libros y me acerqué hasta el lago a pasar una hermosa tarde de sol. No había nadie que me acompañara, estaba solo yo y la hermosa naturaleza.
Después de cuatro horas el clima volvió a su estado normal y los 15 grados bajo cero habituales aparecieron de golpe. El frío era incontrolable. Me subí a la bici y comencé a regresar. La gente del pueblo no estaba en las calles, seguramente escondidos en sus casas, prendiendo las estufas para calmar el temblequeo de sus manos. Los perros no salían ni a ladrarme y los pájaros se olvidaron de volar por el ancho cielo. Los árboles parecían inmóviles, como observándome asombrados de mi pasar.
Sin cruzarme con nadie llegué a mi casa, prendí la estufa y me dispuse a mirar un rato de tele antes de cenar. La directv no andaba, el frío seguramente no le permitía encontrar la señal que ella tanto buscaba. Prendí la radio y tampoco sonaba, solo ese ruido insoportable de cuando no hay nada que escuchar. Imaginé algún corte de luz. Sin nada para hacer, prendí la computadora y solo logré conectarme a internet por un pequeño instante, antes de que se me cortara la señal. Alcancé a leer un inmenso cartel en una página que decía “El mundo se acaba. No queda mucho por rescatar de él. En un tiempo breve, moriríamos todos pero gracias a ellos nos vamos. En busca de una nueva vida, en otro lugar, con otra gente, con otras formas de vida. Lamentamos por los que no pudieron subir, que no son muchos, pero según los marcianos, es inevitable volverlos a buscar”.