martes, 7 de septiembre de 2010

Helada conexión

Por María Florencia Seré
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Año 2010


Me desperté de madrugada, todo en mi habitación se veía fosforescente, creí que debía estar soñando, pero no, el pellizcón que me di en el brazo me hizo notar que todo era real, era muy extraño. Abrí la persiana, la luz se hacía cada vez más brillante en un punto, aturdido, escuché a mi perro ladrarle de cerca.
Decidí saltar por la ventana y entender de qué se trataba todo aquello. Me aproximé, con cautela al núcleo de aquel resplandor. Como no sabía qué era, tomé una rama del suelo, al advertir que una especie de huevo se encontraba en el centro del show. Era gelatinoso, un poco asqueroso, pero no me asusté; despacio, con mi dedo índice derecho lo toqué lentamente, era divertida la forma en que éste se hundía en esa masa redonda y fluorescente. Lo agarré con las dos manos y lo metí en el ropero.
Aquello era un tesoro invaluable y yo, era el único dichoso que lo había visto. Me dormí con una sonrisa en la cara.
Al día siguiente, todo estaba revolucionado, mi mamá estaba en estado de shock fumando un cigarrillo, ya había otros tantos consumidos en un pequeño cenicero.
- ¿Qué pasó?- le pregunté indignado.
- El final, eso pasó, todo se terminó.
Prendió la televisión, se veían un grupo de lagartos con trajes verdes y amenazadoras armas. Todo era caos.
Rápido me dirigí hacia mi habitación, me tropecé con la puerta y en un movimiento brusco abrí las solapadas del armario, aquello era increíble: un pequeño reptil se encontraba acobachado en un rincón, al lado de las zapatillas, me invadió el terror y me eché hacia atrás. Este avanzó hacia mí y comenzó a balbucear sonidos ahogados e incomprensibles.
Traté en vano de correr, los músculos no me respondían, supongo que estaba en trance ante la imagen de la criatura. Se acercó lentamente, me pareció que también él estaba asustado, me tocó la frente con uno de sus dedos curvos y largos. Aquella conexión fue impresionante, por un momento se apoderó de mí una ráfaga helada que me recorría todo el cuerpo.
Él me comprendía, mi temor, mi excitación, todo lo que yo sentía, percibió mi esencia y yo la suya, por un momento entendí la razón por la cual se había revolucionado aquel extraño planeta contra el mío.
Me soltó y me di cuenta de que tenía los ojos bien cerrados y que, concentrado pronunciaba algunas palabras muy rápido. Se estaba comunicando con los suyos. De pronto se comenzó a elevar y traspasó el techo de mi casa como si fuera aire, yo creí por un momento que era un ángel, pero no.
Lo habían venido a buscar, toda aquella guerra era sólo la búsqueda de uno de sus pares. Me abandonó instantáneamente, todo fue muy increíblemente veloz, pero nunca olvidaré mi encuentro con un extraterrestre

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