martes, 3 de noviembre de 2009

Fall des himmels (Caída del cielo)

Por Pilar Banfi Martini
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Año 2009

Capítulo 2 Le Vanneau-Irleau: el silencio no calla.

Junio, 10, 1944.

Cinco días después del Día D la Compañía F descansaba sobre el pueblo francés Le Vanneau-Irleau. Casi un día atrás lo habíamos tomado exitosamente y sin lamentar más muertos que los de Normandía. Foley esperaba ver a alguno de sus combatientes perdidos allí. Pero al pasar las horas la ilusión caía.

La llegada hasta allí no había sido fácil. Habíamos sido trasladados en camiones por la noche, y durante el día caminamos entre altos pastizales, hasta dos kilómetros de Le Vanneau-Irleau, donde un puesto de vigilancia alemán revelaba que la posición enemiga estaba bien resguardada. Ubicándonos en pequeños grupos separados cada cinco metros, cada uno de los soldados que estaban en el frente tenía en la mira un alemán. El resto debía salir a buscarlos por las casas francesas.

El último murió en un granero gracias a la puntería de Moody. Todos lo festejamos. Moody era un gran tirador. Junto a él, Price y yo éramos los mejores tiradores en el campo de entrenamiento. El día se apagaba lentamente.

Durante el atardecer nos abastecieron de armas. Además de la carabina nos dieron una Thompson automática, granadas, una Colt 45 y sus respectivas municiones. Además nos dieron comida y algunos tomamos una ducha. Por la noche debíamos vigilar esa posición hasta que otra compañía se ubicara.

Al caer la noche el teniente White nos reunió y nos ubicó en distintos puntos. Duck, Moore, un joven soldado perdido y yo nos ubicamos al este, entre algunos árboles y un granero.

- Creo que deberíamos turnarnos. Moore no puede mantenerse parado. Debería dormir un poco. – me dijo Duck, susurrando.

- ¿Quién es el otro? – contesté.

- Se llama Milton. Su avión explotó luego de saltar. El único sobreviviente.

- Es un niño. – contesté con aflicción. Duck volteó y lo miró. Estaba sentado, apoyado sobre una pared, con su casco puesto, y el arma al hombro. Tenía la mirada perdida. – Hablaré con él.

- ¿Qué más da, Thom? No importa su edad, está muerto.

- No lo está.

- Si continúa en ese estado, lo estará pronto. – dijo Duck alejándose. Prendió un cigarrillo.

Me dirigía hacia él. No sabía qué le diría. Su estado me abrumaba. A todos nos sucedía lo mismo. Una debilidad en el frente era un punto a favor para los alemanes.

- Hey, chico. ¿Estás bien?

- Sí. – susurró.

- ¿Cómo te llamas?

- Milton. Arthur.

Suspiré, saqué mis cigarrillos, y le ofrecí uno. Lo rechazó negando con la cabeza baja. Prendí uno. Miré hacia el horizonte. Se veía fuego, y apenas se sentían los ruidos provocados por los bombazos.

- Arthur, ¿de dónde eres? – le dije sentándome a su lado. Él se corrió menos de un metro. Y con la boca abierta sus ojos demostraban que las palabras estaban atoradas en su garganta.

- New York.

- ¿De veras? Aún no he ido. – dije con poca esperanza. A unos metros, donde estaba Duck, se le había sumado el doctor Taylor con cinco hombres más. El doctor habló por unos minutos y señaló al resto de los hombres. Éstos saludaron a Duck.

Taylor era una persona muy seria. Aunque dudaba de su edad. Muy callado. Pensativo. Su ceño siempre fruncido. Su voz gruesa. Nunca había tenido oportunidad de hablar con él. Era un completo desconocido para mí, como lo eran los alemanes. Su presencia cercana me turbaba. Caminó unos minutos, lentamente, sin destino. Luego, Duck, le dijo algo y señaló a dónde yo estaba con Milton. El doctor se dirigía hacia nosotros.

- Doc – lo saludé.

- Ryde – dijo seriamente, sin mirarme. – Milton, ¿te encuentras bien?+

- Sí, doc. ¿Por qué todos preguntan lo mismo?

- Pareces tenso. ¿Tomaste una ducha? ¿Has comido?

- Sí.

- ¿Qué tal si vas allí y tomas algo caliente? Di que yo te envié.

- Gracias – con algo de dificultad el joven soldado se paró y, como si estuviera mareado por una borrachera, caminó con los pasos cruzados.

- Se enlistó junto a su padre y su hermano. Estaban en el avión con él. Estalló cuando saltó – dijo Taylor, pausando cada frase.

- No debería seguir al frente

- Es cierto, pero demoran mucho en notar estas cosas. Si le digo al teniente, deberá hablar con algún mayor o con el general, y no es fácil.

Hubo un silencio demasiado largo. Incómodo. Ninguno hablaba, ni se movía. Aclaré mi voz y dije:

- ¿Qué hace aquí, doc?

- Me enviaron al frente. En el puesto de enfermería había demasiados doctores y enfermeras francesas de aquí. A Goob y a mí, nos mandaron a cubrir el norte y el este, por si acaso – hubo un nuevo silencio.

- Mañana partiremos hacía allá – dijo señalando el horizonte marcado por el fuego.

- Eso dicen.

- ¿Y usted, Ryde, qué hace aquí?

- Defendiendo el frente, doc.

- No – sonrió - ¿Por qué te enlistaste en los aerotransportados?

Por un momento, vacilé. Mi cabeza repasaba toda mi historia. Mi boca quedó semiabierta. Mi mirada fija en el suelo. ¿Qué diría? ¿Cuánta verdad me atrevería a decir? ¿Cuánta mentira? Dependía de mi tranquilidad. Y ese hombre me exaltaba. Mis nervios se salían por la piel. Debía calibrar cada palabra. Sin embargo, mi intranquilidad me jugó una mala pasada.

- Es una larga historia. Muy larga.

- Podría contarme en capítulos.

- De veras. Muy larga, doc.

Taylor me miró a los ojos y se incorporó. Intentó marcharse, pero retrocedió.

- Ryde. Todos tenemos una historia larga. Ahora más, por vivir todo esto. Las historias de algunos pueden ser tranquilas o sufridas, pero todos tenemos una historia – me miró con su ceño y su boca fruncidos. No respondí, miraba hacia el fuego del horizonte. – Ryde… lo siento. – y se marchó.

Al decir esas palabras, quise emitir algún sonido. Decirle que no era su culpa, que nunca comprendería mi historia. Y temía que el resto de mis compañeros me desvalorizaran. Temía que algo malo me sucediera. No podía preocuparme allí.

___

Me senté contra un árbol, frente al borde de una colina. Mi posición era desprotegida, pero sabía que no había alemanes cerca. Estaban todos a unos kilómetros de allí. Sentía el sonido de mi respiración. Tenía un nudo en mi estómago y en mi cabeza. La charla con el doctor Taylor me había provocado cierta angustia. Había recordado todos los episodios frustrantes de mi pasado. Enlistarme, olvidar mi hogar, mi familia. Lo que más dolía recordar era a mi familia. Algunas lágrimas visibles recorrían mis mejillas.

De pronto, Taylor interrumpió mis pensamientos. Traté de ocultar mis marcas de tristeza pero de todas formas notó que algo sucedía.

- El clima ha cambiado – dijo sentándose a mi lado.

- Sí. Es madrugada. Siempre se enfría el aire por al madrugada.

El silencio era inevitable. Fuera donde fuera, en ese pueblo francés, en Berlín, en Georgia o en cualquier lugar del mundo, ese hombre y yo no podíamos hablar. No podíamos mantener un diálogo fluido. Me resultada imposible. Y él parecía estar en mi misma situación. Miraba, siempre serio, el horizonte. Suspiraba, su respiración era fuerte y aclaraba su garganta. Eran movimientos pensados. Por causa del nerviosismo que provocaba la otra persona.

- Ryde, hay una persona que pregunta por ti en la enfermería. Dice conocerte.

Mi corazón volvió a detenerse. Me paré apresuradamente, y me dirigí hacia la enfermería. Luego, sabría que el doctor no había dejado de mirarme extrañado mientras me alejaba.

- Thomas Ryde, es casi imposible pensar que eres tú – dijo una voz familiar que aún no reconocía. – Thomas, thomas, thomas. No me mires así, abrázame. – al abrazar a ese muchacho, mi mundo se derrumbó. Era Matt Swelt, un vecino de mi casa en Georgia. El maldito estaba armando toda una escena que debía acabar pronto, si quería continuar ahí.

- Matt. No puedo creerlo.

- Pues créelo porque soy yo. – rió. Pero al mirarme a los ojos, su cara se transformó. Notó que yo no era Thomas Ryde. Y en silencio, me señaló y se alejó varios pasos.

- Matt, escúchame. – le dije en voz baja. Y sus ojos brillaron por las lágrimas-

- ¿Abriel? – dijo susurrando.- Abriel… - lo tomé por el hombro y lo alejé hasta un punto donde nadie nos escuchara.

- Matt, si, soy yo. Escúchame, debes callarte. Te contaré todo cuando tenga más tiempo. Necesito que confíes en mí. Necesito confiar en ti. Por favor, dime que no dirás nada. – dije con algo de desesperación. Mi antiguo vecino no respondía.

- ¿Y Thom?

- Thom… - mi garganta se cerró. – Thom… Thomas nos abandonó luego de una discusión con mi padre. Lo obligó a enlistarse para pelear en la guerra. Y… tú conoces a Thomas. No podía hacerlo.

- Sí, lo conozco más que tú.

- Lo sé, Matt.

- ¿Por qué diablos estás aquí?

- Para defender a mi hermano. Su nombre.

- ¿Qué? ¿Qué dices? ¿Estás loca?

- Cállate, por Dios. Aquí soy un hombre. Thomas huyó la noche anterior a irse al campo de entrenamiento. Lo seguí por el bosque. Y cerca del lago, junto a un árbol, se disparó en la boca con la pistola de papá. No sé como lo hice, pero regresé a casa, en completa tranquilidad. Volví al lago, y cavé un pozo. Una tumba. Arrastré a mi hermano hacía allí y lo tapé con tierra. Busqué hojas, arranqué ramas y traté de ocultar la tierra movida. Tomé el arma, y regresé. En el cuarto de Thom, estaban los bolsos que se llevaría. Escribí una nota para mis padres, firmada con la letra de Thom. Y me fui hacia el campo de entrenamiento.

- ¿Por qué has hecho todo eso? – dijo mi amigo con lágrimas en los ojos.

- Porque amo a mi hermano. Y no quiero que su nombre se manche por su intimidad. En Georgia, lo hubieran masacrado. Sino lo masacraba mi padre. Quiero que muera como un héroe…

Duck me interrumpió. Debía vigilar el frente mientras el resto se reunía para organizar la pronta movilización. Matt también tuvo que ir.

- Mantente viva. Cuídate. Por favor.

- Lo intentaré. Adiós.

Regresé al árbol. Me quité el casco y lloré tan desesperadamente como mis pulmones me permitieron, pero en silencio. Me quedaba sin aire. Quería gritar, desahogarme de todos esos secretos, de las mil estrategias que ingenié para pasar desapercibida, para que no me descubran. Cada vez era más la fuerza que empleaba para llorar pero también para reprimirme.

- Ryde, hay una reunión allí – dijo Taylor, acercándose. – ¿Ryde? – me observó llorar, no levanté mi cabeza al escucharlo. - ¿Por qué llora, soldado?

Abrí mi boca, y las palabras se atoraban con mi lengua. En un respiro, solté:

- Porque soy una mujer.

- ¿Cómo dijo? – susurró sorprendido.

- Soy una mujer – lo miré con mis ojos rojos por la ira del llanto.

Eugene Taylor me miraba completamente aturdido. Supongo que pensó que había enloquecido, que deliraba por alguna razón que él desconocía.

- Tranquilícese.

- No, usted no entiende. No soy Thomas Ryde. Él era mi hermano. Se suicidó antes de llegar al campo de Toccoa. Lo reemplacé porque sé los motivos porque lo hizo. Y quiero defender su nombre, su vida.

- ¿Y tu vida?

- Mi vida no sirve. Pasé de hospital en hospital, en manos de especialistas, científicos. Todos tratando de asegurarme una vida feliz como mujer. Llenando mi cuerpo de medicamentos, y toda clase de brebajes. Mírame… ¿acaso parezco una mujer? ¿Parezco feliz? Hace mucho tiempo que no tomo mis píldoras y sin ellas no puedo parecer una. Tengo todo para ser una mujer, pero mis hormonas enloquecieron y me transformaron en un ser que nada se asemeja a una dama. Sólo quiero cuidar de mi hermano. El único que me ha podido entender… - lo miré unos segundos a los ojos, y la fuerza me ganó. Lloraba.

La confesión, la extraña historia había mareado al doctor Taylor. No sabía qué hacer. Se sentó a mi lado. Tomó mi cara entre sus manos, me miro bien profundo a los ojos y dijo:

- Sí eres una mujer. Es fácil notarlo viendo tus ojos. Cuidaré de ti – se incorporó un poco más serio. – Ahora, ve a lavarte e intenta calmarte. Ya estás aquí, tu hermano te lo agradece. Estoy seguro.

Comenzó a caminar hacia el cuartel improvisado en una vieja casa. No volteó nunca. Pero sí logró que un alma perdida volviera a sentirse viva. Mi corazón nuevamente corría. Mis oídos oían los ruidos lejanos. Y mis ojos sólo veían los suyos. Por dentro, reinaba una calma casi extrema. El hombre que apenas unas horas atrás erizaba mis nervios, ahora, me brindaba paz.

10 comentarios:

  1. Bien señora, siga así!


    Agustín Cucchiarelli









    (todavía no descubro cómo poner mi nombre)

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  2. Sigue muy interesante!!! Bien Pilu!!!

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  3. Phil, muy buena onda el cuento :)! Me haces acordar a uno de mis escritores favoritos,Wilbur Smith (te recomiendo que leas su novela "Costa ardiente"). Si me dejas hacerte una pequeña crítica constructiva, creo que podrías agregar mucha más riqueza a lo que escribís, si te animas a ampliar un poco más las descripciones tanto emocionales como las de las acciones de tus personajes. Por otro lado, tengo una duda... Me parece a mí que nunca podrían haber lamentado más bajas que las de Normandía, según lo que he leído fué el foco de más bajas de parte de los "Aliados", por ende me parece que está demás que hayas puesto que no habían lamentado más bajas que las de Normandía, jeje.

    Lizzz

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  4. Hey! odio no saber como sigue ..jeje soy muuy ansioso..Se enteran en la familia q el hermano se mato? Se enamora de Milton? Bueno cuando este la tercer parte avisame. Besos
    Martín

    Pd: Te meterias en el ejercito por tu hermano? jeje me quedo la duda.

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  5. bueno, sigo esperando la proxima parte, esta muy bueno...

    un beso


    fede

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  6. pilar! ese comentario de "martín" es falso! lo escribió fede para sabotearme!!!

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  7. Es Martín mi hermano
    (supongo)

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  8. Como ya te dije, congratulaciones Pili, excelente cómo viene, y seguro sigue mejor todavía.
    Espero, espero, y guardo en favoritos para seguir viendo qué sale por aquí.

    Beso,
    Enzo

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  9. Bien hecho, Pili.
    Es una gran mezcla de sentimientos tuyos con esas películas y juegos que tanto te enloquecen.
    Está muy bien escrito, y espero con ansias la última parte.
    Además me parece genial que desde la cátedra les den este espacio.
    Un abrazo de lejos.

    Gonzalo Presarola.

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  10. Pili como ya te dije increíble,tanto como el primer capitulo; todavía no entiendo porque escondiste tanto tiempo este talento.Te felicito y creo que hablo por todos, ¡¡¡¡QUIERO EL TERCERO!!!! No pueden dejarnos así...
    Beso.
    PD: ahora no me podes decir nada che,te escribí ;.
    Sofi.L.

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