miércoles, 28 de noviembre de 2012

Mañana será mejor...


Lautaro Negri
Taller de Comprensión y Producción de Textos I

Entre sueños y realidades, segundos de inconsciencia transparente transcurren sin dejar huella. El presente se acomoda tras una serie de instantes donde los movimientos se transforman en autómatas. Un paso le sigue al otro con un destino tan claro que se torna imperceptible.
Con un sorbo de café, el individuo entra en su cápsula para transportarse hacia su oficina. Mientras navega por el vacío del tubo interurbano, que recorre el espacio aéreo plasmado sobre las calles inhabitadas, recuerda las líneas leídas hace años atrás sobre automóviles, trenes, motos y colectivos. Para la alegría de los burócratas, esas palabras quedaron desterradas y sólo existen en los libros de historia que reflejan la improductividad de las conversaciones, causantes de la “Gran Crisis” que casi aniquila con la humanidad. Todo contacto visual con otro ser fue reemplazado por los noticieros y películas transmitidas en la televisiones digitales hogareñas.
Sentado en su escritorio, luego de un viaje fugaz, se dedica a leer los mensajes acumulados en su cajón. Transcribe letra por letra en su computadora para después enviar los archivos al Salón Central mediante el correo interno de la empresa. Con esta inocente acción, estos documentos plagan los medios audiovisuales y construyen una sólida estructura de noticias que inundan las retinas de la población con información insulsa.
Su función ha concluido. Espera que los billetes salgan de la abertura ubicada en la pared lateral. Toma los papeles grisáceos y hace un giro de 180 grados sobre su silla para depositar el dinero en el orificio de la máquina de provisiones.
-          Buenas tardes, ¿qué alimentos desea llevar hoy? –pregunta la voz electrónica del altoparlante-  Presione el botón acorde a su gusto.
Estira su brazo y con el dedo recorre el teclado táctil desplegado en la pantalla.
-          Opción 3: cena italiana de spaghetti genovés ¡Excelente elección! Que disfrute su comida. Grupo Redes le desea buenas noches y lo felicita por su labor cumplida.
El único diálogo que podía aspirar a entablar se había esfumado en un centenar de segundos. Él deseaba poder transmitir sus ideas hacia alguien que pudiera afirmarlas o refutarlas y, de esa manera, comenzar una discusión al menos. Su anhelación de respuesta se vio sofocada al observar que la luz azul del foco central del aparato había dejado de brillar con su intensidad característica. Aquel destello que le hace compañía todas las jornadas sin excepción había cesado.
Con su recipiente de comida recién empaquetado, se dirige hacia el contenedor de bebidas del lado opuesto del cuarto, pero con la bronca expresada en su rostro se acuerda de que ya había gastado el sueldo del día. Busca en su bolsillo con desesperación y para su suerte encuentra tres monedas de cinco pesos que le habían sobrado del día anterior. Ninguna voz se hace presente en el mecanismo, por lo que se ve obligado a hacer su operación sin ningún sonido que le pueda replicar al menos una palabra.
Finalmente, toma su descanso merecido, aunque en su interior se cuestiona qué le había causado agotamiento. ¿Había sido su tarea de reproducir los textos contenidos en las decenas de papeles apilados en su escritorio? Continúa en su proceso de reflexión y se da cuenta de que en realidad, el silencio ensordecedor que lo envuelve cada vez más es el motivo por el cual siente que sus sienes lo aprietan, tal cual lo hace la habitación de tres metros de largo por cinco metros de ancho en la que se encuentra.
Se levanta con un movimiento leve, mientras el tiempo simula seguir su rumbo con el funcionamiento eficaz del reloj alejado del piso, aunque él sabe que se detuvo hace años. Pisa sobre la palanca de plástico y tira los restos de su banquete moderno en el receptáculo de basura, mejor conocido como “agujero negro”. Ahora, su mirada se eleva y se estanca hacia el espejo colgado en frente suyo. Observa su cara, adornada con ojeras profundas, y desconoce su existencia. Acerca su mano sobre la superficie del cristal para poder contactarse consigo mismo, pero todo intento es en vano. Sus ojos se desvían del reflejo ya que no soportan la crudeza del momento.
La resignación hace su presencia en el cuerpo inerte y converge sin obstáculo alguno. Toma su saco del armario diminuto, compuesto por un solo estante, y lo desenvuelve. Mientras se lo pone, revisa las arrugas que quedaron impregnadas sobre la tela, pero su preocupación es insignificante.    
Una vez más vuelve a su hogar, el cual resulta ser el escondite donde refugia sus angustias e imaginaciones jamás concretas que encuentran un lugar propio en su mente y se disuelven al intentar potenciarse en el exterior. Recostado en su cama, voltea hacia su mesita de luz y recoge una foto. La nostalgia recoge sus resquicios y los arroja sobre él, quien besa la figura  femenina con ansias de tocarla. Se acuesta nuevamente y piensa que mañana será mejor.



Postdata

Ana Minini Venega
Taller de Comprensión y Producción de Textos II


Ya es la cuarta vez que digo que es el último mate de la noche. Es tarde en Barcelona y la nostalgia despierta a mi insomnio. Hace diez años que no cruzo la 9 de Julio, que no viajo parado en el bondi; que no escucho a alguien decirme “boludo” con ese afecto particular.
Pienso en mi huida y en el arrepentimiento, estoy tan concentrado en las risas de mis viejos aquellos domingos de asado y charlas, que el agua me acaba de quemar la lengua. Me hubiera gustado que el primer pensamiento no hubiese sido “¡Joder!”.
Diez años sin escuchar la pasión en los bares esos fines de semana futboleros. Diez años sin un choripán como la gente.
Diez años de estar solo. Quiero salir a la calle y ver señoras regando las plantas y hablando con sus vecinas; quiero bocinazos, las puteadas a los tacheros y la gente que va a todos lados pero a ninguno en realidad, que camina mirando fijo al destino y desconoce su alrededor. Inclusive eso quiero, que la calle sea una escenografía.
Quiero sentirme solo en la ciudad donde estoy más acompañado.
Hace diez años que no canto el himno con los pelitos del brazo levantados, porque nadie lo comparte, porque no lo siento en el aire.
Extraño la desconfianza y el abrazo al desconocido, el olor a las medialunas recién hechas de la panadería de la esquina de casa, y el de la lavandina y productos de limpieza de las manos de mamá. Las mañanas con la radio prendida y el mate cocido con leche no son lo mismo en otro lugar.
Estoy vacío; a veces creo que dejé una parte mía allá, pero no, me traje todo para acá, todo lo que no necesito; me hacen falta esas calles cortadas, esas personas que te saludan en la calle, esas personas que te chocan, esos árboles de plazas inmensas, las sierras, la playa de la costa, el tango de fondo en algún que otro barrio porteño, ese acuerdo silencioso en el que todos aceptamos que somos el mejor país del mundo aunque sufrimos con cada prueba de lo contrario.
Me fui queriendo volver, me fui curioso pero con vergüenza. No menosprecio al país que me dio abrigo cuando tuve que escaparme de mi lugar, pero cien veces volvería para morir en mi fracaso antes de sobrevivir donde no pertenezco.
Cambio la yerba, y como veo que ya queda poco, decido ir a dormir. Y espero despertar de este sueño de una década y dejar finalmente, de estar solo.

El intruso en la plaza


Lautaro Negri
Taller de Comprensión y Producción de Textos I

La tarde caía en su máxima expresión con el principio de la aparición de colores cálidos sobre el cielo de primavera. La plaza relucía en su soledad. Las baldosas extrañaban la presencia de los seres que todos los días transcurrían por el lugar.
El reloj marcaba la hora de salida del colegio. Adolescentes de todas las edades salieron por la puerta principal, encaminados hacia la vuelta a sus casas. Algunos decidieron tomar la avenida principal para dirigirse con sus autos y hacer el camino más rápido, mientras que otros se vieron obligados a emprender su camino a pie.
Las chicas de quinto año caminaron hacia su refugio que las contenía por los atardeceres. Sus caras esbeltas y joviales demostraban la felicidad de haber concluido una nueva jornada.
Se sentaron en el banco más cercano al centro y comenzaron a hablar. Con el correr de los minutos, el calor se hizo más intenso, lo cual resultaba extraño a esa hora del día. Con delicadeza, se desabrocharon los dos primeros botones de sus camisas para que al menos una corriente de aire chocara contra sus cuerpos.
La naturaleza de las plantas se entremezcló con la belleza de aquellos seres a medida a que se iban deshaciendo de la ropa que cubrían su calidez. Estaban solas en medio de aquel manso ambiente, o eso es lo que ellas creían.
Detrás de los árboles ubicados en el extremo de la plaza, un individuo apreciaba la escena con un goce que jamás había sentido. Ante sus ojos se proyectaban las imágenes jamás pensadas por su mente jovial. Los músculos se paralizaron de forma simultánea.
Mientras este pequeño ser se encargaba de hacerse más diminuto en su escondite, las mujeres de edad temprana sentían que la temperatura subía progresivamente. Entonces, se acercaron a la fuente alojada en sus cercanías e iniciaron un juego que concluiría con la satisfacción del espía inocente que apreciaba como los pechos de las jóvenes se humedecían.
Los cuerpos se movilizaron con soltura para expresar su libertad. Los uniformes se acomodaron a placer del vigilante del accionar de las chicas y mostraron al descubierto las piernas de las estudiantes.
Las curvas prominentes que se habían expresado con esplendor lujurioso se borraron de manera efímera. Aquellos ojos que habían disfrutado del momento serían los encargados de que las imágenes captadas quedaran por un largo tiempo en su cabeza.

Respirando revolución


Lucas Martínez
Taller de Comprensión y Producción de Textos I

En La Habana el aire se percibía raro. Sí se podía ver esa isla de malecón y extrema opulencia, con lujos reservados al mejor postor, con un pueblo que inunda las calles como en un hormiguero. Pero el clima era diferente.
Las sirenas de bomberos contaminaban el paisaje sonoro de “Guatanamera” y clave de rumba, en esa víspera de año nuevo.
No sé cuándo empezó el tumulto y la vorágine de los hijos de Xangó, porque quizás la génesis se remontaba a años atrás.
“Viva Fidel”, corridas de sombras frente a mí, y un cartel de una multinacional cayendo bajo el martillo revolucionario, asido por la mano negra que creció en el cañaveral.
“Viva Fidel”, y un detenido por el ejército de Batista, prefiere inmolarse a ser detenido.
“Viva Fidel”, y las sombras frente a mí se fusionan creando una masa uniforme, vestida de guerrilla.
El aire no es el mismo.   

Una pluma pequeña

Juan Cruz Mori
Taller de Comprensión y Producción de Textos I


En el intento desesperado de dibujar al ave, el impacto había ingresado justo en mi cabeza. Desde el árbol desnudo se acercó un pájaro cantor. Sobre el cuerpo de Bauman pegaba pequeños saltos, como empujándolo, buscando su resurrección.
Recorrió su pecho hasta llegar a la cabeza. Mirándolo fijo, de su pico salió una melodía y, velozmente, se introdujo por su boca, en una pausa donde, de a partes, sumergía su cuerpecito dentro de los cachetes de aquel, que un día, había sido un hombre.
De inmediato, el muchacho abrió los ojos. Enceguecido, tomó su rifle, saltó la trinchera y, corriendo, se introdujo en la que seguía. Concentró su visión y su energía en los soldados enemigos, y aunque escuchaba silbar los tiros cerca de él, no parecían afectarle. Prosiguió a terminar con la vida de los agresores, haciendo lo mismo en las trincheras siguientes.
   Los proyectiles comenzaron a ingresar en su cuerpo, él los recibía como si s cuerpo fuera inmaterial, como si aquello no estuviese dañándolo. Una bala de gran tamaño alcanzó alguna parte sensible.
Fueron cinco los soldados que lo embistieron en el suelo, golpeándolo y acuchillándolo. Bauman, desde el suelo, comenzó a cantar. Pero no era su voz la que escuchaba, sino la del ave, esa que él había visto antes de morir.
Al abrir los ojos, se encontraba en la camilla de un hospital de guerra. Creyó que todo había sido una invención de su mente soñadora. Se esforzó por hacer memoria.
De repente, comenzó a toser, atragantado, de a poco se ahogaba. Una enfermera que pasaba le presionó la panza y Bauman sintió como escupía aquello que no lo dejaba repirar: una pluma pequeña.


Lo inmensamente grande, ínfima porción de oscuridad


Ezequiel Toré
Taller de Comprensión y Producción de Textos I

Abro los ojos, los cierro. Da lo mismo una cosa o la otra.
A la izquierda noche, a la derecha noche, arriba noche. Todo negro. La conciencia se reduce a saber que debajo de mí está mi cama. Busco la luz roja, esa ínfima porción de luminocidad que me proporciona el stand by del televisor.
La luz se fue. El silencio es absoluto, me atrevo a decir que es cercano o lo que debe escucharse en el interior de una tumba. Alzo la mano tan alto como puedo, no alcanzo a tocar nada. Estoy vivo.
Oscuridad, noche, vacío, estoy rodeado de todo y de nada, sé que en torno a mi cama está ubicado todo lo que poseo, pero no puedo ver, no puedo corroborar su exiustencia.
Tomo conciencia de que mi celular proporciona un ápice de luz. Tanteo a mi izquierda, busco, encuentro, abro la tapa, no hay resultado, no tiene batería. Mi respiración se agita, siento calor, frío, respiro, tiemblo. Me siento y trato de pensar, sólo logro hilar tres palabras “salir de  ahí”.
Me pregunto si es más inteligente mantenerme en la cama o intentar llegar a la puerta, analizo las opciones. Definitivamente lo mejor es ir en busca de alguna vela. Giro mi cuerpo en sentido contrario de las agujas del reloj, todo negre. Miro hacia el piso, todo negro. Siento desconfianza de apoyar mis pies en el piso, por miedo a que la profundidad de la  negrura me engañe, la posibilidad de caer me estremece.
Alzo el pie derecho y lentamente lo hago descender a donde, se supone, hay una baldosa. Sentí frío, lo que convierte al piso en una realidad.
Tomo coraje al erguir mi cuerpo, doy dos pasos y, de repente, me encuentro navegando en un mar de aguas negras, casi ahogándome en el espacio infinitamente basto y sinceramente pequeño.
No me choco contra nada, no toco nada. Todo está más oscuro. Decido sentarme, para lo cual, doblo lentamente las rodillas y tanteo con las manos en dónde se van a posar mis gluteos. Me siento en posición de chinito y me refriego los ojos, con la esperanza de que éstos se acostumbren a la oscuridad.
Bajo lentamente la espalda y rezo para no caer por un pozo que sé que es, en realidad, inexistente pero que la negrura y mi imagición me obligan a crear. La sangre se me atorbellina pensando que en el interior de ese cubículo hay en verdad, un enorme e infinito vacío.
Mi ubicación es incierta, no hay manera de que sepa geográficamente en qué parte de la habitación me hallo, sólo sé que estoy recostado en el piso. No oigo nada, no veo nada, no toco nada, no siento nada, ¿seré yo la nada? ¿quién soy, dónde estoy? Ya todo lo que fue cierto parece no serlo, ¿cuánto tiempo llevo acá?¿estoy acá, o es un sueño? Creo que mi mente me engaña.
Abro la boca para gritar, pero el vacío puede oprimirme el pecho y apagar todo sonido. Despierto. Estoy en el suelo, en medio de mi habitación. Desencajado, echo un vistazo hacia todas las direcciones, todo permanece donde debe estar.
Me convenzo de que fue un sueño, aunque en mi interior, entiendo que no pudo ser una mera ilusión, o un invento, todo aquello que viví. Todo parece estar normal, me hice sonar el techo y mi cabeza quedó hacia arriba.
En el techo hay marcas de uñas y la ventana está abierta, ¿habré estado solo?
  

Un día de domingo

Daiana Zárate
Taller de Comprensión y Producción de Textos I

El viejo sentado en la punta de la mesa,  gobernando este pequeño mundo su  familia, destapa el vino para almorzar las pastas del domingo, como de costumbre. Mamá, la “Turquita”, prepara los ravioles con la salsa aparte, sabe que al viejo la comida muy cargada no le apetece porque ayuda a que la acidez aumente y que al otro día tenga que comer avena como un caballo.
Está la mesa servida, mi hermana llega siempre tarde no sé por qué le cuesta  tanto levantarse al mediodía, y si… igual a la tía “Pety”, los mismos genes, que acaba de tocar timbre, y ya desde acá arriba se la escucha rezongar porque el postre se está derritiendo. Y vamos ahora con la misma pregunta de siempre…
- Hola, tía, ¿cómo te va?
- Y, querida, acá andamos más o menos, en la lucha.
Desde hace 18 años que vengo escuchando la misma respuesta, cuando va a ser el día que diga: “¡Hoy ando muy bien!”. Pero eso va a ser más difícil que quitarle los kilos a Pavarotti.
Estamos todos sentados en la mesa que la vieja preparó, el mantel floreado con los platos y vasos azules y los cubiertos que por cierto ya están desgastados y muy bien no funcionan, pero no vamos a decir eso, todos nos vamos a hacer los bobos para no quitarle la ilusión a la “Turquita” de que todo está perfecto.
Los ravioles están exquisitos, como cada comida que ella prepara. Ahora que terminamos de comer viene la ronda de chistes y anécdotas que siempre realizamos después de cada comida y  a la vez hacemos la digestión para consumir el postre, así matamos dos pájaros de un tiro.
El famoso “tronquito” de chocolate, dulce de leche y crema de la tía es lo que estamos saboreando en este momento, y se escucha por lo bajo…
-Definitivamente me lo hojearon a este postre, ya no me sale como antes, eso me pasa por darle la receta a doña zara, yo sabía que además de ladrona, era media bruja.
Y bueno hay que entender que la “Pety” ya está grande a sus 70 y tantos, por algo más que no sean  solo sus perros, se tiene que preocupar  y donde no hay problemas se los inventa. Papá come sólo un bocadito para no despreciar, es que lo dulce tampoco es lo suyo. El postre estaba igual  a como lo hace siempre, por eso todos le decimos a la tía que está más rico que nunca, para que no se sienta mal.
El almuerzo de domingo se está terminando con un riquísimo café con un chorrito de anís árabe que nos regaló el tío Amín. Nos despedimos de la “Pety”, le decimos hasta el próximo domingo tía, esperamos que estés bien, y nos contesta lo mismo de siempre…
- Espero que la presión no se me suba, después de todo lo que comí… cualquier cosita los llamo.

El Argentino detrás del Argentino

Mercedes Correbo
Taller de Comprensión y Producción de Textos I

Siempre es bueno y nutritivo saber y hablar sobre el pasado de la ciudad donde creciste. Es un ejercicio que disfruto hacer. Por eso tengo la costumbre de preguntar y que me cuenten. Y con mi mamá no fue la excepción. En una de las tantas charlas sobre La Plata surgió el tema del Teatro Argentino. Actualmente su arquitectura no es de mi agrado ya que la considero muy contemporánea y moderna desentonando con los edificios tradicionales que tiene alrededor. Aunque, por supuesto, por dentro es sumamente gratificante a la vista conteniendo esas alfombras brillantes, sectores de las paredes forradas en madera, un aroma exquisito en su espacio y la comodidad de todos sus ambientes. Sus salas, tanto la Ginastera como la Piazzolla, son impecables y llenas de emoción; en cualquier lugar de la sala donde te ubiques se puede percibir perfectamente cada movimiento preciso de las bailarinas; cada expresión de la cara de los cantantes de ópera y se puede oír armoniosamente cada pieza impartida por la orquesta. Pero como todo edificio platense, éste esconde una historia. El antiguo Teatro Argentino sí coincidía con la arquitectura platense. Como siempre ubicado en las calles 51, 53 y 9, 10, resultaba imponente por su extrema blancura y por su fachada impecable. Famoso por su orquesta, sus obras y sobre todo por su ballet estable, era (y es) considerado uno de los principales teatros del país. 
Pero algo inesperado ocurrió el 18 de octubre de 1977: un incendio en el escenario principal llevó a evacuar a todos los que se encontraban allí, derivando a la inminente destrucción y derrumbe. Recuerdo que alguna vez una mujer que bailaba allí (ya que la Escuela de Danzas Clásicas funcionaba ahí) me contó que fue totalmente inesperado, que se veía todo humo, gente desesperada saliendo y la tristeza y la desazón de ver al Gran Teatro Argentino venirse abajo era irrevocable. Me pongo a pensar si nada de eso hubiese sucedido y si todavía conservaríamos ese edificio hermoso y tradicional. Estoy convencida que sería más armonioso y más acorde a lo que estamos acostumbrados. De todas formas hay que estar orgullosos de poder seguir teniendo a semejante monstruo y semillero de arte para fomentar la cultura de la ciudad y para todos los que decidan crear.
Igualmente, no hay que olvidarse que debajo de ese moderno e innovador espacio arquitectónico, todavía se conserva la mística y la esencia de ese viejito pero más bonito Teatro Argentino. 

Mirando al techo de la cama, reflexiones sobre el caos y el cosmos

Javier Ábalos
Taller de Comprensión y Producción de Textos I


Es hora de dormir y Javier debe acostarse temprano para ir al colegio al día siguiente. Se acerca por el pasillo al fondo de su casa donde tiene su pieza, entra, mira el desorden y se ríe orgulloso de su rebeldía contra su madre que le ordena ordenar todos los días, “por lo menos hacer la cama”, dice gritando. Se acerca a la cama pisando juguetes, revistas, libros y artefactos de todo tipo, todo lo que usó durante la semana que no logró limpiar su madre. Se posa frente a ella y se dice en la mente “uff otra vez hacer fuerza” y con gran esfuerzo agarra la soga y escala la cama que mide un metro. Albergado en ella hace la cama como puede para estar mínimamente cómodo, piensa.
- ¡¡¡Paaaaaa!!! ¿me apagás la luz?- grita con una pregunta en imperativo. Repite- Paaaaaaaa!!!- grita más fuerte.
- Apagala vos, ya sos grande- dice su padre con mesura.
La realidad es que no quería tocar el rojizo piso frío del cuarto más alejado del comedor, entre la pachorra y el miedo podía mentirse un poco a la hora de señalarse las causas.
 - Siempre lo mismo vos pendejo, a ver si crecés un poquito y empezás a apagarte la luz vos solo- dice su padre y le apaga la luz.
- Cerrá la puerta- grita con insolencia y enojado Javier.
¡Tum!
En una absoluta oscuridad el niño se siente perturbado, se levanta y de un salto sale corriendo pisoteando el juguete de batman y el piso frío de su alejado cuarto lleno de sombra y terror. Prende la luz y mira para todos lados, mirando que toda la habitación esté en estricto orden, como él la había visto por última vez. Se sube a la cama por el costado y piensa.

Casa de mi abuela Lili

Javier Ábalos
Taller de Comprensión y Producción de Textos I

Domingo al mediodía en la casa de la abuela, medio dormido y con marcas en la cara de almohada me siento en la última silla, donde dicen que va “el macho de la casa”, cuenta mi abuelo y me golpea. Mientras espero la comida veo a mi tío mirando las carreras, tan lejos y tan cerca, aislado. Mi madre enterándose de los chusmeríos del viejo barrio donde nació se la pasa platicando con mi querida abu y mis tías. Me entero que “la Peyu” está embarazada. Cuando era chiquito me encantaba la Peyu, me pongo algo triste y me voy a jugar con Coco y Fiorella. Mi viejo discute de política con el Toro que viene todos los domingos al barrio a la casa de mi querida abuela. 
En el almuerzo, nos llaman a todos, a los chiquitos les hacen una mesita afuera con sillas de juguete mientras los grandes entre risas se acomodan adentro. Aunque yo quisiera comer con los chiquitos me voy al lugar “del macho”. Mientras comemos se arman las triviales conversaciones que nos hacen los Abalos y los Arandas, conversaciones triviales que a nada llegan, sin embargo algo me llena. ¿Serán las palabras de mi abuelo que nada dicen? ¿o las risas de mi abuela que a nada llegan? ¿será? ¿qué será? Estoy triste, y ahora de a poco, ese vacío de sus palabras y sus risas me van desahogando el espíritu, no entiendo qué es lo que pasa, lo que sucede dentro de mí ahora, hace dos segundos estaba riéndome de las palabras (mentiras) que decía mi abuelo y ahora me encuentro solo recordándolo, triste pero sin llorar, llorando pero sin lagrimear. Es fría la habitación, y sus palabras me abrigarán bastante abuelos queridos.




Toda la vida tiene música hoy, inclusive en la guerra

Pablo Reyes
Taller de Comprensión y Producción de Textos II

No aguanto más, a pesar del frío que hace acá, el viento que hay y del hambre que tengo no quisiera otra cosa que tener una guitarra o un grabador para escuchar un poco de música. La radio que pone el Coronel no pasa ni una puta canción, todo el día hablando de nosotros, y hablando boludeces encima, como si supieran lo que pasa. Repiten lo que les dicen estos mentirosos; “Están muy bien alimentados”, “Tienen muchas ganas de pelear contra los ingleses” o “No les importa otra cosa que defender la patria” y así sucesivamente.
Pero claro, no saben por ejemplo que hace un mes que estoy acá golpeando las ollas, las cajas para hacer un poco de música, para distraerme un poco quizás del agobiante ruido de las explosiones, los gritos, las puteadas de nuestros capitanes, no saben todo eso.
En una carta que me mandó mi hermana, me dijo que Spinetta sacó un nuevo álbum y que está excelente, imperdible. Todavía no lo he podido escuchar y me quiero matar, necesito tanto la música para sobrevivir a esta guerra de mierda y sin sentido, más que a mi familia diría. La otra vez quise hacer cantar a Juan Manuel una del “flaco”, pero me mandó a cagar ya que no estaba de ánimos para andar cantando. Él piensa todo el día en la novia, la verdad que lo veo muy mal, tiene miedo que la novia se olvide de él y lo deje por otro. Pobre, la debe estar pasando como el culo, por suerte yo no tengo novia y me ahorro esas tristezas.
Creo, igual, que si me pusiera a tocar la guitarra acá, me sacarían cagando. Siempre nos dan algo para hacer, no nos pueden ver al pedo, si no es hacer trincheras, nos mandan a vigilar, a limpiar los camiones que están llenos de barro y cuesta un montón sacarlo o a tapar la mierda para que no nos descubran. En fin, siempre hay algo para hacer, y si tenemos un tiempito al pedo lo aprovechamos para dormir una siestita ya que a la noche a veces no podemos descansar por el frío. Éstas camperas de porquería que nos dieron no abrigan un carajo. Además, calculo que si tuviera mi guitarra acá, no duraría ni un día ya que me la usarían para hacer una fogata.
Trato de no pensar en dónde estoy, en este lugar tan de mierda, ojalá se termine pronto porque ya no voy a saber en qué pensar, qué canción cantar. La música me ha acompañado durante todos estos días, pero ya no puedo soportar no escucharla. Uno puede sentirla, recordarla o pensarla, pero inevitablemente necesita escucharla para satisfacerse.
No sé cuánto más irá a durar esto, pero si sigo así voy a afanarle una de las radios al Coronel y me voy a esconder por ahí a ver si puedo escuchar algo, una canción o algo. Ojalá pueda sintonizar una radio copada, que me pase al Flaco, a Charly o a Lito Nebbia. Quizá tengo suerte y consigo escuchar a The Beatles, sería un golaso.

La argentinidad


Pablo Carabajal
Taller de Comprensión y Producción de Textos II

En una tarde soleada
entre amigos suenan guitarras,
gira el mate bajo una parra
el encuentro llega en buen momento,
y aunque no rebalse talento
a este sentimiento uno se amarra.

En un rato empieza el fútbol
esperando se acercan al fogón,
aunque para comer falta un montón
se van arrimando al asado
mirando el fuego recuerdo el pasado,
al abuelo con su bastón.

Giran las agujas del reloj
lenta la noche avanza,
ya todos tenemos llena la panza.
En la cocina se lavan ollas,
mientras reímos de la viveza criolla
por fin como quien descansa.




Problemas con el alcohol

Facundo Dalmacio
Taller de Comprensión y Producción de Textos II

Sacó la mano por la ventana para ver si sigue lloviendo; y no, ni una nube.
Miró al cielo para ver si a alguien le sobró un fuego artificial; y no, ni uno solo.
Asomó la cabeza por el balcón para ver si al fin te dignás a venir; y no, tampoco.
En quince minutos pasan dos colectivos, un perro detrás de un gato, dos grupos de chicas que van o vienen del boliche, la vieja  a la que siempre se le ocurre sacar a pasear su labrador a las cuatro de la mañana, un pibe en una playera y cuatro taxis.
Uno para en la esquina. Del auto baja una mujer parecida a vos.
Me toco el corazón en la garganta para ver si sigue latiendo; y sí.
Grito tu nombre desde arriba para ver si de tan parecida no sos vos; y sí.
A los gritos te pregunto si trajiste el champagne; y también.
Te iba a preguntar si te habías puesto el vestido blanco que tan bien te queda; pero no hizo falta.
Alguien que justo entraba al edificio te hace pasar. Me siento a escuchar el ascensor subir. Te oigo cambiar unas palabras con un tipo, escucho las puertas plegadizas cerrándose, tus tacos por el pasillo.
Tocás la puerta. Te abro. Me saludás con un beso.
-Brindemos –me decís-.
Apunto la botella de champagne a la pared seguro de esquivarte el ojo al descorcharla, pero no; y el hospital a siete cuadras.

La revolución es arte

María Laura Figlioli
Taller de Producción y Comprensión de Textos II 

La revolución es, según el cristal con que se la mire. La revolución es rock, es música; la revolución es lienzo, acuarela; la revolución es historia y presente; la revolución es acto, y en cada acto, hay trazos que van marcando el ritmo de los bandos de la gloria.
            Brindo por los artistas que reflejan en su obra el sabor exacto de la revolución, por quienes adosan a la lógica del arte, la lógica de la trascendencia. Porque revolucionar es haber sido capaces de cambiar; de entender; de aceptar.
            Revolución es haber cambiado el mundo, la mirada, la condición. En cada artista hay una búsqueda pacífica de lograr un efecto, y es justamente que la persona que se deleite de la obra del autor o que al menos sólo la haya teniendo ante si,  ya no sea exactamente el mismo que era antes de toparse con ella.
Nadie es igual, ni escasamente parecido a ese mismo ser que era antes de conocer una canción, una pintura, una película…porque esa pieza ha cambiado su presente, incluso su forma de percibir en el futuro y también de conciliar su pasado.
Porque ya nada será igual; porque todo cambia constantemente, porque el mundo ha dejado de ser el mismo una y otra vez: ¡No hay revolución sin arte! ¡No hay arte sin revolución!


El globo se pincha

Pedro Piñero
          Taller de Producción y Comprensión de Textos II

Los cánticos se agudizaban. Se oían desde un perímetro de 500 metros a la redonda. La banda azulgrana venía copando las calles a lo largo y a lo ancho. Con rojos vivos y azules marinos se exhibían las prendas de los simpatizantes.
El vino y el porro recorrían las manos de cada uno de los hinchas en el condecorado ritual previo. Grandes banderas alzadas en el aire detallaban el incondicional apoyo al club que venia luchando el campeonato.
Cada paso próximo a la cancha alteraba el deseo de ganar y proclamarse campeones invictos como los carasucias de los años 70.
Del otro lado de la cancha, sobre la Avenida La Plata venia entrando la banda del globo. Hundidos en el fondo de la tabla, llegaban con la ilusión de destronar al puntero y convertirse en el verdugo de la contienda.
Los ánimos en las dos hinchadas era totalmente adverso. Los de Boedo ingresaban al estadio con el pecho inflado. Llenos de confianza y estimulados por la seguidilla de partidos ganados, se proclamaban como triunfadores.
Huracán mostraba la contratara. Dolidos por haber sido derrotados los últimos tres cotejos por rivales directos de la promoción. Se hallaba en la posición mas baja del torneo. Coqueteando con el fantasma de la B y con pocas expectativas estaban allí, bancando al equipo de Parque Patricios.
Con el transcurso de los minutos la previa se calentaba cada vez más. Una vez dentro de la cancha los hinchas ubicados en contraposición exclamaban frases típicas hacia los rivales como “pechos fríos”, “sin aguante” y demás barbaridades que fueron censuradas.
Los jugadores acababan de saltar al campo. Los árbitros se ubicaban en sus posiciones y los técnicos desde el banco esperaron ansiosamente el pitido inicial que sentenciaría la historia.


Malvinas desalojadas

Nicolás Reyes
Taller de Producción y Comprensión de Textos II 

La imagen durante la pre-guerra solamente era una vista panorámica de las Islas Malvinas, un paisaje de la costa, que demostraba su clima de color gris.
Teniendo el conocimiento de lo que sucedió en ese territorio la vista cambia, el pensamiento, el razonamiento, son diferentes. Sabiendo que miles de soldados y ante todo seres humanos dieron su vida por ese “pedazo de tierra”, donde pasaron frío, hambre, riesgo de contagiarse enfermedades y, como dijimos, arriesgando su vida.
En esas cuevas que habían en las islas se quedaban encerrados los más jóvenes, por el miedo, otros las usaban como refugio y luego salían a combatir. ¿A combatir? Muchos decían que iban a morir, ya que no había mucha posibilidad de vivir.
Por esa y muchas más razones difíciles de describir sin ser vivadas, al ver las imágenes de las Islas miles de personas se quedan pensando y otras llegan a emocionarse por haber estado ahí, por haber vivido varias cosas que nunca se olvidarán. 

Recuerdo de los ´90

Federico Farid Gase
Taller de Producción y Comprensión de Textos II 

Recuerdo que en la época del menemismo vivía en Capital Federal, en Parque Patricios. Mi madre trabajaba como Licenciada en Comercio Exterior y mi padre se dedicaba a la música y tenía un restaurante en la zona de Palermo. La situación económica era buena y todos los días mis padres me llevaban al colegio Mariano Acosta donde hice muy buenos amigos durante la infancia.
Los domingos por la mañana nos íbamos a Berisso a visitar a mis abuelos. Allí hice muy buenos amigos a los cuales sigo frecuentando varias veces por semana por circunstancias de la vida. A mí y a mis amigos nos gustaba coleccionar figuritas de fútbol y otras cosas. Recuerdo que cada paquete de costaba apenas 30 centavos.
Durante la época escolar mis padres me daban un peso por día, era lo que me gastaba en un pancho y una Coca Cola, cada uno costaba 50 centavos.
Luego en Punta Lara, una vez ubicado allá, me gustaba mucho jugar al tenis y al paddle con mis primos con los que íbamos a jugar una vez por semana.
Durante esa época la pasé muy bien sin tener conciencia de la situación política y social del momento. Viví grandes momentos junto a amigos que veo y a algunos que ya no veo. Me da una gran sensación de nostalgia pensar en aquellos momentos que viví durante los noventa pero los conservo con alegría a pesar de todo. 

El pibe diez

Gaspar Reales
Taller de Producción y Comprensión de Textos II 


Creo que todos odiamos al sabelotodo de cada clase, pero no al alumno aplicado que saca buenas notas, sino a ese arrogante que quiere participar de la clase desesperadamente. El sabelotodo tiene una particularidad: es canchero, se siente tan bien consigo mismo que cree que a todos nos tienen que interesar sus anécdotas que son más aburridas que partido de bochas por radio. Además se cree lindo y por lo general tiene algún compañero o compañera que lo halaga religiosamente ya que se deja engañar con su pobre inteligencia.
En fin, me gusta aprender de la gente sabia, pero no soporto al sabelotodo que haría cualquier cosa casi maquiavélicamente por una buena nota.
Su sabiduría es tanta que aburre, no solamente a sus compañeros, sino también al profesor que no puede entender cómo cree ser más inteligente que él. Este personaje tan peculiar se encuentra en todos los ámbitos de la vida, el arrogante, no es más que un ejemplo, un “curso de autoayuda ambulante”, hay que moverse como él, cual pez en el agua en las situaciones más adversas. 

Fin, fan, fun

Lucas Casado
Taller de Comprensión y Producción de Textos II

- ¡Viejo hijo de puta! – gritó Ignacio
Guzmán se dio media vuelta asustado. Se quedaron mirando unos segundos sin hablarse hasta que Ignacio extendió la mano.
-              ¿Cómo le va martillero?
-              Tanto tiempo che – dijo asombrado Guzmán -, No te veo desde…
-              Desde que me cagaste a tiros en la municipalidad – Interrumpió Ignacio – Casi me pasan para el otro lado ese día.
-              Y bueno che son órdenes que venían desde arriba, viste como era la cosa.
-              Si, es verdad – resopló Ignacio - ¿Vamos a tomar un trago?
-              Vamos che.
Y se sentaron los dos en un bar por la Nueve de Julio, enfrente a un edificio con la de Evita retratada. Los dos ancianos e quedaron un mirando aquella imagen
-              Que cosa encontrarte así che – dijo Guzmán -. Como pasó el tiempo.
-              Mucho tiempo, la cosa cambió bastante.
-              ¿Para bien o para mal? – Preguntó con mirada pícara Guzmán
-              Yo creería que para bien, qué sé yo – quedó pensativo Ignacio -. Fíjate nosotros, lo que hicimos aquella vez, hoy no lo hacés ni en pedo, te llevan en cana.
-              Si, pero es lo mismo, no se cagan a tiros pero se putean por tapas de diarios o se cortan los insumos entre ellos, son unos hijos de puta – tiró amargado el viejo Guzmán.
La noche fue cayendo hablaron durante horas en aquel bar.
-              Aquella noche, ¿Hicimos mierda todo no? – Preguntó y rió Guzmán.
-              Que cosa, ¿No volviste más por esos lados che?
-              Que voy a volver, no tengo nada que hacer allá
-              Yo pasé una vez, pero las cosas cambiaron mucho en Tandil – dijo Ignacio.
-              ¿Qué diría el General si viera como está la cosa ahora?
-              Nos caga a puteadas y se va a la mierda – contestó Ignacio – vos nunca fuiste peronista viejo, hay que dejar de nombrarlo al pedo, este no es su bardo.
-              Anda a cagar.


Yo, ¡argentino!

Isidro Stratico
Taller de Producción y Comprensión de Textos II 

El ser argentino no simboliza nada, y lo simboliza todo a la vez. La argentinidad que llevamos todos encima acarrea la torpeza de caer, lamentablemente repetidas veces, pero del mismo modo, la tozudez de volver a levantarse incontablemente y pelearla, buscar y lograr salir adelante.
Los argentinos somos los luchadores, que combatimos para llegar a fin de mes, que sufrimos el día a día, pero logramos progresar. Somos los Australes, los Patacones, los Lecop. A su vez somos la opulencia, el tirar alimentos, un Puerto Madero gigante.
Podría describirse al argentino como un ser de doble personalidad o identificarlos en la imagen de dos hermanos gemelos que se llevan mal, aunque cada tanto se amigan para jugar algún partido de fútbol y patear para el mismo lado. Lo argentino es una buena milanesa napolitana y el dulce de leche, pero irónicamente también lo argentino es el sushi y el chocolate Premium.
El argentino se relaciona con lo chanta, con lo malo, con lo peor, pero de la misma manera con lo noble, con lo bueno, con lo creativo.
La palabra argentino trae consigo infinidad de cosas, significaciones y nombres, como pueden ser lamentablemente Galtieri, Videla, Astiz y demás, aunque también acarrea nombres como Monzón, Maradona, Gardel.
Los argentinos somos el tango y el rock, del mismo modo que somos la cumbia. Somos lo clásico y lo alternativo, lo punk y el pop.
El ser argentino está implícito en todo, desde nuestra forma de actuar ya sea para pedir 30 minutos de descanso en clase, como de reaccionar. Nuestras formas de hablarnos, de mirarnos, de relacionarlos, de querernos y de odiarnos.
Por todas estas cosas digo que ser argentino es ser nada. Pero también por ésta hermandad escondida, esta relación cariño-odio es que ser argentino es un todo. Los argentinos somos eso, todo y nada. Hermanos de sangre con mal carácter para con el otro.

Ministerio de Educación de la Nación y Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, al país:

Santiago Burgos Carbonetti
Taller de Comprensión y Producción de Textos II

En respuesta a los agravios al Gobierno de las Fuerzas Armadas pronunciados clandestinamente por el señor Rodolfo Walsh.

En esta ocasión se nos hace inminente dictar este comunicado a la población en respuesta a los agravios que el Gobierno, del cual formamos parte, ha recibido del señor Rodolfo Walsh.
Como defensores de la libertad  de expresión y pensamiento aceptamos que personas como él tengan sus opiniones. Pero nos es imperioso remarcar las graves faltas que hace a su oficio de periodista con acusaciones falsas y basándose en datos erróneos. Nos duele también el desconocimiento total a los esfuerzos de este Gobierno por llevar a cabo el proceso de reorganización del País. Proceso que tiene como objetivo desmontar las estructuras socialistas que llevaron a la Nación al desorden económico-social y devolver, con trabajo y un procedimiento bien marcado, el orden que la sociedad estaba pidiendo.
¿Desapariciones? ¿Asesinatos? ¿Torturas? Son acusaciones que este señor pone libremente en las mentes de nuestros ciudadanos. Más grave es aún que se hagan sin pruebas concretas, por duro que suene, no hay cuerpos. Los casos de desapariciones que se detiene a escribir no son más que mentiras, no hay desaparecidos. Sólo personas que afectadas por el germen comunista, se fueron del país al encontrar aquí quienes no les permitan llevar a cabo sus actos subversivos. Y aquellos que se quedaron tienen su merecido castigo en la cárcel.
Con respecto a los cuerpos aparecidos en costa uruguaya simplemente aclarar que son problemas de Uruguay, allí se debe determinar su identidad. El Gobierno argentino ofrece su ayuda al Estado vecino en pos de que se aclare este hecho.
De lo estrictamente económico seremos breves debido a que de eso se encarga el Ministerio de Economía y Finanzas Públicas. Si se compara la situación económica del País antes de 1976 con la de ahora puede verse el gran avance que ha habido en esta materia; Walsh mismo reconoce en su carta el aumento de los precios en la producción animal, doblemente feliz por tratarse de que nuestra Argentina basa su economía en la agricultura y ganadería.
Para finalizar queremos instar a los ciudadanos, por quienes trabajamos, a no dejarse llevar por las ideas que circulan en la clandestinidad; por algo lo hacen desde allí. Si su discurso fuera certero, estaría hoy legitimado.
Agradecemos a la Sociedad Rural Argentina por su apoyo hecho en la publicación al cumplirse el primer año de este proceso que tan orgullosamente aprendemos.
                                 Les deseamos una buena semana,
                                           Ministerio de Educación de la Nación,
                                           Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto.      


Muerte en un boliche

Rocío Spina
Taller de Producción y Comprensión de Textos II 

El pasado fin de semana dos jóvenes se enfrentaron en un boliche local y uno de ellos, murió luego de  recibir un puntazo en el abdomen.
Jhon (25), el muchacho fallecido, se encontraba en compañía de su novia, quien intentó parar la pelea, pero de nada sirvió. El joven, de procedencia uruguaya, murió luego de unos minutos de agonía.
El otro chico, Martín (23), ya tenía cuatro causas judiciales por conflictos del mismo tipo. El juez a cargo determinó que su situación era complicada y que por lo pronto seguiría preso.
Por otra parte, testigos del hecho, contaron que las agresiones por parte de los jóvenes habían tenido lugar previamente en la entrada de la bailanta, y que había sido el más chico de ellos quien inició el conflicto.
Martín había provocado al uruguayo de 25 años mediante insultos primero y luego, una vez dentro de la discoteca, siguieron las agresiones verbales y las conocidas “malas miradas”.
Este sacó de uno de sus bolsillos un facón en forma de S amenazando a su contrincante quien le dio dos golpes sin lastimarlo demasiado. Pero la disputa continuó y el más chico de ellos introdujo un cuchillo en el abdomen del uruguayo provocándole la muerte en unos minutos.
La próxima semana se conocerá como continúa el caso.


Ni tristes ni final

Silvana Casali
Taller de Comprensión y Producción de Textos II

-¿Vas mañana al paro, Juancito?- dijo Cerviño con sonrisa amplia.
-Me extraña, creía que íbamos juntos.
-Qué se yo, estas un poco alejado de la política últimamente…
-Alejado las pelotas. Subí la radio.
Cuando llegaron a la casa Estudiantes le ganaba 3 a 1 a San Lorenzo. A Cerviño se lo notaba alegre, con la botella de ginebra en la mano izquierda.
-Podrías ordenar un poco el rancho…-dijo Juan mirando la ropa amontonada sobre la silla.
-Anda a la puta que te parió.
Sacaron unas pizzas del congelador, tomaron cuatro cervezas y fumaron tanto que perdí la cuenta.
Cuando el sol entró por la claraboya alcanzó a iluminar los ojos de Juan que roncaba sobre el sillón de mimbre. Desayunaron y salieron a la vereda. Juan alcanzó a tomar el picaporte de la camioneta cuando Cerviño le gritó:
-¿Qué haces, gilún? ¡Vamos en el Torito!
-¿Me estas diciendo en serio?
-Siempre hablo en serio.
-Vos te volviste loco.
-No seas cabrón, ¡por los viejos tiempos! Además ya lo cargué con flores, nada raro… Quiero que caigan sobre las cabezas de los docentes cuando estén marchando.
-No te creo. Siempre decís lo mismo y terminamos volando sobre la casa de Macri tirandole mierda. Yo voy solo.
-Subite al avión, carajo.
Juan no pudo evitar largar una carcajada al ver el cartel que Cerviño había atado a la cola de Torito: ‘‘Peronismo auténtico con los maestros perseguidos’’
-Te quiero, viejo borracho.
-Dejá de mariconear y abrochate el cinturón invisible.
Cuando llegaron a la plaza los maestros estaban marchando hacia el Congreso para hacer el abrazo simbólico. El día estaba despejado. Cerviño apretó un botón azul (el Torito estaba más moderno que nunca) y sobre la avenida llovieron flores de tantos colores como personas marchaban.
-Qué día peronista- dijo Juan haciendo una mueca de nostalgia.
-¿No sentís olor a mierda?-respondió Cerviño.
-Y si nunca lavaste el depósito del Torito…
-Che Juan, qué día peronista.
-Lo acabo de decir, cojonudo. No escuchas un carajo.
-Pasame la ginebra. Y andate a la puta que te parió





Capitalismo: ¿Civilización o Barbarie?

Kevin Ritchie
Taller de Producción y Comprensión de Textos II 

La calificación de los distintos grupos sociales es algo común a lo largo de la historia y aún en la actualidad se sigue caracterizando a las personas, ya sea por factores económicos, sociales o políticos. En este caso me situaré en la relación de antagonismo desarrollada en las manifestaciones de “indignados” en Wall Street con respecto a los magnates comerciales que catalogaban de salvajes retrógrados a los manifestantes:
Llegué al Central Park de Nueva York donde poco a poco se iba agolpando la gente con banderas y carteles. Me sorprendía ver semejante movilización en el epicentro del comercio mundial. Una vez consolidado el grupo que íbamos a llevar la marcha, comenzamos a movernos en dirección adonde estaban instaladas las sedes de las diferentes empresas multinacionales. En los diarios del día, las tapas reflejaban la postura del poder económico, tanto el Washington Post como el Daily News caracterizaban a la movilización como un grupo de salvajes con ánimo de sembrar el caos en la “tranquila ciudad”.
A medida que me adentré en la principal calle se observaba una notoria disparidad, por un sector gente luchando por conseguir puestos laborales o un plan médico público, ya que en aquel país sólo los que tiene poder económico puede acceder a la salud. Por otra parte desde los palcos de los rascacielos se veía gente de la burguesía comiendo y bebiendo, pero sobre todo advirtiendo con cierta gracia y humor la marcha que se estaba llevando a cabo en las calles.
Viendo esa ecuación tan opuesta comencé a reflexionar acerca de quienes eran los verdaderos salvajes, los bárbaros que se manifestaban por un cambio social o los burgueses que se divertían con la marcha, siendo éste último grupo quienes llevaron el mundo a un momento caótico de la historia: contaminando, explotando seres humanos, agotando los recursos naturales. El verdadero bárbaro destructor en definitiva es quien prosigue con la destrucción del mundo.
En conclusión ¿quiénes eran los bárbaros?

El Rosedal

Ana Carbonetti
Taller de Comprensión y Producción de Textos II

Era una espina, una astilla. Una estaca en la que anclé una parte de la historia. La grieta en el relato, en mi escritura. Nunca pude escribirla, ni siquiera esa satisfacción me dio. 
El marrón insípido de los ojos comunes impedía lo subyacente, el trasfondo.
Una mirada siniestra y deslumbrante proporcionalmente igual en cada ojo. Pestañas distraídas, pómulos sin relieve y una piel tan blanca que era objeto de trueque en el mercado negro. Tres líneas castañas que atravesaban el ojo izquierdo como resortes de un teléfono le cubrían la pupila más dilatada. Sólo a veces miraba con el ojo verdadero. Nunca comprendí con certeza con cuál de los dos mentía…
Fue como un blues: melancólica, bohemia, intratable. No existen jaulas para las libertades desmesuradas ni cuerpos que resistan la tortura sistematizada de la omisión. 
Esa mujer era rosas y espinas.
Me enamoré de un monstruo. 

Nada más lejos de la verdad

Manuel Nicolás Romera
Taller de Comprensión y Producción de Textos II

Hay personas que son un puñal. Se meten por nuestra piel, lastiman sin previo aviso y generan adrenalina y dolor en profundidad. 
...
Ella apareció como un personaje secundario en esta historia para terminar moviendo cada escenario en la vida del protagonista. En el final, transformó en enemigo a quien él veía cuando se miraba al espejo.
El protagonista, por supuesto, es quien les habla. Podría empezar contando cómo fue que me enamoré de ella y esas huevadas, pero la parte de mí que experimentó tales cosas hoy no está con vida. Ojo, no lo digo con tristeza. Son cosas que pasan. Y menos mal que pasan. Otra opción sería tratar de explicar por qué tuvo que ser ella y no cualquier otra pero tengo que admitir que rebobinar sobre este tipo de cosas se va poniendo cada vez más doloroso y no me creo capaz de hacerlo de nuevo.
Lo que sí puedo decir es que sus ojos dijeron más que sus palabras. Y su presencia todavía me duele a pesar de que ya no la veo. Por esos días mi habitación era un reflejo de mi cabeza; me resultaba imposible establecer un orden y a medida que pasaban los días la cosa sólo empeoraba. 
Sería una mentira decir que todavía me acuerdo de cómo era el perfume de su respiración contra mi cara. Sólo sé que antes lo recordaba y me producía algo difícil de describir. Era único.
Personalmente no creo en el amor a primera vista. Las mujeres más interesantes son las que hay que mirar dos veces para advertirlo. De todas formas, no estoy tan seguro de que esto haya tenido tanto que ver con el amor. La adolescencia puede ser muy engañosa con estas cuestiones.
Por entonces me dominaban los impulsos. Tomaba riesgos innecesarios. Todas las verdades de ese momento eran una mentira y todas las mentiras formaban parte de la verdad. Mi pecho se sentía abierto y lastimado con frecuencia. Mi adolescencia se combinaba con la vejez. Las palabras no eran más que un sonido. Mis acciones se deshacían sin saber para qué.
Esos meses fueron jodidos. No jodidos en el sentido literal, no se murió nadie ni nada por el estilo, aunque es cierto que algunas cosas dejaron de estar vivas cuando todo terminó. El problema es que no la entendía. No la entendía porque no la conocía realmente, o por ahí sí la conocía, pero de a partes, y algunas de las importantes se me escaparon. Y tal vez llegué a creer que eso era amor. Nada más lejos de la verdad.

El misterio del cuerpo embalsamado


Catalina Iltis 
Taller de Comprensión y Producción de Textos II

-Acercate  –dijo Juan mientras fumaba un cigarrillo negro.
-¿Para qué?  -le susurró  al oído el sargento.
-¿Ves esa esquina? –dijo señalando hacia el edificio que se veía a lo lejos.
-¿Cuál?
-Ese edificio en medio de la avenida que tiene la cara de Evita.
-Sí, ¿Qué pasa?
-Ahí estuvo el cuerpo de Evita escondido después de que lo robaran.
-Pobre Perón  –dijo acongojado García.
-No, ¿Por qué? Después se lo devolvieron.
 Juan siguió caminando hacia retiro, sin darse cuenta que el sargento se había quedado mirando el edificio.
-¡Eu! ¡Gil! Dale, seguí que está re turbio esto.
-¿No podríamos ir a ver si hay algún monumento o algo?
-No va a haber nada, eso fue hace años.
 García se volvió y continuó caminando. La calle estaba desierta. La gran avenida se encontraba llena de autos pero no habían personas caminando.
-¿Qué habrá pasado? No hay un cristo en la calle –dijo el sargento.
-¡Qué se yo! ¿Y ese?
 Venía caminando un hombre con un chumbo en la mano.
-Denme todos los objetos de valor que tengan –dijo el chorro mientras les apunaba y miraba para todos lados –Dale, dale, rapidito antes de que llegue alguien.
 García abrió su bolso ¿Que le roben a un policía? Una pícara sonrisa apareció en su cara. Sintió un impulso, le pegó un derechazo en el estómago y, sin proponérselo, le quitó la pistola.
-¡Qué rapidez! –expresó Juan.
 El hombre, al darse cuenta, se enderezó y corrió en dirección contraria a la que iban ellos.
-A mí no me iban a robar.
-Lo felicito sargento, muy astuto de su parte.
 Continuaron caminando y se detuvieron a comprar cigarrillos en un quiosco, de esos que tienen todo: ciber, cabinas telefónicas y hasta fotocopiadora.
-¿Sabés que me dejaste intrigado? –dijo García con los ojos entrecerrados -¿Qué fue lo que pasó con el cuerpo de Evita?
-Yo sólo se eso que te dije, el cuerpo de Evita estuvo allí.
-Voy a buscar en internet, a ver qué encuentro.
 Pidió una computadora, se sentó y buscó en google: “cuerpo de Evita Perón”. Abrió el segundo link de un portal donde apareció la biografía de ella y un informe detallado sobre los destinos de su cuerpo.
-¡Qué interesante! –dijo García –Hay muchísimos baches en la información.
-Si, pobre Eva. La fueron llevando de un lado a otro…
-Isabelita ¿Realmente la habrá traído?
-Me parece imposible. Habrá que averiguarlo.
-“El cuerpo, todavía bello, de Eva ue depositado en una tumba de cuatro metros y medio de profundidad, en un sector privado del cementerio de Recoleta, en Buenos Aires” –Leyó…
Esa tarde, siguieron fabulando respecto al cuerpo de Evita. Como era de esperarse, el inquieto sargento quería ir a confirmar que el cuerpo estaba allí, pero Juan no se lo permitía. En el colectivo, seguían discutiendo mientras iban al departamento donde se alojaban.
-Es muy peligroso, debe haber seguridad –dijo Juan.
-No creo, pasó hace muchos años.
-Aparte pobre Evita, que en paz descanse.
-Yo te digo, el cuerpo está allí.
 Delante de ellos, se dio vuelta el chorro que les había intentado robar en la nueve d Julio y les dijo:
-Mi padre siempre dijo que ése no es el cuerpo de la señora de Perón.
-Pero vos ¿Qué haces acá? –dijo Juan con cara de horror -, vos sos el chorro de la avenida.
-Sí, éste –señaló al sargento –me dio una verdadera tunda.
-Te lo merecías, yo soy sargento –dijo García -, a mí nadie me roba.
-Bueno, bueno, cuéntenme qué quieren hacer para averiguar si ése es el cuerpo de Evita.
-Queremos aprovechar esta noche e ir al cementerio de Recoleta, abrir el ataúd y ver si es cierto.
-Es imposible –dijo Juan -, se encuentra en una cámara acorazada en un banco decía en internet.   
 En una tumba de cuatro metros y medio de profundidad.
-Nah, es una boludez –dijo el chorro –yo robé varios bancos y no es la gran cosa. Con las herramientas precisas…
 García lanzó una mirada cómplice a Juan.
-No, definitivamente no.
-Dale Juan ¿No te da intriga?
-Es un cagón –dijo el chorro.
-¿Qué decís? No me conocés vos…
-Y bueno, demostrame que no lo sos.