miércoles, 1 de diciembre de 2010

Octubre es del pueblo

"Volveré y seré millones."
Eva Perón


Un hombre sale al balcón, desde abajo vitorean. Alza una foto, pronuncia unas palabras, no se escucha claro, pero todos lo aplauden. Algunos pasan y miran aquel sector, levantan la vista, lo ven, sonríen. Alguien levanta el brazo y hace una V con los dedos. Hay quienes lo siguen y también forman la V, hay quienes prefieren flamear sus banderas.
Un hombre muy viejo lleva una radio al hombro. Acaba de entrar en la fila, un "colado", pero nadie se está por enemistar. El hombre baja la radio, grita una consigna, llora. Algunos también se emocionan, algunos charlan para opacar la emoción. El que no tiene dientes siempre inicia las canciones; como el hombre del balcón, ya ha aceptado su puesto, y lo disfruta.
Allí son todos amigos, o en todo caso compañeros. El enemigo está afuera, festeja, se burla, se relame los colmillos. El enemigo lo es porque existen dos veredas, aunque algunos insistan en la neutralidad.
Otra vez el hombre del balcón, otra vez flamean las banderas. Evita sonríe en la imagen que el un señor alza, y también protesta desde las remeras. Cada tanto vuelven los cantitos, a veces con bronca, a veces con euforia, y la tristeza parece evolucionar en lucha y las generaciones se mezclan en un aplauso general.
"No saben si volvió el camión del agua?" pregunta un anciano a un grupo de jóvenes. Ellos desconocen la respuesta pero ofrecen un mate y el frío no se hace presente aunque se muevan las copas de los árboles. Hay bares abiertos en las transversales; los de la calle principal no prestan sus baños, pero todos muestran en sus pantallas lo que ocurre en la Casa.
Hace siete horas que empezaron a caminar. El hombre del balcón los observa y se debate entre si bajar o seguir disfrutando de su efímera fama. Para los que empezaron al rayo del sol, se hace difícil refugiarse del clima de la noche, pero el calor de una multitud enardecida puede más que quince estufas.
Poco a poco comienzan a avanzar. El hombre del balcón ya bajó. Faltan horas pero ya se divisan las vallas, y alguien dice que vale la pena esperar. Corre el rumor de que en la recta final ofrecen sandwiches, a lo que algunos bromean: "Ven que al final vinimos por el chori?".
A las 3 de la mañana, aún falta para entrar. Agotados, sucios, siguen creyendo que es ahí donde tienen que estar. "Ahí en la luz se arma la fila", "Dónde?", "Ahí donde están los policías, después hay que ponerse de a dos".
Cerca, muy cerca, ya se ven las coronas. Las consignas se aplacan; ahora todo es respeto. "Dejen los carteles y por acá las flores "exige un policía casi en la entrada. Uno de los transeúntes se aparta, apoya un ramo de flores, saca un papel del bolsillo, lo pega entre los barrotes, y escribe con orgullo: Gracias Néstor.



Por Guadalupe Reboredo
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010

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