miércoles, 1 de diciembre de 2010

Sabía que vendría

Por Candela Villalibre
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Año 2010


Sabía que ese era el día, sabía que esa noche vendría. Las últimas semanas la sentía cerca, como si la brisa del verano naciente trajera su perfume, su sonrisa perversa, sus oscuros sentimientos. Aveces se peinaba y hasta podía jurar que detrás de su espalada ella soplaba su pelo. No se acordaba desde que momento su relación se había hecho tan intensa, cuando habían comenzado a conectarse.
Pero, de repente se encontró con que su carisma y sus ganas de vivir se habían consumido con el tiempo. Atrás quedaban los momentos de adrenalina, de juventud, de risas. Ahora tenía sueño, los huesos cansados, y las pupilas desgastadas. Estaba rodeada por un aura profunda y avasallante que la adormecía, y dulcemente la atraía a sus brazos, mientras debilitaba su alma poco a poco.
Ya no le importaba su alrededor, estaba cerrada en sí misma, esa extraña sensación la absorbía, penetraba sus pensamientos, dominaba su vida. Después de largas noches de sollozos, murmullos en el pasillo, vibraciones, recuerdos de su niñez que aparecían como ráfagas en su memoria y la confundían en tiempo y espacio, logró comprender de que se trataba.
Tanta cercanía transformó su alegría en lágrimas de nostalgia, luego su temor en curiosidad. Entonces la tristeza y la resignación se hicieron a un lado, para llenar su cuerpo de coraje y darle paso a otra etapa de la vida. Ahora entendía quien había venido a buscarla, por què estaba en todos lados seduciéndola, que quería conseguir. La intrusa se hacía presente sin asustarla, trataba de acercarse de manera suave, con paciencia. No quería llamar la atención, por eso la rodeadaba cuando estaba sola y estaba segura de poder penetrar en su mente.
Su alma se vistió de melancolía, su cuerpo agobiado se rindió ante la lucha. Pareciera que de a poco se fue desarraigando de todo lo que la ataba, y liberó su ser. Entonces un día llego ella… allí estaba sentada al lado de la cama, mirándola fijamente con sus ojos verde esmeralda, sus cejas oscuras, su pelo negro, y su aroma a jazmín. Era realmente hermosa, y con su rostro la invitaba a viajar, a explorar un universo distante. A través de su mirada, podía sumergirse en el más allá.
Sentía que caía por un abismo profundo, quería gritar pero en el fondo disfrutaba esa sensación de final. Cuando consideró que estaba preparada, su nueva amiga le acarició el rostro y la tomó de la mano con naturalidad, acostumbrada a llevar gente de viaje. Juntas se desviaron del camino, juntas se alejaron de lo conocido.

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