miércoles, 12 de septiembre de 2012

Los perfectos

Matías Cerletti
Taller de Comprensión y Producción de Textos II 

Supongo que estoy en un mundo acabado: edificios fracturados, calles violentas, armas cargadas. Supongo que el frío no es para todos, es un invento de quienes podían mermarlo, porque claro, los diarios en los pechos de los marginados no calman las bajas temperaturas; en vez de desperdiciar tinta en titulares y epígrafes truchos, podrían imprimir diarios impermeables, o no invertir tanto en mentiras, achicar la cantidad de páginas y regalar una frazada en cada tirada. Y sí, gracias que los sueños todavía no tienen ente regulador, porque eso podría terminar con algunos altruismos magníficos que nacen así, soñados.
Estoy sentado en un tercer piso de una calle sin nombre y una puerta sin letras. A veces me paro y me asomo a la ventana, y personas coloridas contrastan de otros personajes opacos. Los colores gritan, los grises desenvainan bastones oscuros, y entonces son como acuarelas que se juntan en una pincelada; algunos salpicones apartados de la escena principal se escapan del fondo, y otros salpicones negros los persiguen y los borran. Después de unos minutos los colores se esfuman y los grises permanecen y se escucha que ríen; sus risas, son macabras como el mundo, que no parece mundo, parece infierno cuando ellos ríen.
Por eso, retraído en la habitación abandonada de una calle sin nombre, se me ocurre que esta alienación del ser humano no es más que un dolor de estómago. Hay magos en todas partes y eso es para muchos una cosquilla de esperanza. Los magos no son recreaciones oníricas, no; los magos son como los colores que pintan, sólo que ellos matan desde otro lado, porque escriben paredes y calles y cuarteles, y creen en la alegría y también en los colores, como los colores creen en los magos. La difusión, el entramado de ideas, los amigos caídos, son todos notificados por magos en todo el mundo, y a veces escriben cuentos fantásticos, que suprimen la ignorancia de muchos de nosotros; claro que también son furtivamente cazados. Siempre nos enteramos cuando a alguno le cortan la cabeza, porque grita “¡revolución!” atontado de alegría. Así, logran desempañar a otros magos y colores empañados, que ven en la ejecución a un líder.
Más todavía que el miedo, vive la fuerza de un pueblo de irreconocibles que escriben y que cantan y que lloran a sus muertos. Hay magos y colores, y todavía quedan árboles y plazas. Y cuando los colores pintan deliciosas canciones y los magos les retribuyen ansiosas poesías, parece que el mundo vuelve a ser libertad, y todos nos miramos a los ojos y la fuerza disciplinar de un corazón constante y humano, vuelve a redescubrir la vida entre las encrucijadas sanguinolentas que nos cazan. Pensamos en la reconstrucción, entonces morir no se hace difícil; y la tierra destrozada no abunda en nosotros porque somos la contracara que les duele: una mitad de tierra, y otra mitad, empapada de cielo.



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