miércoles, 12 de septiembre de 2012

Por siempre joven

Matías Russo
Taller de Comprensión y Producción de Textos II



“La imaginación al poder”

Chicos, adolescentes, viejos, ancianos, fallecidos, todos alguna vez tuvimos en mente la idea de cambiar el mundo. De ir en contra de lo establecido. Revolución. De chiquitos, soñábamos con ser súper héroes, astronautas, policía, bomberos, etc. jugábamos a serlo, buscábamos ser distintos y ser únicos, queríamos un mundo mejor.
Con el tiempo, la imaginación, esa inocencia, empieza a perder fuerza, comienza a verse desde un punto de vista más cercano a la realidad. En la adolescencia queremos gritarle al mundo, romper las estructuras de poder que nos contienen, queremos justicia y soñamos con un mundo mejor. Agarramos la guitarra y cantamos contra el sistema, a los que no piensan como nosotros, nos prendemos en cualquier marcha por el solo hecho de pelear (por un derecho, por una persona, por un equipo de fútbol), nos juntamos con los pibes y escribimos paredes (alguna puteada, aguante Charly, fulanita te amo, vamos Racing, alguna referencia a una agrupación política o simples garabatos). No nos bancamos nada, somos impacientes, queremos cambios y los queremos ya, no importa si los necesitamos, o no, pero queremos revolver el mundo.
Yo pertenezco a la juventud de esta era. Todo lo que digo, todo lo que opino se basa en mi conocimiento y en mi experiencia, no puedo hablar como una persona mayor porque aun no lo soy. Sin embargo, observo en la gente mayor que se perdió ese hambre por la revolución. Los veo conformistas, rendidos. ¿Será que son optimistas con experiencia y por eso entienden que ya no hay nada por que luchar? Lo que  escucho es: “En mi época no pasaba…”; “A tu edad yo laburaba  y mírate vos…”; “Con esta juventud el país está perdido”. Los ve como subidos un escalón más arriba, un lugar en el que su razón (para ellos) es inobjetable.
Yo tengo miedo de algún día perder esa batalla interna y convertirme en uno de esos viejos conservadores protestones que repudian a los chicos, a sus modas y a sus maneras de pensar. Ahora creo tener en mi mente la fórmula de la juventud eterna, sin operaciones, sin cremas, sin pociones mágicas. Uno puede ser “un pibe” eternamente, viviendo con imaginación, con rebeldía al ver injusticias, imitando lo bueno de las generaciones que se aproximan. Escuchar/componer músicas, letras, mensajes; dibujar garabatos, pintar un mundo mejor. Confío plenamente en la juventud y en la vitalidad de la imaginación y lo puedo comprobar porque conozco algunas personas mayores que parecen tener la misma energía que se supone que tuvieron años atrás. Yo los admiro, los quiero imitar, deseo que varios busquen ser como ellos.     
   

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