viernes, 19 de marzo de 2010

Grito desesperado

Por Gisela Robles
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
No me lo digas. Quisiera no escuchar. No quiero que me digas esa palabra que tanto lastima. No me lo digas. Quisiera no escuchar.
Nunca me creí una persona adulta. Siempre me consideré un adolescente que, al igual que un niño, lleva sus ideales dentro. No me lo digas. Quisiera no escuchar. Me van a arrebatar a esa joya que llevo dentro… ¡Mamá, me la quieren sacar!
Necesito ayuda. Necesito una vida. Un día no alcanza para poder asimilar lo que siento. Un día es tan corto, pero tan largo por la pena. Quisiera quedarme dormido y no despertar más.
El tic-tac del reloj resuena en mi mente, como balas que ya empiezo a escuchar. El miedo y el paso del tiempo son inexorables, pero quisiera acabar. ¡Mamá, ayudame, me quiero quedar!
La guerra no es como en las películas. En la realidad la gente muere y sufre de verdad. El dolor crispa los sentidos, corroe el significado de la vida, y hunde tu mirada como el Titanic en el mar. ¡Mamá, yo apuesto a la vida, me quiero quedar!
Mamá. Mamita. Ayudame mamá. Porque a la guerra voy solo y necesito una mamá. Que me mime, que me ame y me pueda socorrer. Que me pueda tapar los oídos cuando ya no pueda ver.
Mamá. Mamita. Quisiera no escuchar. No me digas que mañana, quizás, ya no vuelva más.

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