lunes, 29 de marzo de 2010

Un mensaje de aliento

Candela Villalibre
Taller de Comprensión y Expresión
Año 2010


Si ella hubiera elegido otra profesión, quizás se podría haber quedado en su pueblo natal, viviendo protegida con su familia, sin grandes responsabilidades que hacer en su hogar, comiendo la comida de mamá, que es inconfundible. Pero no, eso no ocurrió. Todavía sin conocer muy bien la razón, decidió estudiar Periodismo y Comunicación Social en la ciudad de La Plata. Con el esfuerzo de sus padres se mudó a una ruidosa ciudad a la que no conocía, pero en poco tiempo pudo darse cuenta de que nada tenía que ver con el lugar de donde ella provenía.
Tal vez, si hubiera estado en su casa su madre la hubiera despertado con un beso en la mejilla y posteriormente un sacudón. Quizás el despertador del vecino hubiera sonado por interminables minutos, como solía ocurrir. Si algo de esto hubiera pasado, su primera clase del Taller de Expresión y Comprensión de textos hubiera comenzado distinta, porque se quedó dormida y llegó media hora más tarde.
A paso acelerado, transpirada y despeinada llegó al aula de su comisión. Con una sonrisa pícara y nerviosa dijo: - Buen día, perdón. Y se rió avergonzada. Nadie le respondió y detrás de ella se cerró la puerta, con un ruido que interrumpió aún más la clase. Buscó un asiento libre, abriéndose paso tímidamente y disculpándose por golpear con su bolso a la mayoría de los que estaban sentados. Finalmente encontró un banco libre al fondo del salón, estaba todo tallado y rallado con distintos nombres de agrupaciones estudiantiles, que hacían comentarios políticos y económicos de los que ella no estaba al tanto.
Esforzándose un poco para entrar cómodamente en el banco, (sus anchas caderas le complicaban el asunto) pudo sentarse y mirar al frente. Cuando logró entender lo que la profesora estaba explicando, dejó de hablar y dio la orden de comenzar con el práctico.
Le entregaron un papel repleto de consignas extensas pero, a simple vista, sencillas. Sin embargo, opinar sobre “el personaje del verano” cuando no había leído diarios ni revistas en todas sus vacaciones, o corregir las faltas de ortografía de una noticia sobre la Hiena Barrios, cuando siempre había rendido en febrero Lengua y Literatura, se tornaba un poco difícil.
Luego de mirar y analizar la tarea, sintió un nudo en la garganta y se llenó de preguntas a sí misma: ¿qué estoy haciendo acá?, ¿es esto lo que en verdad quiero estudiar?, ¿quiero estudiar?, ¿vale la pena el esfuerzo y gastar plata?, ¿soy capaz de lograrlo? Un grito pidiendo silencio la desconcentró de sus preguntas reflexivas, cortó con el momento melancólico y se cargó de coraje.
Escuchó como la docente hablaba con pasión de su profesión. Se sentía orgullosa y eso se transmitía a la clase. Aclaró que era una nueva y difícil etapa que íbamos a atravesar, pero no imposible. Agregó que la clave para recibirse era la voluntad y la perseverancia. No debían desanimarse ni volverse su propio enemigo.
Afortunadamente la ingresante emitió una tímida sonrisa, esos consejos cargados de energía la inspiraron para hacer el trabajo del día. Pensó mucho, escribió y cuando lo entregó se sintió aliviada. No había sido tan complicado, después de todo eran solo textos, lo más grave que podía ocurrirle era tener un error, y eso no era dramático.
Se fue de la clase contenta, con muchas ganas de volver al otro día e intrigada por lo que vendría. Descubrió que escribir le daba satisfacción, pero sabía que debía limar las asperezas de su estilo de narración, para poder expresarse claramente y de forma segura.
Ese jueves, a pesar de haber empezado con el pie izquierdo, se sintió contenta durante todo el día. Se había dado cuenta que haber tomado la decisión de estudiar esa carrera, no era en vano. Ahora tenía esperanzas, estaba naciendo adentro suyo la ilusión de ejercer esa profesión en su fututo.
Acostada y ahora más relajada, notó que una palabra de aliento, en el momento justo puede resultar fundamental para una persona. Ahora estaba convencida de lo que quería y tenía confianza en alcanzar su meta. Es por eso que para ella no fue un jueves cualquiera.

2 comentarios:

  1. Gracias Cande!
    Me encantó tu cuento!
    Ro

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  2. Muy lindo. Ojalá puedas terminar la carrera y no extrañar tanto a tu pueblo. Quizás, si vivieses más lejos del centro -supongo que de ahí el ruido-, hasta logres escuchar el despertador del vecino.

    Suerte! Nacho

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