jueves, 10 de septiembre de 2009

Una realidad autista

Carolina Avolio
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
2008



Corría el año 2060. La ciudad se encontraba invadida por las tecnologías, hasta el punto de que las personas eran manejadas por chips. En esta ciudad desierta de seres humanos se encontraba Pablo, un joven normal pero solitario.
Pablo era un adolescente de 17 años que no tenía amigos, no hablaba con su familia, vivía su mundo que era su cuarto y los juegos electrónicos. Un día, decidió salir al mundo exterior y comprendió que había otra vida fuera de su universo y quiso conocerlo. Esa vida que él no conocía se encontraba marcada por personas que se relacionaban entre sí. Había más jóvenes como él, pero la diferencia era que Pablo era de carne y hueso mientras que el resto vivían y actuaban como robots. Pablo, al ver esta situación, no quiso seguir estando solo y trató de integrarse a la vida social moderna.
Pero ojo, no le iba a resultar nada fácil.
Un día, al atardecer, el joven decidió acercarse a un robot y decirle “yo quiero ser como ustedes”. El robot llamado Paquinton 08 no dudó en contestarle de una manera agradable, “te aceptaremos como uno de nosotros siempre y cuando cumplas con ciertas pautas”. El jovencito, ilusionado, le dijo que sí.
Al día siguiente, el robot le mandó una carta a Pablo a través del cajón volador, un nuevo servicio que brindaba el correo. El sobre llegó enseguida y en el decía: “A las doce del mediodía tienes que estar en tu habitación, la cual estará remodelada y con 3 puertas las cuales tienes que ir sorteando”. Lo que Paquinton quiso hacer es demostrarle todas las cosas que podría perder si se transformaba en robot y siguiera conviviendo con su soledad.
Eran las doce del mediodía y Pablo se encontraba en su cuarto, tomó el picaporte e ingresó en la primera puerta. Detrás de ella, se encontraba su madre y padre, con los cuales nunca había compartido nada, simplemente porque él había elegido la soledad como modo de vida. Los días pasaban y Pablo se sentía muy cómodo con su familia, pero había algo que no se acostumbraba .Era a tener que dar explicaciones. Eso lo hacia sentir atado, cosa que antes no sentía. Se adaptó a su familia, pero lo que lo empujaba a acomodarse mas rápido era poder lograr su cometido. Él y la familia se encontraban felices de sentir que habían recuperado al hijo que nunca pudieron tener.
Detrás de la segunda puerta, lo esperaba el amor, descubrir lo que todo adolescente descubre a su edad. Al abrirla, se encontró con una bella jovencita que al verla, sintió que sus almas se conectaban. Comenzaron a hablar. Tenían tantas cosas en común que se sorprendían, la química entre ambos era extraordinaria. La hora llegó y Pablo tuvo que marcharse pero quedaron en que esa hermosa sensación que sintieron ambos no se perdería.
Ingresó a la última puerta. Detrás lo esperaba la fábrica de robots. Esta puerta fue clave porque allí Pablo vio cómo era la transformación del ser humano en un aparato, cómo los hacían funcionar y hasta pudo observar cómo serían sus días si él se transformaba en uno de ellos. Pablo, al ver eso, entendió que ser uno de ellos lo llevaría nuevamente a la soledad y él ya no quería eso para su vida. Había descubierto un mundo maravilloso detrás de sus cuatro paredes. Al salir de ahí, lo esperaba Paquinton con la pregunta crucial:
- Pablo, ¿vos querés ser uno de los nuestros?
El joven le contestó:
- Fui feliz con la vida solitaria que llevé, pero al pasar por las puertas, me di cuenta de que quiero pasar mi vida acompañado y, si me transformo en uno de ustedes, la soledad me perseguiría, porque ustedes son máquinas, no sienten y no viven como quieren.
El robot sorprendido le contestó:
- Tienes toda la vida por delante, aprovéchala.

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