Jorgelina Macchiarelli
Taller de Comprensión y
Producción de Textos II
Estábamos
con mis compañeras en el aula, intentando comprender una tarea de matemática,
cuando la maestra Juliana se acercó a nuestro grupo y me acusó de haber
golpeado a una compañera con un libro de inglés en la cabeza. Por supuesto que
se lo negué, porque había estado toda la mañana con mi mejor amiga, Sofía, y
ella también se lo negó, a lo que la señorita respondió que si ella era
defensora de pobres.
Luego
de llorar durante todo un recreo, volví al aula y me enteré que Juliana se
había dado cuenta de que yo no había sido la culpable del golpe de mi
compañera, y no se tomó ninguna molestia en venir a disculparse. Entonces, mis
amigas y yo decidimos que la dulce señorita se merecía una leve venganza.
Al
otro día llegué bien temprano al salón de clases, dejé mi mochila colgada en la
silla y me reuní en grupo con mis amigas para concretar el plan. Éste iba a
llevarse a cabo durante el recreo, horario en que todos podíamos salir del aula
sin ningún tipo de problema.
El
plan consistía en seguir a la profesora hasta el comienzo de la bajada de las
escaleras. Una se ubicaría detrás de ella y otra al final. La primera para
asegurarse de que nadie obstruya el plan, y la última para frenar su caída.
¿Quién iba a empujarla? Yo. Era la más indicada y la que más ganas tenía de
hacerlo.
Sonó
la campana tan esperada y las tres salimos corriendo detrás de la señorita. La
primera de mis amigas se ubicó, y yo salí tan de prisa que no le di tiempo a mi
otra amiga de colocarse al final de la escalera para evitar causarle un grave
daño a Juliana.
En
el momento en que la empujé, sentí toda la bronca que había dentro mío, irse en
pocos segundos. Mi compañero de atrás me gritó desesperado y yo reaccioné al
ver a la señorita tirada al final de la escalera con sangre que salía de su
cabeza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario