jueves, 17 de septiembre de 2009

Jules Gabriel Kerry


Por Lautaro Sánchez Santinón
Taller de Comprensión y Producción de Textos I.
Extensión Moreno. 2009.


Jules Gabriel Kerry nunca antes había imaginado poder enamorarse. Su corta vida no le había dado ni tiempo ni oportunidad para ese tipo de asuntos. Las continuas mudanzas de pueblo en pueblo hacían que ni siquiera contara con algún amigo.
Desgraciadamente, su aspecto y forma de ser tampoco ayudaba a los niños comunes y corrientes a querer acercársele. Y Jules, definitivamente, no era como “los niños comunes y corrientes”. Por empezar contaba con una apariencia bastante peculiar. Sus gafas gruesas y pelo color negro desordenado lo hacían ver algo estúpido, sin contar con las pecas que le llegaban casi al cuello. Su baja estatura y andar encorvado y cansino invitaban a los otros chicos a fastidiarlo y burlarse de él a cada oportunidad que se les presentaba. Los ojos de Jules, se decía, nunca antes habían expresado algún sentimiento que tuviera que ver con la felicidad. Y esto tenía una razón: Jules Gabriel Kerry era incapaz de sonreír. Esta rareza fue tratada por cientos de doctores, los cuales, resignados, le atribuyeron el mal a un problema hormonal y/o cerebral. La incapacidad del niño condicionaba su forma de vivir y, poco a poco, la felicidad se convirtió en un karma para él y comenzó a temerle.
Sin embargo, Jules había encontrado en la historia de un hombre varios hechos que le llamaban la atención. Este hombre era Liev Tolstoi, que lo cautivó con su vida aventurera y su bondadosa forma de ser. En las historias de Tolstoi y en sus ideales era en donde Jules encontraba refugio.
La siguiente locación de la familia Kerry sería la mítica ciudad de Canterville-Chase, en donde el legendario fantasma Otis soñaba con la hermosa Virginia. Las mudanzas continuas de la familia Kerry se sucedían debido a que Samuel Kerry, el padre de Jules, perdía su trabajo constantemente, y esto hacía que cada vez que lo echaban a Samuel, la familia debiera mudarse a otro lugar para que el padre pruebe suerte. Con sus 15 años Jules debía seguir estudiando para convertirse en un abogado de renombre, como siempre lo soñó su padre. Entonces se inscribió en la única escuela de Canterville para terminar su secundario, la llamada South Canterville High.
En la casa, Jules no recibía el mejor de los tratos. Su hermano mayor lo perturbaba en todo momento con una sonrisa gigante que él mismo había dibujado. Entonces asustaba y corría al pobre niño por toda la casa, sin hacerle caso a los llantos del mismo y burlándose por su cobardía. Los padres no hacían nada al respecto, debido a que respetaban al hermano mayor, por haber servido al ejército por 6 meses. Así es que, en el hogar, el hermano mayor de Jules debía ser tratado como un héroe de la Patria.
Jules comenzó las clases con el miedo que lo caracterizaba y no se acercó a hablarle a nadie. Cuando un joven se acercó a preguntar por su nombre, lo espantó apenas con la mirada y con una respuesta taciturna. Al cabo de dos semanas Jules ya era el hazmerreír de toda la escuela. Los otros niños golpeaban y burlaban a Jules sin importarles lo que él sentía, porque al fin y al cabo, señalaban ellos, el chico no podía sentir. El joven Kerry no les hacía caso, pero en el fondo le molestaban esos ataques, el ver a todos los demás reírse de él, le causaba temor. Lo que lo asustaba a Jules eran esas risas y sonrisas que nunca jamás iban a ser suya, que nunca le iban a pertenecer.
Fue en el transcurso de las dos semanas iniciales que Jules notó una presencia encantadora y perturbadora al mismo tiempo. Esta presencia era una niña que, él había notado, no se reía cuando los otros niños lo hacían. La joven se llamaba Sofía, como la esposa de Tolstoi, detalle que Jules no pasó por alto. Tenía unos ojos azules que transmitían despreocupación y felicidad a quién los mirara. Su sonrisa era perfecta para una pintura y contaba con un pelo color miel que, para el joven, era el más bonito del mundo. Jules no se atrevió a mirarla más de una vez ese día. Le causaba miedo su felicidad constante. Pero había algo en ella que él desconocía que lo hacía buscarla cuando ella no estaba, que lo hacía pensar en ella constantemente.
Un día de otoño frío y desolado, como cualquier otro día en el pueblo de Canterville, fue que ocurrió. Dicen que ese día el viento sopló como nunca había soplado en años y que por un momento se creyó que el mítico pueblo se iba a volar. La mañana comenzó como era previsto para Jules, fue recibido con abucheadas y maltratos en la puerta de la escuela. Pero, a esas risas, él no las sintió. De pronto, para el joven todo el mundo se desaceleró, los ruidos comenzaron a callarse y los niños que estaba ahí comenzaron a desaparecer. En ese momento fue cuando la vio parada al final de las escaleras de la puerta principal de la escuela con los ojos clavados en él. Ella estaba esperándolo, y el lo entendió todo. Fue hacía donde ella estaba y la miró a los ojos. Fue en ese instante que no importó más que las palabras dulces de ella, sus manos tomadas y la sonrisa de Jules que llenaba su cara.


7 comentarios:

  1. Sos un genio Lauti.
    Al margen de que seas mi amigo, y te adore, me encantó la historia. Campeón!
    Jaja, saludos.

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  2. Lautaro, quiero que me sigas contando la historia y ceeo que con eso te estoy diciendo TODO!!!!
    Laura CUidet

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  3. Lautii re lindaa la history!!
    el nueva Allan Poe!!jaja!!
    segui asi, sos un grosso!!
    bsotess amigoo!!
    byes sweet heart!

    *Carolina Ojeda*

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  4. muy buena historia!!
    segui asi bola!!
    jeje nos vemos!

    -Diego-

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  5. Que HERMOSA Historia Hermanito!!=)...
    Ahora entiendo xq la elijieron!!!
    Me encanta la dulzura que le pones a lo que escribis!!
    ME ENCANTÓ!!
    Besotes...
    **July!**

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  6. muy lindo lau!!, la verdad que te re felicito!!! vamos por mas, eh!!, jeje! besos

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  7. Buenas...la verdad buenisimo, te felicito Lauty! Besos!

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