jueves, 10 de septiembre de 2009

Los desechos

Nair Acosta

Taller de Comprensión y Producción de Textos I. 2008



Debía apresurarme. Llegaba tarde a la reunión de trabajo prevista a primera hora del día. Tenía pánico en llegar a la empresa, sería contratado como el único ser humano, quien debía conducir y seleccionar a centenares de robots.
El año 2005 fue una etapa feliz y propicia para mi vida, ya que había logrado finalizar mi carrera en Recursos Humanos, pero nunca imaginé que treinta años después, mi trabajo sería calificar maquinarias y no personas. Especular en eso, me aterrorizaba; sólo con “ellos” me creía inferior en cuanto a su gran intelecto.
Mientras me dirigía en avión a la ciudad vecina, para llegar a mi futuro empleo, me interrogaba sobre cuál sería mi rol en ella. No tenía sentido que un hombre pudiera poseer poder sobre un robot. ¿Por qué lo creían necesario? ¿Acaso querían acabar con mi vida? Las preguntas seguían frecuentando en mi mente, intentaba esquivarlas, pero las lágrimas de sudor recorrían mi perfecto rostro. Me sentía solo, necesitaba una compañía. En ese instante, una voz me preguntó si necesitaba ayuda. ¿Por qué iba a requerir de la capacidad de “ellos”? Con una tenue voz, contesté que no.
Sin desearlo, me quedé dormido pensando qué sería de mí un minuto después.
Al llegar a la empresa, me condujeron hacia la gran oficina. Desde allí, sentía que podía dominar el mundo. Sin embargo, seguía asustado, mis piernas temblaban y no podía contraponerme a las tensiones de mi cuerpo. No debía demostrar inferioridad. Nunca lo había hecho, pero ahora, me era realmente dificultoso.
Estaba rodeado por “ellos”, y tenía que demostrar mi destacado intelecto, de lo contrario, mi destino correría peligro. Durante horas, me dediqué a seleccionar personal, mientras era observado por diferentes cámaras, muchas de ellas ocultas, sin saber su paradero. Era totalmente irónico mi trabajo, esas máquinas no contenían margen de error. Se hacía muy dificultoso desempeñarme sobre la perfección que conducía al planeta.
Al finalizar, decidí realizar un recorrido por el lugar. La melancolía se apoderaba de los pasillos, y el silencio era su mayor compañero. No podía creer que era el único ser humano inmerso en el interior de la esfera tecnológica.
Continué caminando, el eco de mi respiración retumbaba en las paredes. Mis ojos se posaron sobre un cartel computarizado que se encontraba hacia mi costado derecho e indicaba la entrada a una habitación. En él, leí la siguiente palabra: “desechos”. La curiosidad invadió mi cuerpo, necesitaba saber qué contenía aquel sitio. Me introduje con demasiada precaución, el miedo que padecía era aún mayor que al llegar.
No podía dejar de sorprenderme ante lo que veían mis ojos. No reaccionaba. Sabía que tenía que escapar de ahí, pero mi cuerpo había quedado petrificado. La habitación contenía sin vida a la mayor parte de la raza humana. Éramos considerados los desechos del mundo. Sólo utilizaban de los cadáveres, el cerebro del hombre para reproducir maquinarias. En uno de los extremos, observé que decía: “Licenciados en Recursos Humanos”, y allí se encontraban una notoria cantidad de individuos.
Ahora comprendía por qué me necesitaban con “ellos”. Antes de seguir viviendo atemorizado, decidí formar parte de la nueva realidad.

1 comentario:

  1. Muy buena idea y sorpresivo el final, realmente hay textos muy buenos.Van mis felicitaciones.

    LUIS

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