miércoles, 13 de octubre de 2010

Desde la altura.

Por Pilar Sadi
Taller de Comprensión y Producción de Textos
Tecnicatura Superior Universitaria en Periodismo Deportivo



Salí de cursar en la facultad. Me fui al balcón, ubicado en el tercer piso. Es una terraza grande, con algunas sillas distribuidas en forma desordenada. Me compré un café y me puse a observar los alrededores. Era un día caluroso de septiembre. El sol me daba en la espalda. De fondo el ruido de un taladro. Al lado hay una fábrica y todos los días hay obreros trabajando en las alturas. Enfrente mío un terreno baldío grande. La superficie en su mayoría verde, un pasto cuidado y corto. A los costados montañas de ramas, pastizales y basura que afean el paisaje. Sobre un costado pilas de cajas. No alcanzo a entender que son. Hay amarillas blancas, naranjas. Una arriba de otra. Alrededor de veinte columnas de cajitas. Al fondo un paredón. No muy alto, de color gris. Detrás se pueden ver dos arcos de futbol y una especie de tribuna chiquita con dos arcos de fútbol y una especie de tribuna chiquita con dos bancos a sus costados. Dentro de la canchita dos camiones y un tractor juntan tierra en una de las esquinas del campo de juego.
Sigo observando. Una leve brisa despeina mis pelos. Hace un poco más de calor. Sigue el ruido constante del taladro. Siento aromas. Por un lado el olor de lo que están soldando o quemando en la fábrica. Por otro lado el humo del cigarrillo del compañero que está a mi lado.
Me acerco un poco más a la baranda. Más pasto, esta vez un pasto quemado y más largo. Veo algunos desniveles. Además en el piso se divisan cinco caños de color naranja de distintos tamaños. En el costado derecho una casilla abandonada, sin puerta, atacada por el moho. Tiene el techo bordó, con un gran agujero. Parece haber sido una rama caída de algún árbol que la cubre.
En total la cubren tres árboles, dos adelante que están secos y sin vida. El restante tiene una gran copa verde.
Pero lo que más me llamó la atención fue un auto. Sobre uno de los paredones una camionetita Citroen vieja, de color azul. Parece abandonada. Sus ruedas están desinfladas y hundidas en los largos pastizales.
Se esta nublando pero los rayos del sol pegan sobre mi pantalón negro. Decido irme, pensando en volver, porque desde la altura pude ver cosas que nunca había observado. Los ruidos, olores, colores y texturas en un mismo paisaje.

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