miércoles, 11 de julio de 2012

La guerra cruel

Antonela Válvoli
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Extensión Chivilcoy


Volvieron a la noche al lugar donde dormían. Era raro que hubiera minutos de tranquilidad, donde no hubiera que estar atento al enemigo.
Estaban hambrientos y conciliar el sueño se les hacia imposible. La guerra había empezado hacia poco. Los soldados sentían todavía la excitación de estar allí, de tener la oportunidad de defender a su patria. Pero había excepciones.
-Estas guerras no sirven para nada. Es para los intereses de unos pocos-dijo Mark.
-Deberías estar orgulloso de estar aquí y defender a nuestra Nación. Debemos acabar con la expansión de Alemania-contestó Peter.
Mark era un joven rebelde. La idea de estar allí no lo motivaba para nada. Por el contrario, Peter era un joven de espíritu patriótico, quien a cada paso demostraba la emoción que el generaba ser parte de la Primera Guerra Mundial.
-Mi abuelo lloró al despedirme. Yo se que al volver seré el orgullo de mi familia- esgrimió Peter.
-Si es que vuelves- replicó Mark.
-Por supuesto que volveré-dijo gritando-Tengo una actitud positiva y ganadora por sobre todas las cosas. En cambio, vos difícilmente lo hagas. No tienes convicción-.
-No pasa por una cuestión de convicción ni de ideales, sino de los intereses imperialistas de las naciones que participan en esta nefasta guerra- Esas fueron las últimas palabras de Mark antes  de dormirse.
Sin embargo, Peter siguió despierto un minutos más. Las palabras de Peter le habían quedado resonando en la cabeza. Quizá era injusto eso que les estaba tocando atravesar. Pero de repente, se acordó de su familia, de los ideales patrióticos que siempre le habían impuesto, de las lágrimas de su abuelo. En ese momento,  volvió a recuperar su actitud previa, y tranquilo con sí mismo, se durmió.
La guerra transcurrió cruel y dura como siempre. Los jóvenes siguieron conservando su amistad, y siempre que podían conversaban. Más allá de sus diferencias ideológicas se sentían bien dialogando, y de alguna manera de sus diferencias aprendían cosas mutuas.
Un día, ya habiendo pasado más de un año del comienzo, la trinchera en que se encontraban Peter y Mark fue fuertemente atacada. La mayoría de los soldados murieron y los demás resultaron heridos.
Tanto Peter como Mark tenían heridas severas y fueron trasladados al hospital. Peter perdió una pierna, pero el estado de Mark era aún más delicado.
-¿Dónde está Mark? Señorita, ¿podría decirme cómo se encuentra Peter Hayes?- exclamó el muchacho.
-Ese joven acaba de morir. No lo pudimos salvar-respondió la enfermera con un gesto triste, mientras atendía a otro muchacho que estaba en una camilla al lado de la de Peter.
Sus ojos se llenaron de lágrimas, y al cabo de unos minutos, explotó el llanto. Recordó todas aquellas conversaciones y entendió el sentido de lo que Mark pensaba.
-Amigo donde sea que estés, siempre te recordaré-gritó Peter con orgullo.

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