sábado, 30 de junio de 2012

Mi velorio

Narella Senra
Taller de Comprensión y Producción de Textos I


Segundos antes de mi último suspiro, cerré mis ojos cansados ya de tanto ver y me dediqué a proyectar, sobre mis párpados, la película de mi vida, citando en ella a los protagonistas y a las escenas más felices y más tristes.
Junto con mi última inhalación de oxígeno, me abordaron dos pensamientos. El primero fue exhalar con tal fuerza que me asegurase despedir todo resto de vida de mis pulmones, y  el otro fue darle un final feliz a la película que acababa de ver.
Yacía ya inmóvil en el féretro, vestida como lo había pedido, con mi camiseta roja y blanca y con mi pantalón favorito.  La expresión de mi rostro revelaba el cierre feliz que le supe dar a mi historia. Ni los lamentos ni los llantos, ni las más dolorosas palabras de adiós podían cambiarle a mi cara los signos felices que yo le había regalado en el momento de mi muerte.
Inevitablemente, la naturaleza me fue otorgando, con el paso de las horas,  características con las que yo no estaba de acuerdo.  La palidez de mi rostro, mis labios inexpresivos, el despojo de mis cabellos sobre la manta del féretro y la rigidez de mis miembros, no coincidían con el sentimiento que mi alma, con más alegría y vida que nunca, quería expresar.  Quizás fue una vida llena de tristezas, desamor y soledad lo que me había llevado a regalarme, en mi último suspiro, un poco de felicidad.
Esas doce horas que duró mi velorio me sirvieron más que toda una vida para entender que la felicidad está en uno, que hay que saber encontrarla y, que una vez hallada, no hay nadie, por más tristeza que pretendan transmitirnos, que pueda acabar con ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario