miércoles, 9 de diciembre de 2009

María

Por Amneris Martínez
Taller de Comprensión y Producción de Textos I


El cuerpo corto y rechoncho de aquel hombre se retorcía en los últimos vestigios del orgasmo. Ella intentaba quitarse sutilmente aquel peso de encima porque sentía que ya casi no podía respirar. Pero cuando por fin logró zafarse, él la tomó por la cintura e intentó besarla, ella apartó la cara en un acto reflejo.
-No pasa nada cachorrita, no te voy a lastimar- y apretándola fuente con su brazo la atrajo hacia sí y la besó babosa y desapasionadamente. Si ella luego no se secó la boca fue por pura amabilidad.
El hombre se vistió y se fue, dejando un rollito de billetes sobre la mesita de luz de aquel cuartucho. Ella miró un reloj que sacó de su cartera de plástico rojo, eran las 02.48. “Tengo doce minutos antes que llegue Germán” pensó y corrió a ducharse. Las paredes del baño eran de un color verde desteñido, había un inodoro, y una ducha que al prenderla dejaba todo mojado debido a la pequeñez del recinto.
A las 3 ya estaba lista, vestía nuevamente su conjunto negro de encaje que le había regalado el hombre que se enamoró de ella cuando aún sonreía. Al oír los golpecitos en la puerta el cuerpo se le tensó, pero inmediatamente apartó sus miedos y adoptó una posición laxa y sensual curvando su cuerpo sobre la cama.
- Pasá mi amor- dijo con la voz más seductora que fue capaz de articular.
Germán no era como los demás, a ella casi le gustaba. Era un joven estudiante de letras que llegaba siempre borracho a sus citas. Estaba enamorado de una profesora con la que se había acostado una vez luego de su clase de Filosofía del Lenguaje. Ella no lo había vuelto a mirar desde entonces y el pobre estaba desesperado. En un principio había dejado cartas entre sus libros cada semana, luego se paraba horas y horas frente a su casa esperando que saliera, pero ella siempre se le escapaba. Ahora estaba en la “fase de duelo” como él la llamaba y se entregaba a la bebida y, cuando tenía dinero, visitaba a María.
Sí, Germán no era un tipo común. María disfrutaba sus momentos con él porque la trataba como a una flor delicada. Le hacía el amor, y aunque ella supiera que no se lo hacía a ella sino a su amada, le parecía un detalle menor. Le gustaba su cuerpo largo y fibroso, los anteojos excéntricos que llevaba y su aspecto de niño abandonado. Pensó que así debía lucir ella cuando salía por las tardes a pasear con su hijo.
“Todo esto es por Joaquín” se decía a sí misma cada noche cuando se encaminaba hacia la vieja casona. Lo único que ansiaba era que se terminara aquel suplicio. Había buscado trabajo en tiendas y oficinas durante meses, nadie estaba dispuesto a recibirla sin un título secundario y sin nociones básicas de informática. Tras el abandono del padre de Joaquín tuvo que salir a la calle. No veía otra forma de dar un buen futuro a su hijo.
Cuando regresó a su casa, ubicada en un barrio modesto de la ciudad, aún podía sentir el aroma del cuerpo de Germán impregnado en su piel, aunque luego hubieran pasado dos o tres de aquellos hombres cuyos nombres prefería olvidar.
Besó en la frente a su hijo, y se fue a su cama en el cuarto contiguo, donde, como cada madrugada, dejó la almohada muy mojada, mucho antes de dormirse.




Las Estancas

Allí donde la espera se había estancado
El tedio hizo su nido y ya no voló
Soplaron vientos de los que despeinan
Los corazones ardientes y jóvenes.
Llamaron las ganas a sus puertas
Pero ella no respondió.
Tenía las manos engrampadas a la espalda
Con esos lazos que no deshacen las lágrimas.
Mientras afuera se jugaba la vida
Ella miraba en su alma,
Pequeña le parecía su esperanza
En los ojos hambrientos del niño.
Todo. Todo roto, hasta las manos, todo vano
Los sueños vaciados, viciados del porvenir.
Ya no es mujer, le han quitado su humedad,
Ella ve y ya no llora.
Allí donde la vida empieza,
Junto unas manos maternales, junto a la sangre;
Empieza a correr la muerte.
Entre las piernas lleva el derecho,
Un motivo de paz, una causa de homicidio.
La libertad es mujer y le amputaron el futuro,
Ya no lee, no conoce, no puede moverse
Sólo espera, con su fruto sobre el pecho,
Una verdad que nunca, nunca poseerá.

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