miércoles, 9 de diciembre de 2009

Ser héroe es cosa de todos los días

Por Nataly Rodríguez
Taller de Comprensión y Producción de Textos II

Extensión Moreno



“La mataron para robarle el auto”, “Empresario secuestrado”, y “Niño de catorce años apuñaló a su maestra”… Mientras desayunaba, miraba el noticiero. Allí estaba yo.
Entre tantas noticias me olvidé de mirar el pronóstico. Cuando salí, sentí demasiado calor, pero ya no volvería, sino perdería largo rato buscando qué ponerme.
Tomé el colectivo, me puse la mochila hacia delante (porque uno nunca sabe, hay inseguridad por todas partes). Luego me coloqué los auriculares, aunque ya era el momento de bajar. Caminé, caminé, y caminé.
De reojo me miraba en las vidrieras para que el reflejo me devolviera lo que yo estaba buscando. Una joven apuesta y con el pelo como lo había dejado en el baño de casa. Pero del otro extremo del vidrio vi a dos niños revolviendo la basura y comiendo algunos restos de dentro de los tachos de residuos.
No me detuve. Seguí caminando, no era la primera vez que los veía, pero quizás esta era una de esas veces en que la imagen me mostraba el hambre que padecían esos niños, como tantos otros. Pero poco me duró la reflexión, cambié el track del mp3 y seguí caminando.
Llegué. El aula estaba repleta. Tendría que haber tomado el colectivo de las 7, pero de todos modos no había leído para la clase, aunque Josefina me contó, entre dientes, que el protagonista de nuestra charla sería un personaje de la literatura española similar a Robin Hood, ya que lo que robaba se lo daba a los pobres.
Uno de esos les hacen falta a los niños de la vidriera, pensé para mí. Pero no, el individualismo es muy fuerte, y aquí lo que roban se lo quedan para sí.
Me reí, y pensé en todos aquellos que acumulan sus cajas de ahorro a costa de otros, pero de esos el noticiero no habla.
Me colgué toda la clase, pensé en otras cosas, en la vida, en el futuro y me pregunté: ¿quién se encarga del presente?
La gente sale a las calles, reclama, llora, padece, ambiciona, grita, y hasta añora. En realidad piden, piden, sólo piden: justicia, seguridad, bienestar, solidaridad entre otras cosas que encierran en un solo propósito: compromiso. Éso, compromiso de quienes están en el mando.
Acaso, de alguna manera el pueblo espera a un flamante restaurador como Rosas, para que calme las aguas y para que no nos terminemos matando. O espera un Perón que se encargue de los obreros y que junto a una Eva calme a los pobres.
No se sabe en realidad, cuál es el modelo que pretende el pueblo. Sea cual fuere, el propósito es uno: encontrar el compromiso y la lealtad social en un mismo referente o en varios. Da igual, pensé. La gente está desesperada.
Quizás sólo un hombre con cualidades extraordinarias, con deseos de justicia y lealtad nacional pueda contra ello. Pero suena utópico, y lejano. Pues ¿dónde encontraríamos un ser capaz de dar la vida sólo por la patria, por su Estado? Miré a mis espaldas por las dudas por si aparecía un hombre con antenas rojas, gritando: “¡Yo! ¡El Chapulín Colorado!”, pero no sucedió.
La gente está descreída, pensé esa mañana en la clase.
“Estás colgada”, me dijo Josefina”. “Estoy pensando en la vida”, le contesté. “En cuándo vendrá alguien a arreglar las cosas”, agregué.
Bajito y de perfil, me objetó Josefina. “La gente espera la solución sentada y no nota que quizás cada uno desde su lugar puede ayudar a darle cuerda al reloj de la historia de la Patria”.
Yo le sonreí y no comenté nada, pues ella siempre tiene algunos comentarios justos para el momento, que quedan finos y elegantes. Pero no dejé de darle importancia.
Tal vez, Josefina tenga razón y ese héroe de la Patria que añoramos, seamos nosotros mismos. Pues si se trata de valor y patriotismo, los argentinos somos capaces de dar la vida por lo que queremos. Si se trata de coraje y perseverancia, los argentinos entendemos de ello, puesto que la gran mayoría se levanta a la madrugada a juntar unos mangos y vuelve a la media noche, con un ojo atrás y el otro adelante, alerta de que nadie le saque su recaudación. Y uno la pelea. La pelea, con la ilusión de subir un escalón en la escalera de la crisis económica.
Al salir del aula, caminé las mismas cuadras, vi las mismas caras, y sentí los mismos olores, pero esta vez yo me sentía distinta.
Tal vez más positiva y con más ganas de hacer. Hacer por el otro.
Pasé por la vidriera, me acordé de los niños y les dejé una bolsa con alimentos, para que retiren al otro día. Crucé en verde. Cedí mi asiento. Tiré el envoltorio de mi alfajor en el tacho de basura de mi casa. Y de alguna forma me sentí una heroína. No busqué el reconocimiento de nadie, sólo el mío.
Quizás es necesario que cada uno pueda sentirse héroe alguna vez. ¿Quién no soñó con ser uno?
La vida da pequeños momentos para concretar ese sueño, y queda en nosotros poder hacerlo. Pues no hay mejor héroe que el que se compromete con su nación, y venera las normas que esta emana. Tomemos como ejemplo a todos aquellos que cargaron en el camino la mochila pesada de la Patria. Evitemos caminar por las cuadras de los malos ejemplos y pongámosle sentimiento e identidad a nuestra estadía en este mundo.

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