miércoles, 9 de diciembre de 2009

Sus ojos ya no me miran

Por Luciana Lazarte

Taller de Comprensión y Producción de Textos I



Ayer me desperté pensando que hacía más de una semana que no lo veía, y aunque él siempre me acostumbró a su ausencia, lo extrañaba. Estuve toda la mañana incómoda conmigo misma, me tomé una aspirina pensando que era la cabeza, pero esa sensación no se fue.

Estábamos solas con Carmela cuando nos llegó la noticia de que nuestro hermano mayor estaba internado, pero que no podían darnos ninguna información.

Fue terrible. Mi mamá tardó en llegar, pero se fue directamente al hospital zonal con mi papá y mi otra hermana. Fue la tarde más larga de mi vida. Quería pensar en que nada malo le había pasado, pero esa sensación que tuve durante la mañana volvía a mí para decirme lo contrario.

Por fin volvieron. Mi hermano Leo había tenido una pelea con su novia. Recibió un tiro en el cuello. No pude escuchar más ¿para qué? Era lo mismo.

El teléfono volvió a sonar, el tiempo se detuvo. Mientras Natalia escuchaba, pues no tenía fuerzas para hablar, yo acariciaba a mi perra, que poco a poco se dejó caer al suelo con la mirada perdida. No necesité más para comprender lo que había sucedido.

Leo era nueve años mayor que yo. Cuando era una niña él se pasaba los días enteros en la calle con sus amigos, sin importar el clima, sin importar la hora. Casi no estaba en casa, casi no estaba con nosotras tres. Siempre fue distinto, especial. Adentro de ese caparazón duro e insensible que él sabía mostrar muy bien, se encontraba la persona más tierna, inteligente e inocente que yo he conocido.

Mi hermano, el que toda chica a los quince deseaba tener, con tan poco, me ha dejado mucho. A veces siento que no lo conocí realmente, que no lo supe comprender.

Leo, además del inmenso dolor, nos dejó como herencia una unidad familiar que nadie puede destruir.

Ahora estoy parada a su lado por última vez, las lágrimas caen una tras otra por mi cara. Sé que lo voy a extrañar el resto de mi vida, pero lo sentiré conmigo siempre, aunque su voz ya no me hable, aunque sus ojos ya no me miren.

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