sábado, 17 de septiembre de 2011

¿De vuelta a casa?

Martin Piolini
Taller de Comprensión y Producción de Textos I


El campo de batalla estaba limpio de enemigos, lo cual fue aliviante puesto no había municiones de sobra. Habíamos logrado replegarlos. Como reflejo dejamos caer las ametralladoras; Los brazos amigos de Muller que buscaban reconfortarse junto a los míos. Después de mucho tiempo nos sentimos en casa nuevamente. Llorábamos de alegría; el pelotón entero lloraba. De pronto ya no éramos más soldados, sino niños otra vez. La juventud de hierro pensé, mientras soltaba una carcajada.
De vuelta en casa .Tal como la recordaba. Los altos pinares del cerro. En otros tiempos supimos jugar a las escondidas entre esos nevosos pinos. Ahora eso es imposible; varios de mis compañeros -los mejores compañeros que esta vida pudo obsequiarme-, ya no están con vida. Sólo ese recuerdo; ese amargo recuerdo de lo que nunca podrá a ser otra vez.
Al pelotón lo habían redistribuido. Muller -según los rumores- estaba luchando en el frente norte. Kapp, solo Dios sabe dónde estará. Una bala que rozo el fémur izquierdo fue mi boleto de vuelta.
Caminaba por la calle principal. La carta la había terminado ya hacía rato; aprendí que siempre me parecería incompleta ¿Como se traduce en palabras la muerte de un hijo? Pienso en lo que le diré a su pobre madre ¿Cómo explicarle? La vida en las trincheras me ha tallado frió y rústico. Ya olvidé lo que se siente ser persona.
La casa de los Kemmerich. El pasto alto, las ventanas tapiadas y las paredes verdes de humedad. Ya a la distancia uno podía comprender -pobres almas-, que estaban entregados; que la guerra -a muchos kilómetros de distancia-, había penetrado en sus vidas. Que ya en el fondo, para ellos, todo estaba perdido.
Mientras caminaba hacia la puerta, escuche un grito; y luego a la madre Franz romperse en llanto.-No, no sé… en ese momento… Franz gritaba, yo lloraba. El no quería sentir nada -pobrecito-, y yo ahí, yo solito ahí, para acompañarlo en el último camino; para llorar como un niño junto al cuerpo de mi amigo.
La puerta se abre de par en par; la madre de Franz –la madre de todos los Franz, la madre de toda la gente que murió en la guerra y que ya no está- me abraza con todas sus fuerzas. Ambos estallamos en llanto.
En el medio, Franz, el joven de hierro.

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