sábado, 17 de septiembre de 2011

Si ganaba Huracán capaz que no lo hacía

Ariel Frate
Taller de Comprensión y Producción de Textos I


Cuando se dio cuenta que lo que estaba manchando su alfombra azul era sangre, se sorprendió. Cuando se dio cuenta que esa sangre no era precisamente suya, se asustó y al mismo se alivió. Y, cuando finalmente, advirtió que la sangre salía del cuerpo de su esposa, desde un orificio en el cual se clavaba un cuchillo que estaba firmemente sostenido por una mano que era la suya, pegó un salto hacia atrás y quedó hundido en su mesita ratona, luego de destrozar el vidrio de ésta. Recién en ese momento, se tranquilizó.
Aunque habían pasado pocos minutos desde que ella había quedado imposibilitada de leer sus cartas, o el diario, o cualquier cosa en realidad, porque estaba muerta, él prendió un cigarrillo y comenzó a escribir.


Buenos Aires, Parque de los Patricios, 11 de abril

Susana:
Vos sabes que aún te amo y que no soy celoso y que a pesar de haberme confesado tu infidelidad te dije que quería seguir con vos y lo aceptaste.
Y sé que vos sabías que yo sabía que estabas con el negro Raúl, con ese cuervo de mierda, y te dije que me iba a ver a “La Vieja” aoropósito, porque vos sabes que nunca me perdí un clásico. Fui a la cancha y te vi. Te vi en la tribuna visitante gritando un gol de San Lorenzo.
No me acuerdo cuando te clavé el cuchillo, pero que bien que estuve en hacerlo.

Darío


P.D: no te amo un carajo, te odio. Menos mal que estás muerta.

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