lunes, 10 de octubre de 2011

Año nuevo y revolución

Bruno Gatti
Taller de Comprensión y Producción de Textos I


Arribé a Cuba durante la última semana de diciembre de 1958. Al salir de aeropuerto y asomarme a la calle, pude sentir y comprobar que era una mañana muy calurosa, a pesar de que el invierno ya había caído. El radiante sol y el alto porcentaje de humedad me obligaron a caminar por la sombra.
En La Habana había muchos clubes sociales, a los que asistían la clase alta cubana y los norteamericanos que viajaban frecuentemente a la isla para divertirse. También había casinos y hoteles lujosos. Pero en contraste con esto último, la mayoría de los cubanos vivían en pésimas condiciones.
La gente moría de hambre y de enfermedades. Vivían en casas insalubres, de tipo conventillo, y gran parte de la población era analfabeta. Además el régimen, presidido por Fulgencio Batista, había desencadenado una persecución a sus opositores, lo que desató, en lo inmediato, la formación del movimiento 26 de julio, con el claro objetivo de derrocar al dictador.
La noche del 31 de diciembre se organizó una gran fiesta, en uno de los clubes sociales más importantes de la isla, para celebrar el año nuevo. Participaron de la misma, funcionarios del gobierno cubano y la burguesía estatal y estadounidense. Apenas comenzado el año 1959, el presidente Batista se vio obligado a renunciar ante la resistencia de los rebeldes, quienes por ese entonces contaban con un amplio apoyo popular.
En las calles de La Habana, y en todo el país, la gente se concentró en las calles para festejar la revolución y el fin de la dictadura. Un grito de júbilo estalló cuando un auto entró en la capital, transportando al comandante Camilo Cienfuegos, cuyo nivel de popularidad estaba a la altura de Fidel Castro, acompañado por sus tropas.

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