viernes, 21 de octubre de 2011

Las sombras del pasado

Julieta Rabitti
Taller de Comprensión y Producción de Textos II



Me encuentro solo en mi oscura habitación. Últimamente no determino bien en qué momento estoy dormido, o si sueño despierto. Desde hace ya una semana que me empezaron a perseguir pesadillas que se mezclan con mi pasado. No sé si son producto de mi imaginación, premoniciones o solo mal entendidos de mi mente. La cuestión es que me encuentro aquí, encerrado, en este cuarto, recostado en mi fría cama, esperando que algo suceda.
Todo empezó el lunes por la noche, cuando entre bostezos y vueltas tuve el primer sueño. Me aparecí vestido de general junto a mi difunto tío. Levantaba las banderas de la sublevación y todo parecía marchar bien, cuando una nube gris nos empezó a tapar. Yo hacía fuerza para aclarar la vista, para lograr verme, pero todo se volvía oscuro. El pecho se me empezó a cerrar. De repente, la claridad volvió, y apareció un hombre que me dijo en un tono familiar:
- Relájese General que ya está todo preparado para que asuma la jefatura.
Así comenzó la sucesión de imágenes entrecortadas del pasado que me están hostigando.
El martes volvieron aparecer, pero con una intensidad mayor. Mucha gente, tanta que todo mi horizonte eran personas, parecían recién llegadas, todos cargaban equipajes y sus caras eran de agotamiento. Pedían a gritos comida y vivienda. Yo me tapaba los oídos, pero sus chillidos eran tan fuertes que creí enloquecer. Mi corazón comenzó a palpitar cada vez más rápido, hasta que todo quedó en blanco y mis oídos empezaron a escuchar un leve zumbido. Apareció un hombre vestido de negro que se me hacía conocido, y que con cierto aire de superioridad, me señalaba a un grupo de personas mal vestidas y despeinadas. Pedían, también a gritos, por un salario digno. Parecían locos, embriagados en alcohol, levantando sus pancartas de justicia social. Parecían de otra tierra, algo similar a los indios.
Lo que más me aterraba de todo era el hombre vestido de negro, que me miraba como culpándome de la situación de esos pobres hombres. Yo le intentaba hablar, pero mi vos no se escuchaba. Ese individuo tenía algo contra mí y yo no lo podía averiguar.
Al otro día, amanecí empapado de sudor. Me quedé un rato pensando en la cama, hasta que decidí darme un baño e ir a contarle lo que me pasaba a mi viejo amigo Ricardo, quien tal vez podría aconsejarme. Era el dueño de un lujoso bar de la calle Corrientes y Esmeralda, y si bien disentíamos ampliamente en la gran mayoría de los temas políticos, nos había unido una gran amistad. Me recibió con un fuerte apretón de mano y una botella de whisky. Me sugirió que relajara mi cabeza y dejara de pensar…
- ¡Pues claro amigo! En un par de años de directiva no se pueden enmendar todos los problemas de un país. Vos bastantes cosas hiciste ya. Mira a tu alrededor y podés ver la cantidad de cosas hermosas que hay, mujeres, amigos, diversión. Bueno, ya es hora de que lo empieces a disfrutar. ¡Y ahora brindemos por esta noche!
Las palabras de Ricardo no me conformaron del todo, pero por un buen rato me olvidé de las pesadillas que me acosaban. Tomamos alcohol hasta embriagarnos, charlamos y nos reímos de cómo habíamos envejecido. Su ser aún despedía esa ola de contento, propia de su raza.
Esa noche regrese a casa muy tarde, y topándome con las paredes llegue a mi cuarto. Estaba más relajado y dispuesto a pasar una buena noche. Me desnudé y desplomé en la cama. Por unos minutos, me quedé contemplando el silencio y la oscuridad absoluta de la habitación. Intentaba dejar mi mente en blanco. Cuando estoy por quedarme dormido (si aún no lo estaba) escuché un grito que me sobresaltó, y me encontré nuevamente en una vorágine de imágenes…el hombre de negro me señalaba ahora otra huelga, esta parecía de unos obreros. Se escuchaban tiros y corridas. El ruido del ambiente era fatal. Yo estaba sentado en un sillón y miraba desde ahí, como si estuviera en otro plano. Al lado mío se peleaba un hombre con un policía.
-Yo no hice nada– decía, con un aspecto de desesperación-. Soy inocente.
- Usted queda detenido por alterar y sublevar el orden establecido.
- Le digo señor que acá hay una confusión. Yo nada tengo que ver con esos miserables maximalistas…
La conversación del hombre con el policía se empezó a superponer con los gritos de la manifestación. Yo parecía pegado a ese sillón, no me podía mover. El hombre vestido de negro me miraba desde arriba y se reía de mí. Los sonidos comenzaron a aumentar hasta el punto que todo parecía estallar y luego descendieron, sólo quedó la constante de la risa.
Al otro día, amanecí con la sensación de que algo me iba a ocurrir. Me temblaban las piernas y no podía pensar con claridad. No quería que nadie me viera porque iban a pensar que realmente me estaba volviendo loco. Me encerré en mi cuarto y le pedí a la mucama que me dejara la comida al lado de la puerta. ¿Quién le iba a creer a una persona que sabía que algo le iba a pasar por los sueños que había tenido? Mi única hija me toco la puerta de la habitación varias veces, pero no le respondí. Pasaron las horas, y yo estaba decidido a no volver a dormirme. Estaba aterrado. Sabía que me iba a encontrar de vuelta con esas personas que tanto daño me estaba haciendo. La cara de ese individuo me parecía conocida pero no lograba descifrar de donde. Pensé y pensé, hasta que sin darme cuenta solté las riendas. Volvió la nube gris y con ella apareció un periodista mal vestido que me decía entre murmullos
- TENGA CUIDADO SEÑOR, VIENEN POR USTED.
El informador aparecía y desaparecía. Su voz se fue haciendo cada vez más tenue hasta esfumarse. Yo estaba nuevamente sentado en el sillón. Sentí deseos de llorar y gritar, de pedir auxilio
Es domingo 3 de Julio. Hace siete noches que la mirada siniestra y vacía de ese hombre vestido de negro me persigue. Las imágenes del pasado se me mezclan. Estoy cansado. Creo que me estoy volviendo loco. El periodista me aconsejo me quede en el cuarto, y así lo voy hacer. Es en el único en quien confió.
Estoy recostado en mi cama, esperando. ..
- ¡Señor! ¡Señor!.
- Ya les dije que me dejen la comida detrás de la puerta que no pienso salir. ¡Váyanse!
- Es que lo busca un hombre vestido de negro, que asegura que usted lo está esperando.

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