lunes, 3 de octubre de 2011

Oscuridad

María Belén Zarranz
Taller de Comprensión y Producción de Textos I


Ese profundo miedo me consumió al despertar. No escuchaba nada más que el sonido de los latidos de mi corazón, que parecía que iba a salirse de mi pecho.
“Fue sólo una pesadilla”, me decía a mi misma y hacía resonar esa frase, una y otra vez en mi cabeza para convencerme y así lograr que el temor, que se apoderaba de mí, se disolviera en el aire.
Pero no, por más que lo intentaba, recordaba esas espantosas imágenes que hacían estremecerme. Sólo quería olvidarlas, borrarlas de mi memoria. Me sentía paralizadas por ellas, no me dejaban pensar coherentemente nada.
Intenté muchas veces, durante la noche, calmarme, respirar hondo e imaginar cosas más agradables que esas que habían aparecido en mis sueños. Pero era una cuestión imposible de lograr. ¿Cómo podía hacerme la tonta, después de haber visto esos ojos que me observaban y analizaban y de los cuales no podía huir?; ¿Cómo podía fingir que ese ser oscuro no había tocado algo dentro de mi alma, modificándola para siempre…?
Si dirigía mis pensamientos hacia la pesadilla, podía volver a vivirla en cámara lenta. Recordaba todos y cada uno de los detalles, los olores nauseabundos de ese campo en las penumbras de la madrugada, los horribles ruidos de gritos desesperados pidiendo ayuda sin cesar, y esa figura… con sus manos secas y lastimadas, su andar despatarrado por los yuyos, su cuerpo deformado por quién sabe qué y el susurro de su respiración entrecortada que me ponía nerviosa.
Sentí morir al despertar de esa horrible secuencia de imágenes que se confundían, ahora, con mi propia realidad. La desesperación me atrapó, mi ser se colmó de pánico y me convertí, por unos instantes, en la persona más irracional de la tierra.
Poco a poco, el sueño me fue ganando. Pero sin embargo, las noches siguientes por la medianoche, seguí despertándome sobresaltada, anhelando como jamás lo había hecho antes que por favor algo me hiciera borrar la figura de mi mente, por temor a perder la cordura para siempre.

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