lunes, 10 de octubre de 2011

Éramos jóvenes

Lautaro Manzi
Taller de Comprensión y Producción de Textos I


La guerra es muy dura y larga. Noches enteras de estar desvelado, atento a la mínima cosa que pueda suceder. Un cielo gris oscuro que parece, nunca va a despejarse, el frío que abarca todo mi cuerpo, ni siquiera siente el “calor” de la amistad ya que mis amigos los he perdido en la lucha. Como ellos, miles más han pasado a otra vida. Mi país natal, Francia, está devastado, ciudades enteras en el olvido, como si nunca hubiesen existido. Sin embargo, el poderío militar portugués es tan grande e incontrolable que continúa avanzado sin importar.
Nuestro ejército trató e hiso todo lo posible por afrontarlo pero nos vimos claramente superados a nivel industrial. Nuestro armamento no era abundante y además muy básico. Con el transcurso de los días fui perdiendo compañeros y a la vez sobreviviendo, ya que la pérdida de éstos, significaba más comida para el resto.
Soy uno de los más grandes de los que quedamos y aún estamos en el campo escuchando los bombardeos cercanos, oyendo los tiroteos incesantes e interminables, granadas que se encuentran en el suelo y que se deben esquivar, no tenemos ni un minuto de paz; el silencio es algo que me gustaría volver a conocer.
Con mis veinticuatro años maduré repentinamente y he sido obligado a madurar tras los hechos que estoy sobrellevando. La tregua es el milagro que todos ansiamos, los nervios que carcomen nuestra mente, una incertidumbre absoluta del futuro, sólo nos queda la fe. Somos soldados, luchamos pero la última esperanza es la fe.
La gran diferencia entre ellos y nosotros es la edad y la madurez de los portugueses. Noté en sus caras aguerridas un deseo de victoria, de no tener interés por el que tiene en frente. En el campo de batalla, no tenían piedad por mis pares, los mutilaban, en fin, los exterminaban.
Pedimos socorro a nuestros jefes cuando nos dimos cuenta que la situación era imposible de revertir, sin embargo,nunca recibí noticias. Lo mismo ocurrió con los alimentos, hace ya cuatro días que lo que queda del batallón no ha recibido nada y por tal motivo se denota la falta de energías en ellos.
Espero que la experiencia que estoy viviendo se dé a conocer por medio de esta carta.La falta de recursos, el temor, la disolución y desesperación que hemos sentido todos. Somos jóvenes que merecíamos vivir como tales.

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