miércoles, 10 de noviembre de 2010

Aún hoy, el argentinazo

Por Juan Manuel Negri
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010



Vísperas de verano, de navidad, de año nuevo. Ese clima donde la gente se mueve por inercia, por gravedad, esperando ansiosamente los días festivos. Las vacaciones asomándose por la puerta, moviendo la mano en señal de espera. Y, naturalmente, el calor.
Pero la llegada del descanso no sería de forma pasiva, con la gente aplacada, como casi todos los años. Al igual que en ese posterior 30 de diciembre de 2004 donde un hecho terrible sacudió al país, estas fiestas quedarían en la memoria.
La argentina desembocaba en el argentinazo (crisis del 2001) con una sociedad desmembrada, rota: desde el punto de vista moral, cultural e ideológico -y desde el lugar que se la mirara. Después de diez años de políticas neoliberales que no hicieron otra cosa que endeudar infinitamente a los argentinos, sumirlos en la pobreza, la desocupación y el hambre, llegaba Fernando De la Rúa.
Se respiraba un profundo descreimiento en la política (con los dos grades partidos de masas vaciados) y en las instituciones, que se expresó en el famoso voto bronca y luego en el gritó único de “que se vayan todos”. La recesión estaba instalada, la fuga de capitales al exterior crecía y con ella el descontento de la gente, al ritmo de la represión a los estatales en los puentes de la provincia de Corrientes, de las coimas en el Senado, de la ley de flexibilización laboral, del severo ajuste a la educación superior impulsado por López Murphy, de la ley de déficit cero con el recorte a los salarios y jubilaciones, de el megacanje y de las monedas paralelas.
La gota que rebalsó el vaso fue el famoso corralito implementado por Cavallo. Esta medida, planteaba una serie de restricciones para extraer dinero en efectivo de los bancos que afectaba principalmente a los pequeños depósitos en plazo fijo de los sectores medios. La ira popular había despertado del todo.
Particularmente esta etapa me encontraba cursando noveno año de la primaria, con 14 años y no teniendo cabal dimensión de lo que ocurría. Lo que recuerdo es que en esos días reinaba la incertidumbre, no se sabía dónde estábamos parados y para dónde íbamos. Pasaba los días pegado al televisor observando los escraches a los bancos, los incipientes cacerolazos, los cortes de ruta y los saqueos en algunos lugares del conurbano y del interior del país.
Otra impresión que me viene a la memoria es la angustia generalizada: comerciantes chinos llorando debido a los saqueos, gente en los bancos protestando y puteando, señores mayores y gente de todas las edades con cacerolas en mano.
Ante esta situación, el 19 de diciembre, De la Rúa, en la soledad política total, decide implantar el Estado de Sitio en todo el país. La respuesta fue automática: la población salió a la calle a copar las plazas.
Al otro día, las fuerzas de seguridad asesinaron a 30 personas que se manifestaban en distintos puntos del país. Las escenas que se veían por televisión eran las de una batalla campal: la policía apostada, reprimiendo ferozmente y arremetiendo con los caballos sobre la gente, pegando sin titubear, arrastrando a gente para llevársela detenida, chicos tirados en el piso, las nubes espesas de las gomas quemándose, los gases lacrimógenos volando, lluvias de piedras, gritos, puteadas, banderas argentinas, ojos cargados de lágrimas, corridas y más palos de la policía.
El clima era sobre todo de impotencia, de bronca, de vergüenza. Nuevamente la policía cumplía su rol de aparato represivo del estado, la misma clase social que había conducido a la Argentina a esa situación asesinaba por medio de la policía. Esa noche De la Rúa decidió entregar mandato. Recuerdo, como si fuese hoy, la escena del helicóptero saliendo de la Casa Rosada.
El grito unísono de que “que se vayan todos” se había escuchado en cada plaza, en cada lugar del país. Pero lejos de extinguirse, aún hoy las cenizas del argentinazo recorren las calles de nuestro territorio.
Esa época ha dejado una juventud hija del argentinazo: la que actualmente pelea en defensa de la educación pública, la que canta “la educación del pueblo no se vende, se defiende”, la que el pasado 16 de septiembre colmó Plaza de Mayo, la que se ha puesto a la cabeza del estudiantazo nacional denunciando al gobierno nacional y a la oposición patronal como responsables directos de la crisis educacional, que hoy como en 2001 afecta nuestras universidades.




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