lunes, 8 de noviembre de 2010

Extirpar el problema

Por Luciana Lis Ayala
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010



Ya comí, ya hice fiaca, ya escuché música, ya pensé, ya me bañé, ya miré tele. Así estoy hace dos meses, acá, en mi lugar normal.
Suena el teléfono.
- Hola, hijo, somos mamá y papá. No te olvides que hoy tenés turno con el dentista para sacarte otra muela. ¿Está todo bien por ahí?
Le respondo que sí y colgamos. Voy a la cocina, saco una cerveza de la heladera bien fría y me siento en el sofá. Después me baño y salgo para el dentista.
Una señora intenta calmar a su hijo a quien no le agrada, como a nadie, que le toquen los dientes. El chico llora y patalea, corre por la sala de espera y va tumbando planteras, percheros, hasta que su mamá lo agarra y lo sienta retándolo, pero con paciencia. Un rebelde, pienso, ¿así era yo de chico? A mí tampoco me gustaba el dentista.
Un tipo sentado en frente me incomoda con su mirada. ¿Me conocerá? Lo miro a los ojos y también me mira. Sostengo la mirada y sus ojos se van hacia otra dirección. Me mira de nuevo y me da la sensación de que está a punto de decirme algo.
-“Badalucco” – grita el médico y el hombre se levanta y entra al consultorio. Media hora después sale y me toca a mí.
Mi muela está indecisa, se quiere quedar, pero tiene que dejar espacio para la nueva estructura. Hoy hasta las muelas son rebeldes. Ahora sí, otra menos. Quedan dos.
Vuelvo a casa pensando en el tipo… Badalucco… Badalucco, no me suena ni ahí.
Tres días después, ya se me bajó la hinchazón. Basta de polenta y yogurt, vuelvo a la rutina.
Se me da por revisar la caja con recuerdos de mi hermano. El “material subversivo” que me pasó a mí, tan valioso en aquellas épocas. Daban la vida por estos papeles que ahora tengo guardados en una polvorienta caja dentro de un baúl, y los miro cada muerte de obispo. Igual para mí es una especie de tesoro, intocable. Una unión con mi hermano.
También guardó fotos. Él, dicen que es parecidísimo a mí, solo que con una expresión menos seria. Reunido con sus compañeros militantes y detrás, los nombres de algunos de ellos: Pedrito Grasso, El Pancho Ochoa, Fernando Kush y Carlitos ¡BADALUCCO! Miro las caras de los tipos pero no reconozco a Badalucco, ¿estaría muy cambiado, sería el mismo?
Lo busco en la guía y lo llamo.
- ¿Diga? – responde una voz gruesa.
Me presento y pregunto si conocía a mi hermano. Me responde que sí y lo invito a tomar algo al Astral a las 8.
Menos diez ya estoy ahí sentado y en punto el tipo aparece. Sí, es el mismo del dentista.
- Carlos Badalucco. – se presenta y me pasa la mano - Perdoname que te lo pregunte así, pero... ¿tu hermano…?
Me quedo asombrado, esperando que termine la pregunta, pero no la termina. Nos quedamos en silencio. Por fin digo:
-Mi hermano desapareció. ¿Sabés algo de él?
- Desaparecido… - murmura para sí mismo y se queda pensando, con la mirada hacia abajo.
Nos traen una cerveza y dos vasos.
- Cuando te vi en el dentista por un momento pensé que eras él. Son muy parecidos. La última vez que lo vi era igualito a vos, tendría la edad que tenés ahora. Después me di cuenta que era imposible porque el tiempo pasa, y las personas crecen ¿no?
- ¿Cuándo fue la última vez que lo viste?
- Mira, nos conocimos porque andábamos en la misma. Un capo tu hermano. Muy inteligente, dispuesto a todo, rebelde con causa, con argumentos sólidos, decidido y muy confiado en sí mismo. Pasamos por muchas juntos. La última vez, nos reunimos en lo de Tito, un compañero, y nos quedamos a dormir ahí. Éramos unos cuantos. A la madrugada nos levanta a todos y veo que todos salen cagando. Se ve que venían los milicos. Algunos salieron, otros no. Y de ahí no lo vi nunca más. No sé si habrá zafado.
Las dos malditas muelas que todavía tenía me empezaron a doler como nunca y me agarré la cara con las manos.
- Yo sé que es difícil. Me imagino que estarás esperando que vuelva, que aparezca de algún modo. Yo también busco a mis compañeros, algunos aparecieron y otros sólo lo hacen en mis sueños. Pero te digo algo: tu hermano nunca se arrepentiría de lo que hizo y si hubiera vuelto a nacer, lo habría hecho otra vez, ¿me entendés? Hoy en día cualquiera es rebelde, porque se puede. Pero en nuestra juventud no era así. Y con eso no se jode.
No me quería ir, estuvimos charlando un rato más sobre las andanzas de mi hermano, y me sentí bien ahí, hablando con Badalucco, un tipo serio y tranquilo.
Al día siguiente fui otra vez al odontólogo porque mis muelas de juicio estaban cortándome las encías y parecían dos enormes icebergs.
Me extirparon las dos en un solo día, en una sola hora. Todo de golpe. No más dolor.






No hay comentarios:

Publicar un comentario