lunes, 8 de noviembre de 2010

El macabro plan de la dictadura

Por Demian Defino
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010



Nos son tiempos calmos los que nos tocan vivir, no importa lo que ellos digan. No hay paz en este país convulso. No importa cuántos goles le haga Argentina a Perú, los gritos de nuestros muertos están ahí. Llevamos más de dos años viviendo este “proceso”, un proceso que no termina jamás y que no organiza nada más que la muerte sistemática de una generación entera: la nuestra.
Nos las hemos arreglado ara seguir con la publicación de este periódico. No ha sido fácil. Pero si esta las manera en que podemos luchar, seguiremos adelante, no importa qué suceda. La junta del mal gobierno nos oprime, nos hostiga, nos desaparece, pero no puede callarnos. No señores, nunca podrá callarnos, porque es el pueblo el que nos da la tinta, y los compañeros caídos los que nos prestan las palabras de sus voces valientes.
La dictadura tiene un plan, claro, no se trata del terror caótico. La dictadura se organiza mejor de lo que lo hacemos nosotros, y tiene brazos mucho más largos, muchos más fuertes que los nuestros. El plan de la dictadura es macabro: exterminar los reductos de resistencia, y si ello implica acabar con la vida de miles, millones de personas, de un pueblo entero, tengan por seguro que lo harán. Ellos hablan de guerra contra el terrorismo; nosotros hablamos de terrorismo de Estado; ellos ignoran a los desaparecidos, nosotros vemos cuerpos hinchados, estacionados en la arena como barcos grotescos e inmóviles; ellos son “derechos y humanos”, nosotros somos los que damos la vida en este suelo, que es nuestro.
Muchos han muerto, y muchos otros morirán. Otros muchos se esfumaron, no aparecen por ningún lado. Nosotros, ustedes, todavía estamos acá, y ya es hora de hacer algo, porque ellos no nos van a esperar. Nadie está contemplado en su plan, más que algunos empresarios y los mandos militares, y lo que queda ara nosotros es la obediencia eterna o la muerte segura. Tiene que llegar el tiempo en que digamos ¡basta! y podamos escuchar los gritos de los torturados en vez de los goles de la Selección. Es tiempo, señores, señoras, de que gritemos bien fuerte y no permitamos que siga adelante este macabro plan de la dictadura.

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