lunes, 8 de noviembre de 2010

Tu última noche

Por Valeria Ortiz
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Año 2010


La cuarta vez que lo hiciste dejé de sentir miedo.
La quinta, rompiste el vidrio de la ventana mientras yo te miraba con lástima. La sexta, me amenazaste con cortarte las venas y andabas dando vueltas por la casa con un cuchillo. Y así podría seguir mencionando episodios. Hace tiempo que apenas te escucho. Por momentos me pregunto si realmente creés en tus inagotables escenas, llenas de lágrimas y dramatismo.
Ahora perdí la cuenta, pero es de noche y llorás en el borde de la cama, a oscuras. Seguís gritando y me decís que te vas a tirar por la ventana. Golpeás las paredes como un actor dramático y me avisás que vas a estallar ante mis ojos.
No te creo.
Y no te soporto más.
Elijo el silencio. Prendo un cigarrillo y escucho tus quejas. Tenés razón, pero ¿qué puedo hacer? Y así me voy durmiendo, soñando con gente a la que no se le ocurre matarse, con personas que duermen abrazadas.
Despierto de madrugada, te veo y me pregunto qué estás haciendo en el colchón que habías decidido abandonar.
Decís que te querés morir… imagino que soñás tus posibles muertes. Quizás estés viéndote nadar hasta abandonarte en el medio del mar, solo; o colgado del techo, amarrado a una soga que – minutos antes – alguien te ayudó a colocar.
Dormís y das tantas vueltas que me destapás. Parecés enojado.
Quise volver a dormir, pero te miré y todas mis preguntas se contestaron y todos los años de infelicidad pasaron en un instante por mi cabeza y me dejaron temblando, sin saber qué hacer.
Las cinco AM de un día de verano, 7 de febrero, el sol asomando, tu despertar furioso.
Fuiste al baño por última vez.
Los policías llegaron ni bien amaneció, venían en dos autos y también se acercó una ambulancia.
Te vieron empapado en tu sangre.
Entonces les expliqué lo de tu tristeza.
Les conté de las tantas noches y asintieron sin decir nada. Ahora que veo el vidrio roto, pienso que estás muerto y feliz.
Los vecinos que se acercan comentan y me saludan. Me miran y no entienden mi sonrisa.
Tal vez nunca diga la verdad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario