lunes, 8 de noviembre de 2010

Suspendida en el tiempo

Por Victoria Moroni
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Año 2010



Llegué allí de casualidad, estábamos jugando un picadito con los chicos del barrio cuando la pelota se perdió entre los pastizales del terreno baldío. Era una tardecita de verano, pegajosa, donde los insipientes sonidos de la noche comenzaban su tímido preámbulo.
Nadie quería ir a buscarla. De mala gana crucé la calle, me metí por una diminuta abertura que había en el alambre tejido y enganché mi remera. Pisando con cuidado llegué hasta el lugar donde se encontraba la pelota. De una fuerte patada la mandé directo a la cancha donde, impacientes, esperaban mis amigos.
Escuché sus risas y el inconfundible sonido del balón recién recuperado. Cuando iba a emprender el regreso, algo misterioso hizo que me detuviera. Cerré mis ojos y un aroma dulzón impulsó mis pasos. Caminaba sin dirección, preso de una extraña inercia.
Me detuve unos segundos y caí lentamente en el suelo. Coloqué mi oreja en la tierra para sentir su latido. Lentamente, me envolvió un rumor primitivo. Alarmado observé cómo se iban trasformando mis piernas: me crecían pelos y pezuñas, era mitad hombre y mitad animal.
Atravesé la espesura del bosque, tragué raíces, olfatee frutos, agudicé el oído y desde mi garganta emergió un sonido penetrante y lejano. Un extraño aroma conducía mi frenética búsqueda. Preso de una fuerza incontrolable llegué hasta ella, la encontré tendida sobre la hierba, en su sonrisa advertí que estaba esperándome desde siempre.
Era toda primavera, de una belleza que casi dolía. De sus ojos se desprendían rayos de luna, de su voz una luz que invitaba a recorrerla. Nos miramos, nos olimos, nos deseamos.
La tomé. Cerca nuestro corría un arroyo, y allí pude ver nuestros cuerpos entrelazados: el fauno y la ninfa. Luego sobrevino el silencio, la noche absoluta, el calor sofocante, el olor a azufre.
Había fuego alrededor nuestro.
Mis amigos me rescataron; me encontraron desmayado y rasguñado, con los ojos desorbitados y un quedo palpitar.
Desperté en un hospital.
Dicen que la alucinación fue producto del incendio que se produjo por algún cigarrillo encendido.
Imposible: yo no fumo-.
Ahora sólo espero ansioso la metamorfosis para convertirme una vez más en fauno. Tengo la certeza de que ella continúa esperándome, suspendida en el tiempo. Su presencia, femenina y animal, la delata.
Hay una dulce fragancia que me llama.




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