miércoles, 10 de noviembre de 2010

Al ruedo

Por Mauro Sequiera
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Año 2010


Amanecía pero el sol no se denotaba sobre el fondo con gusto a caca de perro. Se encontraba el agujero negro que además de reciclar la del perro, contenía la del baño. Al principio era un rosedal, miles de flores bien cuidadas, luego se fue convirtiendo en un otoño eterno con una parra de uvas en la entrada.
A pesar de las controversias ellos se divertían. Los días de lluvia eran sus preferidos, al oler ese menjunje de tierra mojada, salían y se encontraban con una cancha de fútbol pura y exclusiva de fango. Piruetas, medialunas, gritos y pelotas era lo que veía su madre desde la ventana. La distancia con la vecina, era de un alambre nada más, por lo que ella muchas veces se cruzaba y se unía al ruedo.
El frente, no era el más gustoso y divertido para ellos que transitan la infancia. Vecino de 80, muy agreta con la mirada de un bulldog era lo que salía cada vez que hacían algún bochinche al jugar; ningún chico en la manzana, solamente uno que se llamaba como el más grande. La bicicleta y el vecino lejano eran el uno para el otro por lo que ellos no paraban de reír, al ver al patético personaje que les había tocado conocer.
Uno atajaba como el francés Barthez, el otro pateaba como el brasileño Ronaldo. Infinidades de vidrios son los que rompieron, pero siempre salían con la suya y lograban escapar de las garras de los ancianos vecinos y sus preciados padres. Esto sucedía en conjunto los días de cumpleaños, la pelota no paraba de girar, las corridas eran de una esquina a la otra y la escondida era a veces un juego para matar el tiempo luego de cenar.
Casa es igual a timbre y este llega al ring-raje, por estos los gemelos los tenían de acero y la risa los caracterizaba todas las andanzas. Muchas veces con el juego del detective, se metían en propiedad ajena e investigaban la maderera, inundada de ratas que tenían como fábrica vecina. Hacían muebles de todo tipo otro afilaba cuchillos, pero el ruido del serrucho era el despertador en las horas mañaneras.
Siempre el más grande va a tener en vigencia que aquel barrio que transitó marcó las cartas hechas y jamás olvidará que su infancia junto a esas palabras, nunca se borraran por el resto de los años.

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