jueves, 19 de mayo de 2011

Ariel

Santiago Maggiolo
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Licenciatura en Comunicación Social


Liberto ha recordado a Ariel del Aire, amigo entrañable de la infancia y única persona que recordaba por elección de su crianza en el Tercer Vientre. Ariel había fundado junto a él la Hermandad del Catalejo. No era solo una cuestión de añoranza. Ariel había asumido frente al Director la responsabilidad intelectual de un hecho que solo Liberto había cometido, y por ello lo habían condenado a treinta azotes con el látigo de púas, frente a todos los Internos, a modo de escarmiento.
Recuerda Liberto que esa fue la última vez que vio a Ariel y decide poner manos a la obra, ha pasado mucho tiempo, pero para la Hermandad del Catalejo, el tiempo era solo una circunstancia, la cuenta regresiva de una bomba subterránea que esperaba con paciencia el momento justo para volar en mil pedazos todo vestigio del Bloque Corporativo Quetzal.

Instantáneas
Medianoche era para los habitantes de todos los pueblos Kuuychus, el momento en que los ancianos transmitían los saberes a los nietos, circunstancia de profundo respeto y clima místico que a más de un foráneo podía intimidar, era el caso de Kravitz y Liberto, que miraban de reojo las procesiones, los cánticos, las danzas y los disfraces.
-Tenemos tres días, ¡Por dios, Liberto! – dijo Kravitz, el único pelirrojo en dos mis kilómetros a la redonda.
- El ritual es necesario- objetó Liberto Champsborn, no sin dejar entrever lo poco convencido que estaba de lo que acababa de decir.
-¿Y cómo crees que vamos a poder estar en Laguna Amarga en tres días si solo tenemos una mula renga y tu maldita infusión de mendiga estrellada?
- Y un aliado bajito y gruñón… - le respondió el joven de apellido aristocrático.
Pero Liberto lo sabía, no tenía sentido discutirle a Kravitz, Laguna Amarga estaba muy lejos, Pachá Tupac estaba en el frente, Nube y Aleida no superaban los doce años y para colmo llegaban noticias de ataques intermitentes de parte del Bloque Corporativo Quetzal y sus milicias mercenarias a las caravanas Kuuykchas y Pam- Pam que iban hacia el norte.
Sabía Liberto que el estaba por algo más que para enfrentar la opresión de las fuerzas corporativas a los pueblos de El Nido, aún cuando su amada Pacha Tupac fuese la nueva Bartolina Sisa, la máxima líder los Kuuychas y embanderada en la ancestral wiphala dirigiese las avanzadas contra el Bloque, la lucha de Liberto no se remontaba tan hacia atrás.
Aunque no lo dijera, su sangre hervía de bronca, la pena lo había marcado a fuego, los Kuuykchas, los Pam Pam, sus gestas libertarias eran el marco ideal, el medio, pero el deseo mas profundo que tenía era la justicia: hacer justicia por Ariel del Aire, responder a cada azote con un grito libertario, una detonación. El último Vientre por explotar sería el Tercer Vientre, liberando antes a todos los internos.
Cuando la violencia de el que está arriba, del que impone y oprime es lo único que has recibido desde niño, no es difícil confundir justicia con venganza.
Una ola rompería la correntada, un pequeño pez nadando a contracorriente, el acuerdo de auxilio de la Hermandad del Catalejo, la fuga frustrada de dos Internos, la piel de canela de Pacha, las risas de Nube, el frágil corazón de Aleida. Pasado, presente y futuro se conjugarían en ese momento. La detonación coordinada.
Sabia Liberto que para eso faltaba mucho tiempo, pero por lo pronto un aliado bajito y gruñón; una mula renga y una infusión de mendiga estrellada no eran tampoco un mal comienzo.

Continuará….
Capítulo siguiente: Camino a Laguna Amarga

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