jueves, 19 de mayo de 2011

El hielo

Micaela Sobrado
Taller de Comprensión y Producción de Textos
Tecnicatura en Periodismo Deportivo


Sofía se levantó y se miró en el espejo, revisó cuidadosamente cada facción de su rostro y su cabeza. Estaba segura que iba a encontrar marcas que den prueba de su situación.
Entonces se dirigió al cuarto contiguo sabiendo que ambos estarían allí. Fue ensayando un breve discurso con una ya conocida dramatización. Entró, pero sólo estaba ella. Pensó que el otro habría salido, y entonces comenzó. Planteó como primer punto la frecuencia del hecho, aunque no debería haber empezado por allí, y luego dio detalles del último suceso. Trató e insistió, pero sus argumentos esta vez no alcanzaron.
Decepcionada, convencida de la injusticia a la que fue sometida, Sofía se dirigió hacia la cocina. No presentó objeciones antes de retirarse porque ya presentía que iba a ser ninguneada y armó un plan secundario. Fue allí cuando abrió la heladera y buscó, en total silencio, algo que le ayudaría a concretar su venganza.
Sabía que sus padres no la iban a escuchar. La respuesta, mejor dicho, la excusa, siempre abordaba puntos como la responsabilidad y el ejemplo de los hermanos mayores. Pero esta vez no le alcanzaban; no quería saber nada con eso. Quería revancha.
La observó sentada en la computadora. Lucía, como siempre, estaba dentro de su burbuja musical, asique no tenía que preocuparse demasiado por no llamar la atención. Se acercó lentamente por detrás de ella, para que no la vea, y realizó su venganza. Antes de que su hermana menor se diera cuenta, salió corriendo, feliz, orgullosa por haber logrado su cometido.

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