lunes, 30 de mayo de 2011

Olvido

Por Bruno Martinez
Taller de Comprensión y Producción de Textos I


La puerta se cerró por el viento y el estruendo estremeció cada uno de mis músculos. Detenido por el sobresalto, me olvidé que iba a hacer. Estos últimos años, ocurría con más frecuencia.
Cada vez más sospechaba del destino: vivir en una isla como Tierra del Fuego, aislada del mundo, me parecía una cruel ironía. Salí a la calle a refrescarme un poco.
El sauco monumental casi tapaba toda la puerta. La vereda resplandecía con el hielo y todos los colores se veían un poco más grises. El viento helado, como metal escarchado, recorría cada rincón de mi cuerpo, tapado o no. Sin embargo, el cielo aplastaba el insulso paisaje; ese cielo enorme y palpable, de colores prismáticos que no podía encontrar en ningún otro país, tierra o mundo.
Volví a la vieja casa despareja y descolorida. Otra vez la punzante reflexión: cómo demonios había llegado donde estaba y con quién. Mi sorpresa fue notoria en el café donde estaba. Todos oyeron mi chillido sordo.
Toda La Plata oía el partido de Estudiantes contra Vélez Sarsfield, y yo allí, sin conocer mis orígenes, olvidado y sólo.
-Tranquilo Bruno- me dijo el mozo, que me resultaba tan o más extraño que todos los transeúntes. –Estás en La Plata, y estás seguro-. Me tranquilizó, a la vez que se llevaba el café que supuse había bebido, por la amargura de mi aliento.
A diferencia que hacía unos minutos, el calor húmedo me adhería al cuerpo una camisa que no recordaba haber comprado.
-¿Qué me pasa?- le tartamudeé al muchacho bien peinado. Mi voz sonó ronca y profunda, por un momento oí a mi padre hablando a través de mí. –Usted tiene Alzheimer Don Martínez-. La sangre me recorrió helada. Esa vida, la única que iba a tener, se me escurría entre los dedos.
Comencé a llorar con fuerza y rápidamente me lleve las manos a mis ojos- En gentío viró y siguió mirando la televisión. Las lágrimas nublaron mi vista.
-¿Papá estás bien?- levanté la vista a un muchacho notoriamente parecido a mi hermana. -No pasa nada, estamos con vos- dijo, a la vez que una niña pequeña salía a sus espaldas, tan parecida a mi sobrina Florencia, seguramente una bella joven a esta altura. –No contestás el celular…- dijo dudoso. -¿Por qué llorás Abu?
No conocía a esas personas.

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