jueves, 19 de mayo de 2011

El cuarto de costura

Constanza Pérez González
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Licenciatura en Comunicación Social


Todo comenzó el día en que “Ella” entró por primera vez. Nunca supe bien cuándo fue todo, pero puedo estar segura que fue el día que encontré la puerta de mi hogar abierta. Para mi sorpresa, no faltaba ninguna de mis pertenencias.
Aquella misma noche, cuando estaba por irme a la cama, pude sentir extraños ruidos de la habitación contigua.
El cuarto había permanecido clausurado desde mi mudanza. La propietaria había dicho que este perteneció a la antigua ama de llaves como cuarto de costura. Mi escasa intriga permitió que pasara desapercibida todo el año.
Pero por la noche, pude notar algo raro en aquel lugar. Tomé las llaves, convencida que tan solo me encontraría con ratas pero al abrir la puerta pude ver cómo las arañas y cucarachas caminaban por las paredes. En ese momento, un gato negro saltó a mi pecho aterrado por mi presencia. Sus ojos me miraban firmemente y su huesudo cuerpo estaba sobre mí.
Luego, las semanas transcurrieron con normalidad y Luna, así había nombrado a la gata, se encontraba de maravillas. Su pelaje brillaba con el sol y sus ojos resplandecían día y noche.
Una noche se cortó la electricidad, dejándome en la completa oscuridad. Para mi suerte pude encontrar unas velas en el cajón. A su vez, Luna corría por los pasillos interrumpiendo mi paso y sus ojos amarillos se desplazaban por toda la casa.
Al entrar en mi dormitorio, sorprendida, encontré un costurero sobre mi cama y me preguntaba ¿cómo había llegado allí?
Al salir de mi habitación me encontré con que el suelo del pasillo se encontraba plagado de dedales, y comencé a desesperarme porque no comprendía lo que había ocurrido.
Luego, pude sentir el tétrico golpeteo de una aguja cosiendo la tela. El sonido comenzó a hacerse más fuerte permitiendo que se escuchara en toda la casa.
Decidida de encontrar una explicación a esto, entré en el cuarto de costura y pude ver cómo la máquina de coser funcionaba sin que nadie estuviera utilizándola. Pero de pronto, se detuvo.
Salí aterrada de la habitación, tomé a Luna y me dirigí a la puerta de entrada, en la cual se encontraba una nota que decía: “gracias por tu hospitalidad”.

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