lunes, 30 de mayo de 2011

¿Quién dijo que no podría?

Por Lucía Menchini Villaluenga
Taller de Comprensión y Producción de Textos I



Sinceramente, no sé por qué el reloj es como es, ya que no importa en qué varíe el modelo, su lógico sadismo se conserva íntegro tanto en los cuadrados de plástico, como en los redondos de madera.
Ahí está, todo el día, y me lo recuerda a cada instante, me lo reprocha y grita con ese sonar molesto, el pasar de los segundos.
Podría decir que mi corazón se ha ajustado al paso de esta clepsidra, y hace retumbar en mis oídos los afluentes desesperados de sangre que bombea.
¿La consigna?.. Ganar la apuesta
¿El desafío?.. No matar por dos días
¿El motivo de mi desesperación?.. Este aliento febril que derrite mis pulmones e inflama mi garganta.
¿Quién se cree ella para apostar que no puedo hacerlo? ¿Quién se cree para desafiarme? Pretende degradarme a un animal sin autocontrol, vulnerable e impaciente.
Encima de todo esa maldita aguja, que se mueve sin parar… Ella se cree muy justa e inteligente, pero descubrí su trampa, su juego perverso y malicioso; pude ver desde el principio sus intenciones y sé que cada vez que frena para pasar a otro minuto. No lo hace por cuestiones cronométricas, sino porque me puede ver, y disfruta con ese constante zumbido de fondo, mi temblor corporal.
Ha pasado un día, y aunque el mundo está infestado de imbéciles que prodigan “ser positivos”, “mirar el vaso medio lleno”, y un sinfín de estupideces más, yo no caigo en esas bobadas, porque seguramente ninguno de ellos cometió la torpeza de abandonar lo que los mantiene vivos, sólo por una estúpida apuesta.
Un día y diez horas.
Tengo sed y el agua me sabe insulsa…
Un día y veintidós horas.
¿Qué gano con esta apuesta? ¿Honor? El honor terminará por perforarme la boca del estómago y lograr que el ácido de mi páncreas devore cada pedazo de mi carne.
Aún así, puedo lograrlo.
Dos días.
La tengo en mis brazos y mis párpados tiemblan de éxtasis con el emblanquecer de mis ojos.
La aguja de ese reloj en su garganta derramó el fluido que la mantenía caliente y andando, frenó ese murmullo insoportable del paso del tiempo, cortó el cordón de mi dependencia y mató mi hambre de sangre y a los únicos testigos de mi apuesta, mi contrincante y ese maldito reloj.
¿Quién dijo que no podría?

9 comentarios:

  1. Excelenteee!!!!!!!!!!!!! Quiero ver mas publicaciones de Lucía porque me gusta mucho como escribe.

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  2. Muy bueno amiga estupendo te felicito, espero ver mas publicaciones

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  3. Vamos por más! Muy bueno negra!

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  4. Muy bueno, Lu!! Felicitaciones. : )

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  5. Soy Sergio , su padre, que puedo sino decir que está muy bello... pero está muy bueno!

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  6. Recien lo acabo de leer!!, me he detenido en el tiempo y pienso...¿quien dijo que no podría? Muchas felicidades!!!!

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