lunes, 30 de mayo de 2011

Masacre en marcha

Leonel Gabriel Attanasio
Redacción Periodística
Tecnicatura Superior en Periodismo Deportivo


Todo había sido planeado, nada podía fallar. El jueves por la noche se terminaba de diagramar el momento en el cual iban a accionar el plan “Masacre”. El cerebro del grupo, Tom Siontis, ultimaba detalles y el objetivo estaba más que claro, atacar de noche, justo cuando la víctima se encontrara saliendo de su oficina.
Plan resuelto. Sam Pyor, quien mejor que él para dar muerte a Oliver Red, por esas deudas que mantenía con el prestamista Siontis. Se buscaba solamente el último ítem, que era el de no dejar evidencias, algo muchas veces pensado, pero que no siempre sale bien.

En dos horas, Oliver Red, empresario que trabaja cinco días a la semana, pero sin lograr tener un buen pasar económico, sea para solventar sus deudas o para comprar su deseo que es el de una casa, se disponía a salir de su lugar de trabajo para irse a descansar. Estos datos estaban registrados por parte del grupo de Siontis, que no dejaban detalles librados al azar.

Al momento de salir, Pyor junto con otros dos secuaces de menor rango, llamados Smith y Frey se disponían a dar el golpe. El fin era disparar contra la humanidad del moroso Red y luego sumergir su cuerpo al río para que no se encuentren indicios que delaten el hecho delictivo.

Red, tranquilo, no sabía nada de esta estrategia en contra de su persona, se dirigió a su auto, luego de un día normal, agobiante y estresante de trabajo. Antes de ingresar al mismo, recibe un disparo en el hombro izquierdo, situación que le ocasionó un terrible dolor y un nuevo balazo, sin dar tiempo a nada, intercepta en su pecho.

Todo se resolvió en silencio. Dos tiros con una pistola acompañada del silenciador, daba la clara que nadie escuchó absolutamente nada. Llevaron el cuerpo al río, lo depositaron ahí, donde con la corriente que había esa noche de invierno, el cuerpo flotaría y sería llevado hacia otra zona (al menos esa fue la idea más sensata de Siontis).

Nunca nadie reclamó nada de Oliver Red, una persona que no tenía familia, ni amigos, alquilaba un departamento a cinco cuadras de su lugar de trabajo, y esto daba muestras que no se notaría su ausencia. El plan salió a la perfección, aunque siempre tendrían la duda de que si alguna vez encontrarían el cadáver.
Todo se hizo correctamente. Se limpió la sangre al momento del asesinato, no se dejaron huellas en base a lo acontecido, así que estarán tranquilos de que el objetivo se logró, aunque la deuda nunca será cobrada, pero el placer de la venganza fue primordial.

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