jueves, 19 de mayo de 2011

El día que el forense se encontró con su propia muerte

Agustín Cappa
Taller de Comprensión y Producción de Textos
Tecnicatura en Periodismo Deportivo


Era un día como todos los demás dentro de su rutina. Marcos regresó a su casa cerca de las 9 de la noche. Como primera medida decidió darse un baño, ya que su paso por el gimnasio lo condicionaba porque había estado ejercitando su fornido cuerpo. Había pasado todo su día trabajando de forense en una jornada agotadora ya que realizó tres autopsias en diferentes cuerpos. Dos resultaron ser muertes naturales, mientras que la tercera muerte había sido un cruel asesinato a puñaladas que fue tapa de distintos diarios locales.
Sin que ese hecho ocupara un lugar en la totalidad de su mente, su estado de ánimo era el mismo de siempre. Abrió la ducha mientras se quitaba la ropa. Corrió la cortina de la bañadera, palpó el agua para verificar su estado, y se introdujo en ella.
Luego de un reconfortante baño, cerró el agua y tomó la toalla que había dejado colgada. En ese momento miró hacia la puerta y quedó atónito, sin reacción. Ya no estaba solo dentro de ese baño. Después de la primera impresión, la desesperación se apoderó de él sabiendo que no tenía escapatoria de aquella pequeña habitación.
Gritó tan fuerte como pudo. Su voz desgarradora se escuchó en todos los callejones del barrio. Alertados ante esto, los vecinos se acercaron a la puerta de entrada de la casa y rápidamente llamaron a la policía temiendo algún trágico suceso. Al llegar los oficiales, derribaron la puerta principal ante los continuos gritos de Marcos. Al entrar al baño, lo encontraron en un rincón junto a la toalla que recubría su rostro. Cerca del espejo estaba ella, la pequeña criatura de ocho patas que ante la indefensa reacción del forense imponía el respeto de cualquier gigante.

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