lunes, 30 de agosto de 2010

El golpe

Por Virginia Casalla
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010


En el cuarto piso está el cuerpo intacto. El trabajo de embalsamamiento es casi una obra de arte. Impresiona saber que es ella y asumir que está muerta. Su cara parece de cera y su expresión se mantiene tal como lucía hace un tiempo en aquel balcón.
En planta baja hay cinco hombres que, entre el frío y la lluvia, buscan refugiarse desprevenidamente en la leve llama que emite una pequeña hornalla de la garrafa. En el tercer piso dos hombres miran canal 7.
En el cuarto piso está ella, dos hombres la custodian. Osvaldo y Alberto son hermanos. Con sus 20 años aprendieron a ser peronistas desde aquel día en que su madre, tras haber enviudado, pidió ayuda e inmediatamente consiguió casa y trabajo.
Los dos compartían un amor y agradecimiento hacia esa mujer que la cuidaban como si fuese su propia madre.
A unos cuantos metros de la puerta principal están ellos. Sigilosos bajan del furgón. Tienen las caras tapadas y llevan guantes. En una bolsa tienen una lona. Son cuatro y estàn armados. Primero confirman que los cinco custodios de la entrada están en sus puestos. Luego, apuntan y disparan directamente a la cabeza. La efectiva rapidez de los disparos no les da tiempo gritar la voz de alto. Los cinco guardias yacen tendidos en el suelo.
Los cuatro atacantes entran al edificio. Suben las escaleras. Conocen el lugar en detalle. La idea de arrebatar el símbolo los excita. Durante muchos años alimentaron un odio tan grande que éste era un momento esperado con ansiedad.
Los guardias que estàn en el tercer piso siguen atentos a la televisión. No se imaginan que cuatro hombres armados y sedientos de venganza están subiendo por la escalera preparados para el disparo certero.
Una ráfaga de disparos ilumina la escena. Los guardias caen de sus sillas muertos. Suben al último piso. Osvaldo y Alberto al escuchar algunas corridas se ponen en posición de alerta, con sus armas apuntando hacia la puerta. Corren el cuerpo a una esquina y lo protegen con una bandera, pensando que así estaría protegido. Los dos bandos abren fuego. Pese a la diferencia numérica de hombres y armas, los dos luchan durante veinte minutos. Sin éxito caen rendidos al lado del cuerpo, pues al ver que no tenían salida optaron por morir defendiéndola, morir junto a Eva.

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