miércoles, 18 de agosto de 2010

La Edad de La Noche

Por Quinteros Felipe
Taller de Comprensión y Producción de Textos
Año 2010


“(…) No creo que el mundo de Gea, mi mundo, haya vivido una época mas oscura que ésta. Fuimos avisados, los profetas lo vieron venir, pero nosotros, ciegos, no hicimos caso.
Las escrituras eran claras: “El día final de la edad en que todo es visible, el Sol será asesinado por viejos enemigos”. De hecho, ocurrió tal cual. El día 23 de Abril del año 2012 de la Segunda edad de Gea, llamada la Era del atardecer, los Desterrados hace miles de años, volvieron y nos quitaron para siempre a nuestro astro, el Sol. La oscuridad que cayo sobre mi mundo es absoluta, las cosas mismas perdieron significado, perdieron esencia, como si hubieran estado esperando ese momento.
Esas cosas, con sus chillidos aterradores, invisibles para nosotros, comenzaron a volar por nuestro cielo, atacaron a la población indefensa y se los llevaron a quien sabe donde, y tomaron el último punto de Luz en el Mundo: La capilla de Avo, el dios Sol
Estábamos orgullosos de nuestro imperio, el Imperio de Avo. Absoluto, invencible, que cayo en un día”

Fragmento final del libro: “El reinado de las Sombras”, Anónimo.


Año 25 de la Tercera edad de Gea. La Edad de la Noche.
En algún lugar del Imperio Caído

Una bota de punta de acero golpea, suavemente, mi costilla. Era Mordicar, indicándome que había amanecido. “Amanecido”, pensé yo, “Bueno, menos oscuro que de costumbre”
-Levántate Emil, es momento- Aseguró mi compañero.
Esto fue suficiente para hacerme mover. Rápidamente, me levante de mi lona y me dispuse a recogerla mientras miraba alrededor con la vana esperanza de ver algo distinto. Nada, todo igual. Mis compañeros dando vueltas alrededor del campamento, haciendo preparativos para volver a marchar. El cielo colmado de… algo, como nubes oscuras que lo cubrían, apenas si se podía ver a 5 metros a la redonda, y ya es mucho decir. Esto era lo que quedaba de los días que recordaba de mi infancia.
Salí de mis cavilaciones.
-Mordicar -dije- Que los hombres ensillen los caballos y se pongan las armaduras, hoy debemos llegar a Linbres-
Mi segundo al mando pego un par de gritos a la compañía, dándome tiempo a cumplir mis propias ordenes. Nuestras armas, armaduras, y caballos blancos son resabios que quedan de nosotros, los Paladines de Avo, que fracasamos al luchar contra la Gran Oscuridad.
Pero las escrituras eran claras: “Un cuarto de siglo pasara y llegara el día en el cual el destino de Gea se sellara, la Oscuridad o la Luz, eternas permanecerán. La batalla final, en la Capilla de la Luz (Linbres), se dará”
Los textos no se equivocaron antes y eso es lo que nos daba esperanza. Había algo en la capilla de Avo que terminaría con la Oscuridad.
Diez minutos y la marcha comenzó. Habíamos hecho todo el viaje de “día”. Ellos atacan menos en ese momento.
Éramos veinte valientes montados en nuestros pobres caballos, armados con nuestras mejores espadas y lanzas y vestidos con las blancas armaduras con el Sol pintado en el pecho. Cinco de los nuestros llevaban antorchas, cuya luz se reflejaba en nuestros petos, alejando a la noche y a los desterrados.
Veinte años luchando contra esas cosas, y todavía no había tenido una visión clara de cómo eran. Sabía que volaban, que proferían chillidos que aturdían y congelaban el corazón, que odian la luz, respiran de forma pesada y desesperada y no olían a nada.
A los 13 mate mi primer Desterrado. Habían atacado mi aldea y uno de ellos me tomo entre sus… ¿Garras?, no se como denominar eso que me agarro, y me elevo por los aires.
Yo llevaba mi lanza de pesca e, instintivamente, se la clave en lo primero que palpe con su punta. Creo que le dolió, no veía nada, pero profirió un horrible grito carente de humanidad, y comenzamos a caer al suelo.
El golpe no fue tan duro, y había matado a esa cosa.
Veinte años después, aquí me ven.
-Emil, hoy estas en otro lugar- me reprocho Mordicar.
Despertándome de mis recuerdos y pensamientos, mire a mis muchachos, a mi amigo y segundo al mando y, por último, al enorme edificio que estaba ante nosotros. Por supuesto que no podíamos verla toda, ya que la capilla de Linbres es gigante y las sombras cubrían gran parte de ella, pero pudimos ver parte de la torre principal y la puerta de entrada. Estaba como a 150 metros.
Pero no estábamos solos. Los sentía, allí colgados de los edificios que rodeaban la capilla, oliéndonos, estaban los Desterrados. Cientos o miles de ellos, pero estaba seguro de que allí estaban.
Di vuelta mi caballo y mire a mis caballeros.
-Paladines, detrás de nuestra puerta de nuestro profanado templo, se encuentra la clave para liberar a nuestro mundo de nuestros enemigos- Me dirigí a ellos, no con solemnidad, ni como una arenga vacía, sino con convicción, seguro de que así era –Les aseguro que algunos de nosotros va a morir hoy y, palabra de su comandante, el primero voy a ser yo- Realice una pausa- Pero no sin antes matar unos cuantos de estas excusas de palomas- Todos rieron y asintieron.
Di media vuelta y saque la espada, apreté el escudo y grite para cargar contra la puerta. Los Paladines me siguieron.
Las torres parecieron gritar. Un alarido masivo cubrió todo el lugar y, yo sabia, un montón de alas negras cayeron sobre nosotros.
Las antorchas sirvieron, ya que pudimos ver un poco las formas que se movían a nuestro alrededor a gran velocidad.
Atine una estocada allí y un mandoble allá, sintiendo que las mataba, ensordecido por los sonidos a mi alrededor y cegado por la sed de sangre.
Pasamos la puerta y, allí delante, vimos una luz dorada, una especie de esfera apresada entre dos cadenas negras, no distinguí muy bien. Ordene a Mordicar que llegaran hasta la luz. El asintió, sabio que no podíamos discutir en ese momento.
Me baje del caballo, tome la espada, la antorcha y me saque el yelmo. Enfrente la puerta abierta y a cualquier cosa que entrara por ella. Primero nada, todo oscuro. Una respiración, luego varias. Después, como enardecidas, entraron decenas de esas criaturas y me rodearon. Mate varias de ellas, aunque no las distinguía bien. Pero eran demasiadas.
Por fin, pude ver a una de ellas. No lo podía creer, tanta belleza para algo tan horrible, era inexplicable.
Sentí que la oscuridad se cernía sobre mí. Si la luz triunfaba no seria estando yo vivo.
Hoy, la Oscuridad final había llegado, por lo menos, para mí.

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