miércoles, 18 de agosto de 2010

Los misterios develados

Por Natalia Soledad Portillo
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Año 2010


Hacía tiempo ya que varios investigadores trataban de descifrar el extraño caso de Megan Forkins. Ningún detective había logrado hallar siquiera alguna pista que indicara su paradero. Una vez más a mi amigo le llegaron varias cartas pidiendo su colaboración. Sherlock Holmes se tomó su tiempo para decidir si deseaba o no involucrarse en el caso, pero finalmente concluyó que resolver la causa de la desaparición de Forkins podría resultar sumamente interesante.
Los únicos datos con los que contábamos, eran los emitidos por los periódicos pero al fin y al cabo, todos decían lo mismo: “Extraña desaparición de la hija de un importante aristócrata de Inglaterra. Los investigadores están desconcertados”
Mi amigo y yo decidimos asistir al lugar de los hechos para informarnos más acerca del tema. Nos dirigimos allí para poder tener una entrevista con el padre de la desaparecida. El hombre nos recibió dispuesto a contestar cualquier pregunta que Holmes le hiciese.
-Cuéntenos lo ocurrido la noche de la desaparición de su hija –dijo mi amigo– ¿Qué fue lo que sucedió?
-Era una noche como todas, – respondió el señor Forkins- Megan había permanecido toda la tarde cabalgando y ya entrada la noche subió a su habitación para asearse, pero cuando su doncella fue a buscarla a la hora de la cena, no se encontraba allí. Mi hija no estaba ni en su alcoba, ni en ningún otro lugar de esta estancia.
-¿El paseo que dio Megan no se prolongó más allá de esta estancia?
-Megan es una chiquilla inquieta. No sólo le gusta cabalgar dentro de nuestro campo sino también por los bosques y por las montañas.
-¿Me permite inspeccionar su habitación?
-Sí, no hay ningún inconveniente. Ojalá todo lo que hagamos sirva para dar con el paradero de mi hija.
-Pues bien, subiremos a inspeccionar.
El padre de la muchacha, Sherlock Holmes y yo no dirigimos escaleras arriba hasta el cuarto de la señorita Forkins.
-No falta absolutamente nada –dijo el Sr. Forkins. Parece que ella no se ha llevado ni ropa, ni zapatos ni ningún otro elemento que suponga una huida o fuga voluntaria, pero, sin embargo, no han sido forzadas ni puertas ni ventanas.
-Bien, ya he visto bastante -dijo Holmes.- ¿Alguien había visitado a su hija el día de la desaparición?
-Sí, un simple campesino que pretendía vendernos unos ropajes, nadie de importancia. Megan terminó comprándole algunas cosas después de que el hombre se deshiciera en súplicas.
-¿Luego de esta visita, Megan emprendió la cabalgata? –preguntó Holmes.
-Así es -respondió el padre.
-Ya sé dónde se encuentra su hija, señor Forkins.
El hombre mostraba en su rostro la misma expresión de sorpresa, de extrañeza y de asombro que había en el mío.
-Su hija se encuentra en una aldea no muy lejos de aquí.
Con la compañía de unos cuantos sirvientes nos dirigimos hacia allí, visitamos varias casas hasta que finalmente en encontramos a la señorita Megan junto a un joven muchacho que según el señor Forkins tenía un extraño parecido al campesino vendedor de ropa.

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