martes, 31 de agosto de 2010

Una familia atípica

Por Alejandro Salvatierra
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010


La familia Reyes estaba constituida por el papá: Sebastián, viudo hacía diez años, consecuencia de su ataque extremo, enfermo. El núcleo también lo constituían sus dos hijos: Carlos y Marcela.
La madre siempre había querido que la hija estudiara abogacía para así poder continuar su incursión política y de ese modo -algún día y con esfuerzo de todos- se pudieran lograr cambios en la convivencia ciudadana, en particular en el área de derechos humanos apostando al cumplimiento de las garantías del pueblo.
Pero Marcela decidió estudiar veterinaria. Quizás se dio cuenta de que su país estaba corrompido y lleno de mentiras y que siempre iban a primar los intereses personales si de política se trata.
En tanto, se puede decir que la madre fue luchadora como pocas. Tal fue su arraigo a sus principios ideológicos, que la muerte la encontró en su osadía, valiente, batallando en pos del pueblo y en contra de las injusticias, como el golpe de estado que vivió su país años atrás.
Del otro lado, Sebastián, conservador por excelencia, vinculado al poder político y a la Iglesia, “institución corrompedora de los avances tecnológicos, sociales y culturales”, decía María de Reyes cuando opinaba sobre cuestiones eclesiásticas.
El padre repetía que su mayor pecado había sido tener un hijo homosexual, hijo al cual le había dedicado todo su tiempo y paciencia. Ya jubilado y anciano, se preguntaba en qué había fallado para que el cielo lo castigara con lo que más quería, su primogénito.
Por su parte, Carlos decía de la madre: “la recuerdo cuando me asomo a las movilizaciones y marchas de protesta, es como si la estuviese viendo, porque ahí estaba cómoda y a gusto”. Y la defendía como soñadora y valiente mujer. A ella no le importaba la condición de su hijo, simplemente decía: “que sea feliz a su modo”. Jamás había cuestionado ese aspecto.
Sin embargo, en el seno de la familia la relación de convivencia iba de mal en peor, y después de una feroz discusión, el matrimonio Reyes decidió separarse.
El hombre cuestionaba los andares de la esposa, falto de amor y envenenado en su ira. Dijo que la ausencia de la madre para con sus hijos sería lo último que él toleraría. Entonces, con todo el poder e influencia, articuló y organizo la venganza.
Sebastián sabía que su mujer conocía mucha información que lo perjudicaba, hecho por el cual planificó su deceso. Se aseguró de que la muerte la encontrara en el lugar donde ella más cómoda se sintiera: o sea, en una movilización, para que toda su “gentuza” supiera que con él no se jugaba.
El asesino fue el custodio de Sebastián. El crimen se cometió cuando el gobierno democrático fue derrocado. Allí se encontraba María, fiel a sus principios de lucha. Dos disparos fueron los que terminaron con la vida de aquella mujer tan simple en sus pensamientos, que luchaba por la igualdad de todos los individuos, y tan compleja en sus decisiones, que no tenía pelos en la lengua para usar su voz como principal herramienta de batalla.
El golpe de estado continuó y el asesino intelectual permaneció mucho tiempo aliado al poder de la iglesia, institución que representó a la derecha absoluta y al establishment desde siempre. Entonces, el panorama para la otra parte del país, la mayor, estaba oscuro.
Carlos Reyes, que de rey, como porta en el apellido, no tenía nada, un individuo estigmatizado y señalado por la sociedad por su condición de homosexual, no encontró amparo jurídico ni emocional, porque para la ley, la iglesia y la población era un anormal, con lo cual, tenía que escapar como en la época de las cruzadas, explicando lo que para él era algo normal.
A excepción de su madre y su hermana, nadie, ni su propio padre, ni la sociedad, ni la iglesia y menos el Estado, comprendían lo que Carlos sentía.

Tal vez sea momento de cambiar y empezar a construir una nación más integradora e igualitaria desde todos los puntos de vista, y no sólo desde los intereses personales, porque, seguramente, seguirá habiendo muchos Carlos Reyes. El ocho de junio del presente se cumplieron quince años de su muerte. Creo que ya pasaron muchos años sin lograr cambios.

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