martes, 31 de agosto de 2010

Junto al pueblo

Por Antonio Peluso
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010



Todo ocurrió espontáneamente. Mi amigo el Raúl vino a buscarme ni bien se enteró de la noticia. ¿Por qué querían someternos así? ¡Era injusto, si señor! ¿ A que se debía ese odio casi inaudito cercano a la discriminación xenofóbica? Cuando una persona se ocupa de todos nosotros es encarcelado y estos giles pensaron que nos íbamos a quedar de brazos cruzados. ¡No señor!
Ese día justo tenía una changa, ¡Ma que changa ni que ocho cuartos! Nuestra libertad estaba en juego, la dignidad que aún conservábamos y el futuro de nuestros hijos. Ni bien llegó mi gomia salí a la calle con lo puesto, no había tiempo que perder en buscar las pilchas. El corazón palpitaba, parecía que iba a salir de mi pecho, sentía un estremecimiento, no sé, algo que nunca había experimentado. Rajamos los dos, raudos como una flecha veloz, y nos subimos al camión entre los demás muchachos.
Encontré todos los laburos en ese grupo, que iba en pos de defender sus sueños, sus derechos. El camionero, el albañil tenía encima sus fratachos, mecánicos, panaderos y ¡mirá vos, hasta maestros!
Se sentía en el ambiente algo invisible a los ojos pero tan fuerte que nos unía. Era una fuerza que no se podía ignorar, no lo sé explicar, jamás lo había sentido, como ya dije, pero era una fuerza real que nos impulsaba, nos hacía uno.
Raúl era mi compañero de toda la vida. Fuimos a la misma escuela, jugábamos al fulbo en el potrero hasta la noche, los partidos eran interminables, los resultados, insólitos 48 a 31 era un final común en nuestros juegos. En fin, era un hermano de la vida,¡ la pasamos fulera eh!, nos apoyamos el uno al otro cuando la mano venía mal. Pero siempre unidos y en esta circunstancia más que nunca.
Salimos a eso de las dos de la tarde e íbamos a tardar un rato en llegar a Buenos Aires ya que vivíamos a una distancia de unos cincuenta kilómetros. El camión se llenaba de personas rápidamente y viajando con la testa al aire, veíamos a la gente que se agrupaba en los barrios y entonaba canciones de apoyo a nuestro líder. El general, el único que pensaba en nosotros, estaba preso por estos vendepatrias y nosotros, los humildes, los pobres y desposeídos le daríamos la libertad. Cada vez se sentía más fuerte ese poder que nos unía de una manera vigorosa. Cada vez éramos más y más, cantando y cantando, con el fuego en nuestro interior.
Ya habíamos hecho más de la mitad del recorrido y a medida que nos acercamos al destino, un perfume embriagador nos envolvía, era un halo casi encantandor, de la misma manera inexplicable que el sentimiento que nos unía. Seguimos adelante y por fin llegamos a la plaza de Mayo. Podía ver en la cara de Raúl, la emoción y las lágrimas que brotaban casi incontenibles al ver la multitud que bramaba, gritaba y hacía sentir su poder. Allí estaba el pueblo, que por primera vez salió a la calle para defender sus derechos. Yo por mi lado estaba todo pachucho, conmocionado.
A la medianoche todo había pasado. Las cosas estaban en orden, el General nos tranquilizó y renovó nuestros espíritus. Con Raúl nos abrazamos en un saludo interminable y emprendimos el regreso a nuestras casas. Todo fue una fiesta. Nuestras vidas podían continuar, nuestros sueños podían ser hechos realidad, nuestro amor se fortaleció aún más. Nos miramos una vez más en silencio y lloramos, lloramos, hasta la felicidad que recién empezábamos a conocer.


1 comentario:

  1. Hola! Vi que sos de La Plata así que te puede interesar el blog que estoy armando con mitos urbanos, leyendas, misterios e historias curiosas de la ciudad. No recuerdo si ya te lo había comentado, pero por las dudas acá está el link: http://misteriosdelaplata.blogspot.com/

    ResponderEliminar