miércoles, 22 de septiembre de 2010

.De tripa, corazón.

Por José Ignacio Bossellini
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Año 2010

Ha llovido poco, mucho, hasta nevó. Pasaron gobiernos, vivió un cambio de siglo y él no se movió. Le pasaron las mujeres más lindas y más feas por su lado, lo tocaron y no les prestó atención.
Algunas mañanas, reconozco haberlo visto más brillante, hasta parecía feliz. En cambio hoy, cuando temprano en la mañana, con los primeros rayos de sol de testigo, pasé, lo vi triste, mojado y hasta, aunque suene dura la palabra, oxidado.
Lo cierto es que desde hace un año a esta parte, ya no tiene el cuidado que tenía. Ya me di cuenta que no es lo que era, ese auto parecía tener alas donde van las ruedas.
Esa esquina no sería lo mismo sin ese ingrediente, sin el auto de José Alfredo. Ese que por allá, en la década del 90, lo vistió de azul y blanco.
Está bien, hay que aclarar que es un lujo, es un auto venido tan a menos que ya ni arranca. Y por eso el gran José Alfredo lo pintarrajeo con su única pasión, para darle a su esquina ese adorno milagroso, porque ni el más fanático pincharrata le hizo un rayón.

1 comentario:

  1. y lo quiso arrancar una vez, y 2, y 3, y 4, y 5 y 6, y a la séptima se cansó.

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