martes, 7 de septiembre de 2010

Un viaje sin retorno

Por Juan Vampa
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Año 2010

Todo había terminado, era hora de volver a casa. Nosotros habíamos vencido a pesar de la gran cantidad de bajas sufridas. Los barcos empezaron a llegar a la costa para trasladarnos hacia nuestro territorio; lamentablemente yo había iniciado este enfrentamiento con varios amigos y al barco me estaba subiendo solo.
Ya lejos de los tanques, las metralletas y las granadas, empecé a recordar a todos los que no volvieron y eran compañeros míos. ¿Qué pasaría cuando el barco llegue al puerto y las familias se den cuenta de que ellos no bajan? Ya era de noche y me dormí en el piso del barco todo embarrado y con frío pensando en eso.
A la mañana siguiente, arribamos al puerto bajo una lluvia torrencial, igualmente todos nuestros familiares nos esperaban ansiosos a que llegáramos al país. Fue horrible observar los llantos y desmayos de las madres de aquellas personas que no bajaban y nunca iban a bajar de aquel inmenso barco. Yo me abracé muy fuerte a mi madre y mi hermana, todos lloramos pero en este caso de alegría.
En casa de nuevo, a pesar del cansancio que tenía, lo último que quería hacer era dormir, tenía horribles pesadillas producto de lo vivido en aquella guerra. Mi madre me preparó mi comida preferida y mi hermana me atendió como una sirvienta, cosa que jamás había hecho conmigo.
Ya había pasado todo el día y la lluvia no cesaba desde la mañana, la noche se acercaba y a pesar de que me dormía parado evitaba de cualquier forma conciliar el sueño para no caer en los horribles recuerdos que éste me traía. La última vez que miré el reloj eran las tres de la mañana. La casa estaba oscura, mi madre y mi hermana me hicieron toda la compañía que pudieron porque yo les había contado lo que me sucedía al dormirme, pero el sueño las superó y se habían ido a descansar. Sin recordar más nada me dormí. Yo también tuve una noche espantosa. Era una pesadilla eterna de todo lo horrible que había vivido en la guerra y no podía despertarme para salir de la misma. El sueño profundo me dejaba únicamente seguir en la pesadilla y no podía salir de ella.
Los meses pasaron y el descansar bien ya era parte del pasado. A pesar de consultar muchísimos profesionales ninguno de ellos logró solucionar mi problema. Las caras de mis amigos y compañeros me las encontraba por todos lados, la locura se estaba apoderando de mí.
Los sueños eran cada vez mas difusos y extraños soñaba con cosas incoherentes y se mezclaban hechos de mi niñez con los de la guerra. Yo ya no soportaba la vida que estaba llevando adelante.
Un año después, el mismo día que había vuelto a casa, llovía de la misma manera que aquella mañana, estaba desquiciado, con y sin sueño de por medio los horribles recuerdos se apoderaban de mí. Decidí ese horrendo día irme a dormir eternamente. A cinco cuadras de casa estaban las vías del tren, allí me tiraría a dormir, el expreso pasaba cada media hora, las pesadillas esta vez no durarían mucho.

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