martes, 18 de mayo de 2010

Continuación de “El 26” de J. Santurain

Por Johana Santalucía Páramo

Taller de Comprensión y Producción de Textos II

Año 2010

…Y la criada se dispuso a arreglarlo. La cocina, al igual que el resto de las habitaciones, estaba comunicada con la galería que rodeaba la casa. Las paredes eran de barro y a la galería la sostenían varios troncos que parecían custodiar el lugar. Pese al tono grisáceo de la casa toda, era muy prolija y acogedora, y la coloreaban infinidades de plantas que trepaban hasta el techo como buscando la luz del sol, que ya empezaba a asomar. La tormenta de ayer había quedado lejos y el veintiséis se renovaba. Desde cualquier lugar en la casa podía uno sentarse ver el campo, la pradera, los animales que abundaban en su variedad: mulas, caballos, gallinas, vacas, un poco de todo, un poco de Patria. Si, todos ellos y los campos sembrados de maíz, trigo y otros granos no eran más que eso: lo nuestro, lo argentino, la Patria por la que tanto luchaban los hombres de esos días y que empezaban a descubrir, a reclamar, a defender.

En eso estaban French y Beruti mientras la criada calentaba el agua y observaba desde la cocina. Estaban vislumbrando la Patria, mirando a su alrededor cada uno de los protagonistas del paisaje, sin decir una palabra, simplemente mirando y reflexionando, quizás sobre ayer y mañana. Mucho había por hacer, los provocaban sus ansias, inquietudes, y convicciones.

Terminaba de salir el sol y desde la parra se sentía el olor de los bizcochos calientes, infaltables en cualquier mateada. Un chillido de la pava y la criada que se acerca ya con todo listo.

Ahora sí hablaban.

-Yo no sé, esperemos a definir hacienda y que se lo cobre a otro. Después de todo, es para todos, ¿no?- Reflexionó Beruti.

-Pero nadie quiere poner nada- afirmó French- ¿No te diste cuenta? Ayer éramos dos gatos locos y esperá a mañana, a ver cómo aparecen todos.

- De eso se trata, ¿no?

-Claro, pero hay que ver si vienen después cuando haya que elegir a quién ponemos al frente, porque después para quejarse van a ser muchos…

- Así es el pueblo, mi amigo. Para eso estamos acá.

Y se alejó otra vez la criada, a controlar el puchero que hervía ya desde temprano.

Continuó la conversación. Preocupados ahora porque el pueblo participe, nuestros patriotas, enseñando a vivir a patria…

Los interrumpe una carreta, a lo lejos. No se la veía venir, pero se escuchaba un alboroto de aquellos…con los caminos tan embarrados…

-Lo más seguro es que sea un malón.

-Y ahí ni que hablar de pueblo nuestro!

Y, más cerca ya, pasó la carreta como viento, con sus gentes al grito de ¡Viva la patria!

Boquiabiertos y con lágrimas en los ojos, French y Beruti:

- ¡Viva!

Y el mate estaba caliente.

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